Amalia García aterrizó su propuesta: quería ``muerte súbita''. Es decir, que en una primera ronda de votación la Convergencia Democrática Nacional definiera su candidato (o, mejor, su candidata). La senadora zacatecana traía un as bajo la manga: el sondeo que encargó en el congreso perredista de marzo de 1998, según el cual 35% de los encuestados consideraron que ella ``debería ser'' la próxima líder del PRD (Jesús Ortega aparecía con un lejano 12%). No hubo acuerdo. García siguió sola su camino.
En el otro extremo vino el diputado Pablo Gómez, quien propuso rondas sucesivas de votación hasta que uno de los aspirantes obtuviera dos tercios de los sufragios. Le dijeron que sería cosa de nunca acabar. Tampoco hubo acuerdo.
Finalmente, la Convergencia, corriente de última hora armada para contender en la sucesión de López Obrador, decidió el mecanismo de una votación simple y una segunda ronda con los candidatos que hubieran obtenido mayor número de adhesiones.
El ejemplo anterior ilustra las dificultades del PRD en el camino de la renovación de su dirigencia nacional. Una feria de amarres, reacomodos, alianzas históricas y de ocasión... y de amagos a granel.
Los contendientes forman una lista diversa: de líderes que vienen preparándose para este momento desde hace varios años a otros que sólo buscan asegurar su sobrevivencia política (es decir, un cargo).
Al menos por el momento, y mientras acaban de definirse candidaturas y alianzas, el debate no ha rebasado los asuntos relacionados con la calidad de la elección y el derecho de algunos a participar.
La competencia arranca dispareja. Unos comenzaron sus campañas hace varios meses y otros todavía no deciden si le entran.
El candidato ``oficial''
Jesús Ortega Martínez dejó la secretaría general del PRD el 10 de enero para iniciar formalmente su campaña. Sin embargo, como supo todo mundo, el arranque venía de lejos. En agosto de 1998 visitó a Cuauhtémoc Cárdenas en la sede del gobierno capitalino. Acompañado de una veintena de líderes regionales, Ortega anunció al jefe de gobierno capitalino su decisión de contender.
Se erigió entonces en una suerte de ``candidato oficial'', y se entendió que iba avalado por Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.
El siguiente paso fue poner en marcha una estructura de apoyo con coordinadores ``regionales'', al mando del ex diputado guanajuatense Carlos Navarrete.
En el camino, Ortega ha sumado apoyos importantes. Con él están los ``escindidos'' de otras corrientes: Higinio Martínez, candidato perredista al gobierno del estado de México; Alejandro Encinas, secretario de Ecología del gobierno capitalino, y Ramón Sosamontes, delegado y antiguo pilar del hebertismo.
Sin embargo, perdió el apoyo de Armado Quintero, líder del PRD capitalino y cabeza de la corriente IDEA, quien se integró a Convergencia.
El 13 de noviembre, con una reunión multitudinaria en el gimnasio Juan de la Barrera, Ortega arrancó su precampaña: ``Ofrezco un PRD que no sea propiedad particular de nadie, que termine con los grupos de presión que se lo quieren repartir como si fuera un botín''.
En sus dos meses de precampaña, Ortega ha recorrido una veintena de estados para integrar un ``frente amplio, plural y unitario'', y presentar el documento Por un desarrollo justo y democrático, que contiene 150 propuestas sobre el país y el partido.
En los puntos finales, el documento dice: ``De ninguna manera y en ninguna circunstancia nuestra campaña propiciará el enfrentamientoÉ Son los votos de los perredistas los únicos que pueden determinar quién será el próximo presidente del PRD''.
Amalia García y su destape anticipado
Con historia y méritos propios, Amalia García decidió marcar su campaña con ``golpes de impacto''. El más célebre fue su decisión de destapar a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la Presidencia y plantear que el jefe de gobierno capitalino debía, ya, anunciar su intención de participar en la contienda del 2000. La senadora García se ganó la condena general.
