Esta es la historia de unos hongos que nunca existieron.
El reloj de la Confederación de Trabajadores de México marcaba las doce horas del 17 de agosto de 1998.
Leonardo Rodríguez Alcaine -a quien indigna que le digan La Güera, porque él ha aclarado que su verdadero apodo es Periquín- ocupó el lugar principal de la sala de juntas. El sucesor de Fidel Velázquez traía en el rostro graves signos de preocupación: un gran peligro acechaba la historia del movimiento obrero.
Rodríguez Alcaine dio los detalles a unos cuantos reporteros, quienes rápidamente enviaron la nota a sus redacciones.
En los siguientes días, al edificio de Vallarta 8 llegaron cartas de todo el mundo y un tropel de especialistas en el rescate y conservación de documentos: había que salvar el archivo histórico de la CTM.
Una carta llegó de Francia. El secretario general del Instituto de Historia Social de la Confederación General del Trabajo de Francia, Joél Hadde, explicó al anciano líder electricista que la presencia de ``hongos tóxicos'' en viejos archivos es ``bastante frecuente''.
También le dijo que hoy es posible acabar con el indeseable germen sin necesidad de destruir los libros.
Por el conducto de Hadde, los sindicatos franceses ofrecieron sus buenos oficios para llevar el caso al Consejo Internacional de Archivos, organismo competente en ese tipo de problemas.
El 17 de agosto, sin embargo, Rodríguez Alcaine había informado: ``Consultamos a especialistas en la materia y no se puede hacer nada''.
La sentencia del líder había sido irrebatible: ``Es lamentable esta pérdida, porque se trata de documentos muy valiosos, pero no hay forma de recuperarlos''. Los 18 mil libros de la CTM se consumirían en una pira.
La preocupación, por supuesto, no fue sólo de los franceses. Aquí, la Asociación Nacional de Bibliotecas informó a La Güera de los lugares donde podía solicitar ayuda para evitar la destrucción ``del gran acervo histórico''.
Varios grupos de investigadores universitarios se sumaron a la polémica desatada por el dirigente obrero. Los doctores Javier Torres Parés, Ricardo Melgar Bao, Gabriel Vargas Lozano, y la maestra Josefina Morales enviaron cartas a diversos medios para protestar por ``la irresponsable decisión'' de quemar los archivos de la confederación.
La licenciada María Esther Piña Soria envió una carta para expresar su indignación ``por la irresponsable decisión del secretario general de la CTM'' de destruir el acervo documental.
Los cazadores
Mientras los académicos protestaban u ofrecían ayuda, algunas instituciones se dieron a la tarea de buscar los hongos que amenazaban la historia del movimiento obrero.
La Secretaría de Educación Pública envió a un equipo especializado que, entre otras cosas, midió la temperatura de la biblioteca Bernardo Cobos Díaz, lugar donde se anida el peligroso germen.
Una cuadrilla del Sindicato de la Petroquímica se unió a la persecución. Los especialistas del gremio revisaron todos los libros, hoja por hoja. Pero todo fue en vano.
A esas alturas, cuando todavía nadie ponía en duda la palabra del líder histórico, un pequeño libro de escasos 12 centímetros, llamó la atención de los cazadores de hongos. ``Su apariencia extraña ameritaba un examen más detallado'', comentó una investigadora que lo vio.
El libro Tratados de la legislación civil y penal, editado en 1823, resultó ser inofensivo. Las extrañas figuras en sus pequeñas hojas no eran hongos tóxicos, sino grabados de la época.
Ninguno de los equipos de especialistas que acudieron a la sede de la CTM encontró algo.
Qué historia
De los más de 18 mil volúmenes que, según La Güera, contienen toda la historia del movimiento obrero mexicano y fueron invadidos por los malditos hongos, apenas un centenar de libros dan cuenta de parte de la historia del sindicalismo. Y por supuesto, no están contaminados.
Del rompimiento violento de huelgas tan importantes como la de General Electric en los setenta, del movimiento ferrocarrilero de los cincuenta, de la firma del Pacto Obrero Industria de 1942 -traicionado por Fidel Velázquez en 1945- o de la lucha de la Tendencia Democrática de Rafael Galván contra el mismísimo Rodríguez Alcaine no hay rastro alguno.
En cambio, sí hay libros y documentos que narran la historia de los Cinco lobitos, los cuales consignan episodios como aquel cuando Fidel Velázquez maniobró para arrebatarle la Secretaría de Organización de la confederación al comunista Miguel El Ratón Velasco.
Los documentos -algunos en fotocopias- que tratan esos hechos están en perfecto estado.
Entre los libros supuestamente contaminados por hongos que pretendía -¿o pretende?- incinerar Rodríguez Alcaine figura la Enciclopedia universal de más de 50 tomos editada por Espasa Calpe. También un tomo de 1901 titulado El México social, que en su carátula tiene grabado el viejo escudo nacional mexicano; o los Episodios históricos mexicanos, de 1908; así como las obras completas de Alfonso Reyes, Octavio Paz y Sor Juana Inés de la Cruz.
Todos los documentos, incluyendo la colección completa del ya desaparecido periódico Ceteme, están libres del hongo maldito. Eso sí, algunos están cubiertos por una leve capa de polvo, residuo de los químicos que mes con mes les aplican para evitar que se contaminen.
¿Existieron alguna vez los hongos malditos? ¿Quemará la CTM sus archivos, tal como dijo su máximo líder? Por lo que se ve, la historia de los hongos tóxicos se asemeja a las amenazas cetemistas de protestar contra el programa económico o de realizar acciones para demandar un mayor aumento salarial. Puras palabras.