JUAN PABLO II: EXHORTACIONES PERTINENTES
En sus diferentes pronunciamientos públicos, y en especial al dar a conocer las conclusiones del Sínodo de las Américas efectuado en 1997, el papa Juan Pablo II ha formulado importantes señalamientos en torno a temas cruciales para México y el resto de las naciones del continente. La consolidación de la democracia, el respeto absoluto a los derechos humanos, la erradicación de toda forma de discriminación, la agudización de la pobreza y el ahondamiento de las desigualdades sociales por causa de la globalización económica, el peso abrumador de la deuda externa de numerosos países, las lacras de la corrupción y el narcotráfico, y la protección del medio ambiente son algunos de los asuntos que, con mayor insistencia, fueron tocados en las alocuciones del máximo jerarca católico.
Si bien estas reflexiones --provistas de una fuerte carga política y social-- tienen como destinatarias a las sociedades de todo el continente americano, para México tienen una significación especial, pues aluden a muchos de los retos y problemas más acuciantes que la nación deberá afrontar en los próximos años.
En lo político, los señalamientos del pontífice en lo relativo a la vigencia de los derechos humanos --por desgracia, constantemente violados en nuestro país--, el fortalecimiento de la institucionalidad democrática y la necesidad de reconocer a los pueblos indígenas como propietarios originales de las tierras que habitan, deberían suscitar la reflexión entre las clases gobernantes para --como lo ha exigido reiteradamente la mayoría de los mexicanos-- atacar de raíz las causas que originan la vulneración de los derechos fundamentales (la impunidad, la corrupción y las deficiencias del sistema de justicia, entre otras), despejar los obstáculos que, desde el poder, frenan o pretenden manipular las decisiones democráticas de la sociedad y el ejercicio de las libertades, y cumplir los compromisos contraídos en el marco de las negociaciones de paz en Chiapas. Como lo señaló el pontífice, y como lo afirman el derecho y el sentido común, ninguna conveniencia política o interés particular pueden trasgredir ni conculcar las garantías y los derechos de ninguna comunidad o persona.
Por otra parte, las autoridades del país bien harían en tener en cuenta las críticas emitidas por el Papa al capitalismo salvaje --que antepone las dinámicas del mercado y los intereses de los poderosos al bienestar de las sociedades-- pues, para infortunio de la inmensa mayoría de los mexicanos, la política económica aplicada en el país en las últimas dos décadas ha tenido como consecuencias la agudización de la pobreza y la desigualdad, el crecimiento del desempleo y de la economía informal y el deterioro acelerado del salario. Modificar el modelo económico vigente y proteger a los sectores productivos de los efectos negativos de la globalización son medidas indispensables no sólo para propiciar un desarrollo económico más justo, incluyente y equitativo, sino para restablecer el lastimado tejido social del país.
Debe señalarse que ninguna de las exhortaciones de Juan Pablo II --ciertamente pertinentes y profusamente difundidas-- son nuevas para los mexicanos. Por el contrario, son un reflejo de las experiencias, las demandas y las aspiraciones de la sociedad y, por ello, deberían ser atendidas a la brevedad por los gobiernos, cualquiera que sea su credo o su afiliación ideológica. Contribuir para remediar las condiciones de miseria, desigualdad y desesperanza de millones de mexicanos, así como reconocer y hacer valer los derechos de todos, en especial los de las minorías y los grupos sociales más débiles, como los pobres y los indígenas, son obligaciones políticas y morales de autoridades y ciudadanos.