La prisa de la ex dirigente comunista se había expresado poco antes cuando, al desatarse la polémica por el artículo 19, renunció a su cargo en el Comité Ejecutivo Nacional perredista y se lanzó a su precampaña.
Hasta ahora, son pocas las reuniones masivas que ha realizado, aunque lleva una decena de estados recorridos.
La senadora dice contar con el apoyo de las estructuras partidistas en Sonora, estado de México, Tamaulipas, Tabasco, Michoacán y Veracruz. Ha presumido también de haber ``recompuesto'' su relación con Cárdenas y de contar con el aval de López Obrador.
Ha dicho que no encabezará ninguna corriente y que se propone trabajar ``con los miles de liderazgos que tiene el PRD'' para construir la fuerza que respalde la candidatura de Cárdenas.
Amalia intentó otro golpe cuando, al inicio de su precampaña, propuso a Jesús Ortega competir en una consulta nacional, a fin de que el ganador contendiera con el resto de los aspirantes. ``Somos los dos con más posibilidades'', argumentó.
Ortega simplemente la ignoró.
Más tarde, sus acercamientos con la Convergencia, en la búsqueda de un bloque ``antichuchista'', terminaron en desacuerdo, pero sus indeficiones hicieron que la consulta de ese grupo se retrasara casi dos semanas.
De ganar, García debería afrontar un difícil reto: convocar a un congreso nacional para quitar los candados del estatuto, como le prometió a Rosalbina Garavito .
Mario Saucedo, ``en la competencia real''
El senador jalisciense fue el principal beneficiario del momento dorado de la corriente conocida como Trisecta: en 1993 obtuvo poco más de 30% de los votos en el Congreso Nacional y se quedó con la Secretaría General.
Tres años después los grupos y dirigentes que habían llevado a Saucedo a la segunda posición negociaron, cada uno por su cuenta, su incorporación a la planilla encabezada por López Obrador. De la Trisecta no quedaba prácticamente nada.
Saucedo anunció su decisión de participar en la contienda hace varios meses. Los empeños de sus antiguos aliados de que se sumara a la Convergencia fueron infructuosos.
Saucedo tiene ya definido su plan de campaña, día por día, hasta el 14 de marzo. Incluso, tiene oficina desde diciembre pasado.
Después de este fin de semana, con la candidatura de Convergencia definida, algunos perredistas creen que podría abrirse la posibilidad de una candidatura común. Pero se ve difícil.
``Nosotros no estamos dudando de la candidatura de Mario; en cambio, en Convergencia hubo muchos que se apuntaron para declinar'', dice el ex diputado Humberto Zazueta, su coordinador de campaña.
¿Cuál sería la ruta? Asambleas estatales con delegados que voten por Mario Saucedo o por el aspirante de Convergencia, dice.
¿Cuándo? ``Hay tiempo'', asegura Zazueta.
Los seguidores tienen cuentas alegres. Dicen estar en la ``competencia real'' y desestiman la fuerza de Jesús Ortega. ``Los presidentes estatales que dice traer son de puros estados pequeños y ni ahí va solo''.
Convergencia, ¿redición o tercera vía?
El abanico creció enormidades. Luego de varias semanas de cientos de reuniones, los precandidatos que decidieron quedarse en Convergencia fueron: Alfonso Ramírez Cuéllar, Pablo Gómez, Rosalbina Garavito, Héctor Sánchez, Camilo Valenzuela y Armando Quintero.
Los acercamientos con Saucedo, Amalia, Raúl Alvarez Garín y Carlos Bracho no fructificaron.
En la elección efectuada ayer se esperaba que Ramírez Cuéllar y Quintero declinaran para fortalecer las aspiraciones de la senadora Garavito, y se especulaba sobre la posibilidad de que Valenzuela y Sánchez se aliaran.
