Pauper inversus (pobreza inversa) n

n Armando Ameneyro-Xochimeh n

Con excepción de los robos, la contaminación y el tráfico, vivir en una gran ciudad es un privilegio y un paraíso, pensamos. Emular y glorificar la vida de los estadunidenses es ocupación cotidiana que tenemos 80 por ciento de mexicanos occidentalizados.

En el contexto anterior, el mundo indígena parece no existir; baste con observar en cualquier calle céntrica, cómo pasamos de frente ante el reclamo de ayuda de nuestros hermanos indígenas y no somos capaces de obsequiarles, al menos, una mirada.

¿Chiapas?, es cierto, sacudió conciencias, pero los tojolabales, tzotziles y tzeltales están muy lejos de nuestras grandes ciudades.

La Leyenda de los Cinco Soles refiere las destrucciones del mundo, originadas por un cataclismo cósmico, por el viento, por el fuego y por el agua, ¿la próxima será causada por el hombre? Considero que no, porque nuestra cultura mesoamericana tiene opciones, ¿las conocemos? No, ¿queremos saber cuáles son? Parece que no. No hemos querido prestar oídos y hasta nos parece inverosímil que la mexicanidad tenga alternativas milenarias y que se reflejan en la sencillez de la vida cotidiana de los pueblos: ¡la armonía con el Cemanahuac, con el Universo!

Lecciones de silencio

El tlacuilo Natalio Hernández en su libro In tlahtolli, In ohtli: La Palabra-El Camino nos invita justamente al rencuentro con los dos Méxicos; a compartir el pensamiento a la luz de la mexicanidad del Sexto Sol: el alumbramiento del nuevo milenio.

Pauper Inversus parte de ese encuentro con mis hermanos nahuas de la Sierra Norte de Puebla. El medio fue la palabra. Alguna vez leí esta sentencia: sólo cuando entiendes la lengua de un hombre, entenderás su pensamiento. Totlazohnahuatlahtolli -nuestra amada lengua náhuatl- me acercó por primera vez al pueblo de Xinachapa, Puebla.

Mis encuentros y convivencias con los habitantes de ese lugar han sido un golpe a mis ojos occidentales. Las primeras lecciones que recibí fueron de silencio, mutismo y miradas de desconcierto.

Ahora comprendo que su pobreza es material: en el fondo del pueblo de Xinachapa y su gente hay una riqueza humana y espiritual. Un saludo que apenas roza la mano no significa debilidad ni falta de afecto, sino armonía y calor humano.

Insisto, hay mucho que escuchar en sus silencios, pero los ruidos de nuestra ciudad no nos dejan. Hay mucho que mirar, pero nuestros ojos occidentalizados no nos dejan percibir su mundo. Hay mucho que aprender, pero aún no alcanzamos a advertir su cosmovisión. Todo esto, dicho por un mexicano interesado en comprender mejor nuestros orígenes y encontrar nuestras raíces. De este incipiente encuentro con el pueblo de Xinachapa, nació el poema Pauper Inversus que he dedicado con afecto a mi compaletzin Petzin (Pedro) Santiago Xacualco.

Pauper Inversus

Pobreza inversa

¿Quién es más pobre?

Tú Compadrito tú;

ahora me doy cuenta

¡me asusta tu pobreza!

Yo tengo cubiertos de acero de Japón

con nuestras iniciales grabadas;

en cambio tú,

tú mereces con tus manos el fruto de

la tierra.

Bebo agua purificada de un garrafón,

pero tú,

tú tienes un río y muchos manantiales.

Tengo focos por toda la casa;

en cambio tú,

tú te alumbras con la luna y te guiñen

las estrellas.

Mis hijos se desplazan en automóvil

por calles y avenidas que cubren la

tierra de asfalto;

en cambio tus hijos,

tus hijos merecen tocar con sus pies

a Totlazohtlalnantzin,

nuestra amada madre tierra.

Tengo televisión, pero a diario miro

cómo se degrada el hombre;

en cambio tú,

tú recibes noticias de los ciclos de

la tierra

a través del color de los cafetos.

Yo vivo en una gran ciudad, pero cae

lluvia ácida, hay smog

e inversiones térmicas;

en cambio tú,

tú recibes la esencia que derraman

los cántaros de los Tlaloques,

los mensajeros de Tláloc, Señor

de la lluvia.

¿Quién es más pobre?

yo Compadrito yo.

Tú posees mayor riqueza,

tu casa es más grande que mi casa

tus ventanas bañan su mirada del verde

de interminables montañas.

Tú eres más rico... en todos los rumbos

y en todos los sentidos.

Tus manos tocan los frutos de la tierra,

tus oídos se deleitan con el trinar de

inumerables aves,

tus pies perciben el calor de la tierra

y tu vista se recrea con el verde de

los campos y los cerros.

Vives ahí,

donde el cielo se junta con la tierra,

donde las nubes duermen entre

cafetales y

comparten su misterio con los

hombres de tu pueblo: Xinachapa.

Mexihco, 10 de enero de 1999.