La Jornada jueves 21 de enero de 1999

LOS SALDOS DE LA GLOBALIZACION

En el marco del encuentro internacional Globalización y Problemas del Desarrollo, que se lleva a cabo en La Habana, Cuba, numerosos políticos, académicos y representantes de instituciones financieras y de organizaciones sociales, han cuestionado el modelo económico vigente a escala internacional y puesto sobre la mesa de discusión una serie de datos, análisis y reflexiones que --más allá de las cifras de índole macroeconómica o de los indicadores financieros-- muestran las graves consecuencias que han tenido para la mayoría de las naciones en desarrollo la aplicación de las políticas de ajuste estructural y control monetario, el flujo descontrolado de capitales especulativos, la apertura indiscriminada de las fronteras comerciales, la elevada dependencia del financiamiento externo y el mantenimiento de la ''competitividad'' mediante una política de bajos salarios y flexibilización de las leyes laborales, entre otros muchos fenómenos.

En las últimas dos décadas, periodo en el que ha tenido lugar el proceso de globalización económica, se ha agravado la desigualdad entre las naciones ricas y pobres y se ha registrado un fenómeno similar a escala nacional en los países en desarrollo. Al mismo tiempo, el crecimiento económico mundial se ha reducido en ese lapso, mientras que la pobreza, el desempleo, la devastación de los ecosistemas, la deuda externa y la dependencia del exterior han aumentado desmesuradamente.

Por añadidura, las instituciones financieras multilaterales --el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, principalmente-- se encuentran incapacitadas para hacer frente a las continuas crisis y desequilibrios suscitados por la globalización y se limitan a repetir las mismas recetas que han mostrado su fracaso, y a tapar los boquetes producidos por las políticas que ellos mismos preconizaron --e impusieron-- a numerosos países.

En este sentido, América Latina es un ejemplo fehaciente de los efectos negativos de la globalización: el subcontinente Latinoamericano, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo, tiene la peor distribución del ingreso en el mundo, por debajo incluso de las naciones africanas al sur del Sahara. La apertura y la liberalización de las economías latinoamericanas no sólo no han generado mayor bienestar social, sino que han reducido negativamente las soberanías nacionales, ahondado la desigualdad y agudizado la pobreza en la región. Para muchos de los participantes del encuentro de La Habana, la globalización no ha sido sino un nuevo mecanismo para extraer riqueza de las naciones pobres y financiar con ella a las naciones ricas.

Mientras que en lo tocante a la consolidación de la democracia, la vigencia de los derechos humanos y la introducción de nuevas tecnologías de comunicación se han dado pasos importantes en el marco de la globalización, en el ámbito económico los saldos resultan negativos e indignantes y poco es lo que los gobiernos y los organismos internacionales han hecho para corregir esta situación. La reforma del FMI y el Banco Mundial, el control de los flujos de capital especulativo y el fortalecimiento del papel del Estado como contrapeso de las fuerzas del libre mercado son, a juicio de los especialistas, algunas de las tareas por hacer.

Por ello, a fin de revertir el peligroso proceso de desintegración social que genera el crecimiento acelerado de la pobreza en la mayoría de las naciones, el cambio del modelo económico vigente a escala mundial es una necesidad apremiante, tanto por consideraciones de índole política como socioeconómicas, culturales y humanitarias. Sin bienestar para las mayorías, ningún sistema económico --sin importar lo que indiquen las cifras macroeconómicas o los índices bursátiles-- será capaz de propiciar el desarrollo social, la convivencia armoniosa de las naciones y la vigencia de la democracia y los derechos humanos.