La Jornada viernes 22 de enero de 1999

Luis Javier Garrido
La sentencia

La sentencia del juez de distrito de Almoloya de Juárez, Ricardo Ojeda Bohórquez, que encontró culpable a Raúl Salinas de Gortari por el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu y por falsificar documentos (21 de enero), condenándolo a purgar una pena de 50 años de prisión y a reparar el daño, no es una simple decisión jurídica que culmina un proceso criminal, sino un acontecimiento trascendental en la vida política del país, que fortalece a Ernesto Zedillo en la silla presidencial, aun en contra de su voluntad, y le da renovada autoridad para designar al candidato del PRI.

1. El primer efecto de la sentencia condenatoria, que muy difícilmente podrá ser revertida por la instancia de apelación, es el de culminar una ruptura de Zedillo con su predecesor, Carlos Salinas, quien según reportaron los medios estuvo dirigiendo a la defensa desde La Habana, confiado en que la sentencia sería absolutoria y que, en virtud de que la reforma penal que hizo en su gobierno estableció que el delito de enriquecimiento ilegítimo no es ``grave'', Raúl podría salir libre en unas horas y él podría regresar al país a intervenir en la sucesión presidencial. El tono de salinismo triunfante que tuvieron algunos medios, como Televisión Azteca el día de ayer, que prácticamente anunciaban una sentencia absolutoria, confirma lo sorpresivo de la decisión.

2. El país vivió durante casi cuatro años un proceso penal caracterizado por la muy deficiente actuación de un Ministerio Público Federal que incumplió su obligación constitucional de investigar en serio el delito, y que lo mismo bajo la autoridad del panista Antonio Lozano que de la de Jorge Madrazo, lejos de documentar la culpabilidad del indiciado pareció en todo momento preocupado por aportar falsas evidencias en una abierta colusión con el salinismo dominante en la vida política del país, y dejando la puerta abierta para una sentencia absolutoria.

3. Los historiadores esclarecerán algún día cuál fue el tenor del acuerdo no escrito entre Carlos Salinas y Ernesto Zedillo en casa de Arsenio Farell aquella noche de febrero de 1995, pero es presumible que éste no suponía el castigo de Raúl, y que si algo cambió en los últimos meses fue la presión del gobierno de Clinton para que Salinas quedase fuera de la sucesión presidencial y Zedillo, malgré lui, la tomara en sus manos: con la evidente intención de entregarle el poder a una nueva generación de tecnócratas.

4. El hilo se rompe por lo más delgado, y esta vez parece que fue la desbocada ambición de Carlos Salinas por retornar al país e intervenir en la sucesión presidencial del 2000 la que determinó el veto definitivo de Washington tanto a) a su regreso, como b) a que siguiese interviniendo en las decisiones sobre la vida de México. Es muy pronto aún para saber si Estados Unidos va a retirar a Salinas la narcoamnistía de que ha disfrutado, pero lo cierto es que su ascendencia en la vida pública del país llega a su ocaso.

5. Los últimos intentos de Carlos Salinas por intervenir en la lucha por la sucesión alentando lo mismo al gobernador poblano Manuel Bartlett, que siempre lo defendió, que al panista Vicente Fox, con quien tenía una alianza evidente, o publicando, en una evidente muestra de sus ambiciones sicopatológicas, un artículo crítico al neoliberalismo, escrito al alimón con el profesor brasileño Roberto Mangabeira, en la revista Challenge, que con mucho orgullo reprodujo Reforma (20 y 21 de enero), no hicieron más que precipitar su desastre: Washington le dijo no a Salinas.

6. La sentencia no es, por lo mismo, sólo a Raúl, a quien se pretendía un ``hermano incómodo'' que actuaba a espaldas de su hermano, sino a esa familia que a todas luces cometió crímenes sin límites, y muy especialmente a Carlos Salinas, que nadie puede dudar ya que ha sido el mayor criminal de Estado en la historia contemporánea de México, y que aún no ha sido juzgado. Los asesinatos del cardenal Posadas y de Colosio, y los crímenes contra la nación aún aguardan un esclarecimiento.

7. El primer efecto político de la sentencia es obviamente el de consolidar a Ernesto Zedillo en la silla presidencial, aun a pesar suyo, fortaleciendo su posición en vistas a la sucesión para imponerle candidato al PRI, con lo que se le abren nuevas posibilidades a aquellos de sus candidatos que no tienen vínculos fuertes con el salinismo, y principalmente a Esteban Moctezuma, titular de Sedesol, si se mantienen los candados a los estatutos del Partido Revolucionario Institucional, o a Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud, si los candados son eliminados por la próxima Asamblea Nacional.

8. Ernesto Zedillo, en todo caso, se tornará más peligroso en el ejercicio del poder, por sus inercias represivas.

9. La sentencia lesiona, por otro lado, en lo político las aspiraciones de Vicente Fox, el neopanista amafiado a Salinas, y a todos aquellos que desde el aparato del PAN mantuvieron sólida la alianza con el salinismo: de Diego y Castillo Peraza a Felipe Calderón. Deja de lado en la carrera por el 2000 a todos los dinosaurios del priísmo, vinculados a Salinas, que están en lucha abierta por la postulación oficial: de Bartlett a Madrazo, de la misma manera que pone en el banquillo de los acusados a todos los políticos y narcobanqueros que siguen disponiendo del país.

10. La sentencia es jurídica pero es también política: sigue sin haber en México un estado de derecho, y ante las pugnas de las élites, la sociedad debe asumir con mayor responsabilidad el desafío histórico ante el cual se encuentra.