DISQUERO Ť Pablo Espinosa

Una música clásica de Buenos Aires

 

astor Creación en estado puro, el estilo y la idea plasmados en vasta producción trasciende, ya, décadas. Hablamos de la música de Astor Piazzolla, una de las manifestaciones más acabadas del concepto de belleza que han surgido en mente de músico alguno durante esta centuria. Piazzolla, un clásico del siglo XX, creó una estética sonora formidable. El radio de su influencia es tan devastador en otros compositores, pero sobre todo ųy he ahí el secreto de su eterna juventudų en los corazones, crecientes en número y en dicha, de quienes escuchan en algún momento su música y quedan prendados de por vida. Pueblan anaqueles maravillas: este autor es de quienes no existe disco malo. Detengámonos en una de ellas, la cual es, junto con La Camorra (Nonesuch), grabación póstuma. Se trata de Tango: Zero hour (Hora cero, Nonesuch), grabado en mayo de 1986 en Nueva York y que constituye, en opinión del propio Piazzolla (1921-1991), "el mejor disco que he hecho en mi vida. Pusimos nuestras almas en él, es el disco que le puedo dar a mis nietos y decirles: esto es lo que hicimos con nuestras vidas". Suena el disco en sus versos de éter, acaricia el viento el bandoneón, címbrase el arco del contrabajo, descrucifícanse las teclas de un piano, entre el resplandor de ojos entornados de esta música y una corriente eléctrica, temblor de hojas húmedas, recorre nuestra espalda como un ave disfruta de un jardín. Hora cero enamora, encanta, subyuga, atrapa de por vida. Esto podemos hacer de nuestras vidas: belleza.

 

Una ópera de Buenos Aires

 

maria Hay una poética en la obra piazzolliana por medio de la cual puede explicarse la magnificencia de su genio. Como concepto, entonces, sólo es posible acceder a ella mediante el acto ųamoroso siempre en este músicoų de escuchar, pues las palabras son esperanza inútil en tal caso. He ahí una de las razones por las cuales el "tango" de Piazzolla no es cantado, pues es tango, pero no tanto ("no tengo tanga", dijo el desnudista). No se trata, empero, de una abdicación del verbo, la derrota de la lengua viva o una posición empecinada en el silencio. La poética de don Astor se expresa por medio de su bandoneón angélico y su orquesta de cámara (El Negro Suárez, pareja fundamental, en violín; Pablo Ziegler en el piano; Horacio Malvicino en la guitarra, y Héctor Console en contrabajo), en algunos pocos tangos que se cantan (la hermosa pieza titulada Los pájaros perdidos, por ejemplo) y en, sorpresa, una ópera, llamada "operita" por Horacio Ferrer, autor del libreto y narrador en el disco, de aparición reciente, titulado precisamente María de Buenos Aires (Teldec), con la participación de una de las varias luminarias (nombremos, es irresistible, a la más reciente: el chelista Yo-Yo Ma) de la música de concierto que han entendido a cabalidad la dimensión universal, atemporal, de la música de Piazzolla. Nos referimos al violinista Gidon Kremer, quien con los cantantes Julia Zenko y Jairo, entre otros músicos, nos narran una historia porteña que no hubiera pasado a la posteridad de no ser porque la partitura es de un músico genial: Piazzolla. (Pablo Espinosa)