Ùn Reconocimiento a la poeta en el Centro Nacional de las Artes

Con homenajes o sin ellos, diré lo que me resta en el tintero: Alardín

Ť A los escritores nos conviene ser marginales para seguir evolucionando, sostiene

César Güemes n Móvil en su elemento, la literatura, Carmen Alardín regresó momentáneamente a la ciudad de México para recibir el homenaje nacional que anoche tuvo lugar en el Centro Nacional de las Artes. Lo merece. Y lo mismo merecería de una vez la recopilación de su obra completa. Ante la ausencia de ese material, frente a la casi imposibilidad de conseguir sus libros, es necesario hablar con la autora de ...Y siempre habrá una vez, tan vital y activa intelectualmente como es ya su costumbre.

-Su obra ha sido reconocida con premios como el Xavier Villaurrutia y usted ha recibido homenajes varios. Sin embargo no es sencillo encontrar sus poemarios. ¿Cuál es la diferencia entre discreción y marginalidad?

-A los poetas nos conviene ser marginales para seguir evolucionando. Si sales, te convencen de que eres esto o lo otro, de que escribes de tal o cual forma, te la crees.

-Sin embargo la marginación implica que el trabajo sea difundido escasamente, Carmen.

-De todos modos la poesía se divulga a cuentagotas. Son las universidades las que más publican a los poetas, y no son instituciones con técnicas de difusión. Ya ves, a mí me han publicado tanto en recintos educativos y nunca se supo.

Dos espejos vacíos

-A estas alturas de su trayectoria, ¿cómo vive la sensación de que paradójicamente su obra aunque publicada permanezca en cierto sentido inédita?

-Me gusta cómo ha transcurrido mi vida. A lo mejor si hubiera sido muy conocida no conseguiría escribir lo que quiero. Cierto teórico dice que la poesía debe decantarse, cristalizarse, hacerse despacio. La lentitud, digo yo, implica aislamiento. En todo caso, la poesía no deja dinero. A partir de ella alguien puede conseguir un puesto, pero eso quita tiempo. Muchos se han muerto como poetas porque les dan un cargo en alguna dependencia.

-Es posible que se piense que un novelista requiere un lapso amplio para producir 400 cuartillas, y que el poema se da sencilla y casi automáticamente. Lo que usted afirma es lo contrario, la poesía es trabajo.

-Un poemario por más corto que sea implica un proceso largo. Juan Ramón Jiménez lo hacía 34 veces y creo que no exageró. De joven uno piensa que es todo muy fácil. La verdad es que un poema hay que rescribirlo mucho. Y luego viene el orden de los fragmentos. Por ejemplo, ahora que hice Caracol de río cambió hasta el nombre. Me auxilió Dionicio Morales con el orden, él que tiene más perspectiva y a quien le ha tocado ser mi presentador, me tiene muy estudiada.

-Hable un poco de su generación, del tiempo que pasa en el taller de Juan José Arreola, por ejemplo.

-Ahí conocí a Homero Aridjis, que llegó sin publicar nada aún. Recuerdo a Carlos Payán, que hacía cuento y poema. Acudía también Tita Valencia, que era muy buena en sus cuentos, pero le ganó la carrera de concertista. A Leñero también lo frecuenté, sobre todo cuando dirigía Claudia. Yo trabajé ahí, además de participar en Bienestar, Buenhogar y Teleguía.

-¿Qué hacía una poeta en esas publicaciones, con la excepción de la Claudia de Leñero?

-Conocer personas. Reunirse nada más con poetas es como poner frente a frente a dos espejos vacíos, no hay mucho fondo por más profundos que sean. Luego traté con investigadores, cuando estudié la licenciatura y la maestría en la UNAM. Trabé amistad con Sergio Fernández, que además de mi maestro era escritor. El me conectó con personas que me publicaron primero en Cuadernos del Viento y luego en Cuadernos del Unicornio. El mismo Juan Rejano me invitó a difundir mis textos en el suplemento de El Nacional.

-¿Cómo fue su trato con Alfonso Reyes, al que también conoció?

-Bueno, lo conocí cuando yo todavía andaba de caireles, a los 15 años. Y luego me mandó, dedicado, uno de sus libros de ensayo. Frecuenté poco a Reyes, pero mi esposo, que hace radio, lo trataba más, le grabó varias ponencias.

