Enero, mes típicamente frío y tradicionalmente apacible, contrasta con los acalorados tiempos políticos que, apenas iniciado el año, se registran ya en múltiples frentes, tan sólo aquí en la ciudad de México.
Empieza el ciclo anual con la marcha magisterial, exigiendo la liberación de cinco maestros que han recibido el veredicto judicial, injusto y represivo, como si se tratara de delincuentes con un historial criminal lleno de secuestros, o como si fueran parte de un grupo terrorista especializado en motines.
Se inscribe también en este catálogo de apertura de año la constante de la inseguridad pública y la recurrencia de la contaminación ambiental, que afectan la convivencia, la salud física y social, e irritan cada vez más a la ciudadanía, que vuelve a exigir tomar medidas a fondo.
Sigue la diatriba del monto del endeudamiento del Distrito Federal, atada a la necedad de diputados priístas y panistas de regatear recursos que se aplicarían en bien de la ciudad.
En los primeros días del año, se derrama ya una cascada de aumentos de precios que empobrecen más a la población, como es el caso de la tortilla y la leche, o con nuevos impuestos, como ocurre en las gasolinas, que se reciclarán en los costos de bienes y servicios, sin contar con las medidas unilaterales, usureras y meramente de paliativos que se quiere imponer a los deudores de la banca.
Se registran, en paralelo, otros temas del orden político, que ya empiezan a despuntar con una intensidad inusual o hasta en forma inédita. Ahí están en conjunto los cambios que se avecinan en las dirigencias de los partidos políticos en el Distrito Federal, pero también en el ámbito nacional, y ya no digamos las candidaturas presidenciales con miras al 2000, que han avanzado a ritmo vertiginoso en las inmediaciones de la opinión pública.
Se anota igualmente dentro de esta dinámica social que marcan los nuevos tiempos políticos de la sociedad mexicana, la corriente Opción Nueva República, que ha surgido con fuerza y buenos augurios, a fin de generar un proyecto de nación abanderado por Porfirio Muñoz Ledo, que impulse cambios profundos que tendrán que construirse colectivamente y con la participación plena de sectores, grupos, organismos y la sociedad en su conjunto, en el ámbito de un nuevo pacto social.
Como se ve, la agenda política es amplia y más aún si recordamos las grandes prioridades y pendientes nacionales, como Chiapas y la reforma del Estado.
Y así otros sucesos trascendentes delínean desde ahora cauces que marcarán hondamente los destinos de 1999, y que en algunos casos incluso se extenderán y perfilarán hasta fin de siglo.
En conclusión, si aplicáramos una visión dual a la realidad presente, podríamos exclamar entonces: ¡Cómo empezamos! Pero aconsejaríamos también que nos preguntáramos todos: ¿Cómo empezamos?, para beneficiar más a la nación.