Ť El mandatario y el pontífice se volverán a reunir hoy, en Los Pinos


La visita, gran aliento para nosotros, dijo Zedillo

Rosa Elvira Vargas Ť El pueblo de México recibe a Juan Pablo II, orgulloso de pertenecer a un país que siempre ha defendido la paz y que nunca ha sido expansionista ni agresor; un pueblo que sufre carencias en lo material pero que tiene una ''inmensa riqueza espiritual'', expresó el presidente Ernesto Zedillo al dar la bienvenida al jefe de la Iglesia católica, la tarde de ayer, en esta capital. El primer mandatario resaltó también que los mexicanos ven unidos hacia el porvenir y, convencidos, edifican una democracia fundada en la ley, el respeto a los derechos humanos, el diálogo y la participación ciudadana.

Zedillo leyó un texto breve al pontífice, en la cual le expresó también la gratitud que sienten hacia él los mexicanos por haber elegido al país para dar un mensaje de paz, esperanza y concordia que aguarda toda América.

Recordó que México es la segunda nación con mayor población católica en el mundo, y le pidió: ''háganos el favor de pronunciar su palabra, que será escuchada y muy apreciada por todos, pero también háganos el favor de disfrutar nuestros colores, nuestros sabores, nuestros cantos''.

El Papa Juan Pablo II y el jefe del Ejecutivo volverán a encontrarse hoy en la residencia oficial de Los Pinos y se reunirán también con el cuerpo diplomático. Casi al concluir su discurso, el presidente pidió al visitante que disfrute el fervor religioso, la devoción guadalupana y la alegría de los católicos mexicanos.

A continuación, el texto íntegro del mensaje presidencial:

Su Santidad, Juan Pablo II:

Con el mayor cariño, los mexicanos damos a usted la más cordial bienvenida.

Nos sentimos muy contentos de que, por cuarta ocasión, visite nuestra patria.

Los mexicanos sabemos que usted nunca olvidará la alegría, la emoción y la gratitud con que hace 20 años lo recibimos en la primera gira pastoral de su pontificado.

Como en cada una de las visitas de Su Santidad, lo espera un pueblo que lo quiere, lo respeta y lo admira, por traernos siempre un mensaje de paz, que es ideal supremo de la humanidad.

Los mexicanos estamos orgullosos de que nuestro país siempre haya defendido la paz entre las naciones; de que México nunca haya sido una nación expansionista ni agresora, y de que siempre haya dado refugio a los perseguidos.

La visita de Su Santidad nos alegra profundamente, pues usted representa el afán de justicia que debe estar en el corazón de cada ser humano y que debe guiar la tarea diaria de toda persona y toda sociedad.

Su visita será un gran aliento para los mexicanos, pues usted siempre ha llamado a la unidad que debe hermanarnos a todos.

Unidos los mexicanos, lo recibimos con júbilo y esperanza, pues usted siempre ha exaltado al valor de la solidaridad que nos mueve a ayudarnos unos a otros, a sumar voluntades, a que cada uno se sienta más fuerte, apoyado en la fortaleza de todos.

Recibe a su Santidad un pueblo que sufre carencias en lo material, pero que tiene una inmensa riqueza espiritual. Esa riqueza espiritual nutre el esfuerzo y la perseverancia del pueblo de México para multiplicar las oportunidades, disminuir las desigualdades que tanto nos lastiman y lograr una vida digna para todos.

Recibe a Su Santidad un pueblo que con entera convicción está edificando una democracia fundada en la ley, el respeto a los derechos humanos, el diálogo y la participación ciudadana.

El pueblo mexicano está orgulloso de ser mezcla de razas, lenguas y culturas; está orgulloso de que, siendo la segunda nación con mayor población católica en el mundo, en nuestro territorio convivan libre y fraternalmente hombres y mujeres de distintas religiones y creencias.

Su Santidad podrá comprobar que el pueblo mexicano mira con confianza hacia el porvenir, porque cuenta con el ímpetu noble y generoso de los jóvenes y sabe guardar respeto a sus mayores; porque tiene el ejemplo de responsabilidad y ternura de las mujeres, y cuenta con la fuerza moral de las familias.

Los mexicanos tenemos confianza en el porvenir, porque nos estimula la entereza y el afán de superación de quienes son afectados por alguna discapacidad, y porque aprendemos de la dignidad de nuestras comunidades indígenas, y nos apremia a saldar la deuda de justicia que tenemos con ellas.

Los mexicanos recibimos a Su Santidad con una muy especial gratitud, porque sabemos que ha escogido nuestra tierra para dar un mensaje de paz, esperanza y concordia que aguarda toda América.

En esta visita pastoral, háganos favor de pronunciar su palabra, que será escuchada y muy apreciada por todos, pero también háganos favor de disfrutar nuestros colores, nuestros sabores, nuestros cantos.

De manera especial, le pedimos que disfrute al favor religioso, la devoción guadalupana, el amor y la alegría de los católicos mexicanos.

Sus palabras darán dicha y fortaleza de ánimo, a todo hombre y toda mujer de buena voluntad.

Por eso, quiero decir a Su Santidad, en nombre de millones y millones de mexicanos, que lo recibimos con el corazón en la mano.

Su Santidad, Juan Pablo II, sea bienvenido a su muy amado y su muy hermoso México; sea muy bienvenido a su México amigo.