-¿Cómo fue su primera madurez?

-Igual, sigo como cuando antes. Desde que el cerebro madura ya se tiene la visión del mundo, y si no la tienes, la pides prestada. No sé cuál es la madurez, a veces tiene uno regresiones, como decía Nervo de los hombres que a los 45 se alocaban. Lo que hice más tarde fue intentar el cuento y el libro-disco No pude detener los elefantes. Eso me lo editó un amigo de José Revueltas, el escultor Manuel Fuentes, que iba mucho a visitarlo a la cárcel. Además, teníamos un grupo con Eunice Odio, Michelena, Monteforte Toledo, Mejía Sánchez y Monterroso.

``Nos juntábamos para hacer sonetos, criticar a medio mundo y a nosotros mismos. Pienso que Eunice era muy buena poeta, desgraciadamente olvidada.''

Papaya con vodka para José

-¿De qué hablaba con Revueltas?

-De sus libros, sobre todo, y de política. Comencé a visitarlo por Manuel Fuentes, que luego se fue a Bélgica y allá trabajó muy a gusto. Y por Eunice, que era muy cercana a él. José me contó que estaba desilusionado del Partido Comunista, cuando le dieron la espalda después de todo lo que hizo por esa causa. Le llevaba papaya inyectada con vodka; la amistad me hacía cometer esa travesura.

-Quizá lo que sí cambia, independientemente de que el cerebro madure temprano, es la manera de trabajar la poesía. ¿Cómo es esa variación en usted si es que ocurre?

-Ahora trabajo más. De joven uno pierde mucho el tiempo, coqueteando con la posibilidad de ser guionista de cine o poeta o cuentista. Hasta danza contemporánea estudié. Después de conocer a Arreola me di cuenta que mi vocación firme era escribir. El me ayudó con eso. Y aunque estaba convencida, todavía manejé la posibilidad de ser investigadora.

``A los investigadores les va mejor que a los poetas. Pero ya que tomé este camino, veo que luego de pasar los 50 años, la vida te apura demasiado y escribes diario. Yo escribía muchísimo, pero hasta después de esa edad me dediqué casi de tiempo completo.

``Cualquier rato le suenan a uno la campana y te vas a la otra dimensión. A la edad que tengo el único trabajo que puedo hacer es mi poesía. Y no quiero dejar nada en el tintero antes de irme. Todavía tengo tres proyectos en mente. Total, Borges escribió sus mejores poemas después de los 70 años. Ante todo en él eran puras ideas versificadas.

``La madurez de un poeta quién sabe cuándo se dé. También en la poesía hay regresiones. Sobre todo entre los famosos sucede eso. Afortunadamente, siempre hay alguien que desde fuera le dice a uno que no va bien.''

-Hable de ...Y siempre habrá una vez, ¿cuándo lo escribió?

-Hay personas que lo quieren mucho. Mi hijo Jaime Garza lo dice con sus amigos actores y lo escenifica de varias maneras. Lo hice en 1962. Primero se publicó en una antología, antes de aparecer en Entreacto, que es el sitio que le corresponde. Fue realizado hace mucho tiempo y me da gusto que siga vigente.

-¿Le han ofrecido publicar sus obras completas hasta el momento?

-Me lo ofreció Bernardo Ruiz, pero se salió de la UAM. Luego he visto la posibilidad de que aparezcan en Lecturas Mexicanas. Es posible y me gustaría, porque es una colección asequible y sé que mi público, cuando ofrezco algún recital, es muy joven.

-¿Los homenajes la satisfacen?

-Comprometen a mejorar y a hacer más. Si alguien se preocupa por uno, se agradece. Los homenajes hacen bien, pero pueden hacer daño porque a veces uno no entiende las razones del asunto. Los realizan con afecto y por eso se aceptan. Lo que me queda en el tintero lo voy a decir, con homenajes o sin ellos.

-Parece como si eso que, dice, le resta en el tintero lo tuviera muy calculado.

-Uno sabe cuando ya la vida se le va haciendo menos. No le tengo ningún miedo al otro lado. Ninguno.

``Es más, sé que cuando me vaya iré a un sitio mejor, a continuar con mis cosas, a ser siempre inquieta. Si alguien se acerca a mi tumba a decir `descanse en paz', me levanto y le miento la madre.''