El fin de año leí dos libros que relatan, desde puntos de vista diferentes, una epopeya intelectual digna de propagarse a los cuatro vientos: la larga, industriosa, democrática y exitosa publicación, en el año de 1928, del Oxford English Dictionary (OED). El primero de los libros, Caught in the web of words (Atrapado en la telaraña de las palabras), es la biografía del editor del OED, James Murray, escrita con amor y admiración (pero, también, con innegable elegancia literaria) por su nieta, Elizabeth Murray; y en el segundo, The professor and the madman (El profesor y el loco), el galardonado periodista inglés Simon Winchester narra, con técnica de bestseller, la fascinante historia del OED a través de sus dos más pintorescos personajes: el propio Murray y William Chester Minor, un rico cirujano estadunidense exiliado en Inglaterra (el loco), donde perdió la razón por su vida disoluta y las atrocidades presenciadas durante la guerra civil.
Murray (el profesor), fuerza impulsora y fuente de inspiración del OED, fue un puritano de eterno traje negro y larga barba blanca con apariencia de rabino (aunque era escocés), que trabajaba incansable bajo el lema de vita diligentissima; autodidacta (con un conocimiento enciclopédico de lenguas, etimología y fonética), Murray nació en la familia de un sastre condenado a la pobreza porque los escoces, tacaños por naturaleza, ``se hacían un traje de buena calidad que les duraba toda la vida''. Sería injusto omitir que Murray extendió el concepto de vita diligentissima más allá de la vida intelectual, para procrear 11 hijos que habrían de convertirse en valiosos asistentes del OED. Al final, Murray, uno de los más respetados dons de Oxford, recibió, como tantos otros personajes de las bellas artes y la farándula, el honroso título de caballero del imperio británico.
Pero, al inicio dije que la preparación del OED fue una empresa ``democrática''. Esa fue la característica que permitió el éxito y la consagración del OED como la columna vertebral de la lingua franca del mundo moderno: el idioma inglés. Cuando emprendió el proyecto, Murray lanzó una convocatoria en los principales diarios solicitando voluntarios que estuvieran dispuestos a leer, con seriedad y disciplina, los miles de libros elegidos en cuyas entrañas se encontraba escondido el tesoro de la lengua: ¡palabras! ¿Qué más?: modernas, arcaicas, injuriosas, cultas, raras, regionales, galicismos y latinismos, para clasificarlas en pequeñas tarjetas en donde los voluntarios insertaban, con lenguaje claro y buena letra, la palabra definida, el libro en el que aparecía y, finalmente, la definición misma.
Durante 70 años, las tarjetas llegaron enviadas por miles de voluntarios a una dirección conocida por todos los carteros del reino: el Scriptorium, un tejabán en la casa de Murray, donde cientos de miles de tarjetas eran cuidadosamente clasificadas y editadas por un enjambre de colaboradores. Uno de los más diligentes voluntarios fue, precisamente, el doctor Minor, el ``loco'' del libro de Winchester. Desde su celda en el manicomio de Broadmoor, convertida en enorme biblioteca, Minor contribuyó con 20 mil palabras al OED. (Minor purgó una sentencia de 40 años por el asesinato de un obrero inglés al que confundió con un irlandés imaginario que llegaba a amenazarlo en sus sueños como venganza por haber sido marcado en el rostro con la ``D'' de desertor en la guerra civil). Los voluntarios convirtieron al OED en la obra del pueblo. No hubo, aquí, la petulante imposición de ``reales'' académicos eligiendo, desde torres de marfil, palabras ``aceptables'' o ``elegantes''. El OED aceptó todas las voces que el pueblo, a través de sus escritores y de la costumbre, consideraba parte de la lengua. La obra final es un monumental diccionario de 20 enormes volúmenes en tela azul marino y papel de la mejor calidad. Contiene 15 mil páginas y medio millón de palabras. Y aún hoy, que puede consultarse en la red o adquirirse en CD ROM, se vende bien por tres mil dólares y es considerado por impresores, libreros, encuadernadores y académicos del mundo entero como el paradigma de su género: una publicación que hace honor a su elegancia literaria y reconocida erudición.