Hoy día, hay ocasiones en que aplicarle a un grupo musical el calificativo de ecléctico se presta a suspicacias, sobre todo porque este término suele usarse como un eufemismo para ocultar conceptos como dispersión o indefinición. En el caso de The King's Singers no hay tal riesgo, ya que se trata de un grupo en el que el eclecticismo significa amplitud, variedad y una síntesis sabiamente lograda entre los lenguajes tradicionales y las propuestas sonoras modernas. El pasado fin de semana, el sexteto vocal inglés se presentó en la Sala Nezahualcóyotl con un sorprendente lleno absoluto y con un éxito total, ganado a toda ley. El recital se caracterizó sobre todo por un altísimo nivel técnico y expresivo, mantenido a lo largo y a lo ancho de un repertorio ampliamente diversificado, que resultó ser un buen muestrario de las capacidades interpretativas del conjunto.
Especial mención merecen, por ejemplo, las dos piezas del recital en que el grupo vocal se convirtió en un ensamble instrumental, dejando a un lado los textos para concentrarse en la vocalización pura y en la producción de singulares efectos sonoros. Aunque parezca increíble, el sonido más parecido a un trombón con sordina que he escuchado jamás surgió esa tarde de la bien entrenada voz del tenor Paul Phoenix, quien en compañía de sus colegas recreó con un envidiable espíritu lúdico una banda de jazz para interpretar al inolvidable Duke Ellington. El mismo tratamiento recibió, bajo sus propios parámetros y con especial énfasis en el humor musical implícito, la obertura de El barbero de Sevilla, de Rossini. Además de mostrar un dominio pleno de diversas técnicas, de la afinación y del balance, los integrantes de The King's Singers se mostraron también como arreglistas de primer orden. En este campo, destacó sus versiones al clásico de los Beatles, Ob-La-Di, Ob-La-Da y a la tradicional canción inglesa Greensleeves. En ambos casos, el grupo puso de manifiesto su habilidad para alterar sutilmente la armonía original de estas piezas, dándoles un color inesperado pero sin perder de vista las raíces. También muy efectivo resultó su arreglo e interpretación a una de las más dulces baladas de Billy Joel.
Es probable que el punto culminante del recital de The King's Singers haya sido la ejecución de la suite Lalela Zulu, de Stanley Glasser y Lewis Nkosi. Estas seis breves piezas vocales pintan con singular poder evocativo diversos momentos, ambientes y situaciones de los barrios bajos de Johannesburgo. El hecho de que los autores de Lalela Zulu sean sudafricanos da una especial credibilidad a la obra, que fue interpretada por el sexteto con una carga emotiva especial, haciendo recordar en ciertos momentos el trabajo del grupo vocal africano Ladysmith Black Mambazo. La parte contemporánea del programa estuvo dedicada a Time Piece, de Paul Patterson, una obra conceptual llena de efectos vocales de todo tipo utilizados para narrar una improbable preocupación por los relojes de pulso en el Paraíso.
Por sí mismo, el éxito de The King's Singers en todas estas exploraciones genéricas y estilísticas sería suficiente para calificarlos como un espléndido grupo vocal. Pero aún hay más. En la primera parte del programa, el grupo británico cantó impecablemente una selección de madrigales ingleses del Renacimiento, combinando con inteligencia los lamentos con las piezas alegres y extrovertidas, demostrando un gran respeto por las cuestiones textuales, prosódicas y rítmicas. La misma excelencia fue mostrada en su versión de cuatro canciones de Johannes Brahms, a las que dieron el tratamiento serio, profundo y cálido que se merecen estas obras del gran compositor hamburgués.
Pero la verdadera medida de las cualidades óptimas de The King's Singers pudo ser apreciada en la obra que abrió el programa: una interpretación conmovedora, perfectamente equilibrada de la pieza Musica Dei donum optimi, de Orlando di Lasso. Es en esta región del repertorio donde el grupo inglés ha demostrado a lo largo de los años la solidez de sus cimientos musicales; quien canta así la gran polifonía antigua, bien puede darse el lujo de imitar relojes, sordinas, percusiones, saxofones y todo aquello que le plazca. Las raíces son de primer nivel, y lo que The King's Singers construyan sobre ellas habrá de ser necesariamente bueno. Un gran recital vocal para comenzar las actividades internacionales de música en 1999.