En la elección efectuada ayer por Convergencia tuvieron derecho a voto los legisladores federales y locales (senadores y diputados), los consejeros nacionales y estatales, y los presidentes municipales. El universo posible, calculaban los organizadores, era de unos mil electores.
Los operadores de la senadora Garavito calculaban que tendría, en la primera ronda, cuatro de cada diez votos. Pero la moneda estaba en el aire.
``Pasamos de una consulta bicéfala -entre dos opciones políticamente muy parecidas- al surgimiento de una tercera opción, a la que inicialmente menospreciaron y que de repente está colocada como el polo más consecuente del partido'', dice Quintero.
``La Convergencia demuestra que la izquierda se puede poner de acuerdo. Quien salga como candidato, si la confluencia permanece, saldrá muy fortalecido. Será un candidato muy fuerte'', añade Laura Itzel Castillo.
Sin embargo, en el último momento, la diputada Castillo decidió no ir con la Convergencia: ``Su gran defecto -evalúa- es que al no participar ni Amalia García ni yo, el grupo se queda en una redición de lo que fue la Trisecta en 1993. Y de allí parece que no pasarán''.
En los próximos días se hará oficial la alianza que suscribirá Laura Itzel con Jesús Ortega. Ella irá por la Secretaría General.
Las primeras cuentas
Desde hace meses, en las computadoras de los estrategas perredistas van y vienen las listas. Los equipos de cada candidato están preparando listas detalladísimas para tener clara la geografía del voto.
Los ``líderes de opinión'' del partido, se calcula, definirán la elección: 125 diputados federales, 300 consejeros nacionales y unos mil 500 estatales, y alrededor de 200 presidentes municipales, sin contar a los funcionarios de los tres gobiernos estatales perredistas.
Pero la base de todos los cálculos es el padrón de militantes, una geografía del peso que tendrá cada entidad en la elección interna.
La última actualización del padrón arroja una cifra de un millón 957 mil 737 militantes perredistas en todo el país.
Según la convocatoria emitida por el Consejo Nacional, todos ellos podrán participar en la elección de presidente nacional.
El desglose es aleccionador.
Siete entidades -Distrito Federal, estado de México, Michoacán, Tabasco, Veracruz, Oaxaca y Guerrero- concentran dos terceras partes del padrón (1 millón 309 mil 663 afiliados, es decir, 60.45% del total nacional).
Siguen los estados con padrones que van de 30 a 80 mil afiliados: Chiapas, Coahuila, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Puebla y Tamaulipas.
Luego, los que cuentan con menos de 25 mil afiliados: Sinaloa, Tlaxcala, Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Colima, Chihuahua, Durango, Nayarit, Nuevo León, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sonora, Yucatán y Zacatecas.
Con esos datos, queda claro dónde serán las campañas.
(Arturo Cano y Alberto Aguirre M.)
De la larga lista -en vías de achicamiento- de aspirantes a la dirección del PRD, ¿quién está con Porfirio Muñoz Ledo para la candidatura presidencial? Quizá ninguno. Pero si alguien tuviera una razón para estar en contra, podría ser la senadora Rosalbina Garavito, destituida a instancias de Muñoz Ledo como coordinadora de los diputados perredistas.
``Por fortuna no guardo rencores'', ataja la economista sonorense en su oficina del piso 26 de la torre de El Caballito.
¿Con Cuauhtémoc entonces? Garavito se sumerge en una larga explicación sobre las razones que tuvo, hace 11 años, para sumarse a la primera candidatura presidencial de Cárdenas: ``La vi como un parteaguas histórico, y no me equivoqué''.
¿Y Porfirio? ``Le tengo una profunda estimación, un profundo reconocimiento a sus cualidades y a las aportaciones que ha hecho a la política nacional''.
-Más de una vez se ha topado con él en debates.
-Siempre tengo con él mil diferencias, pero creo que Muñoz Ledo enriquece mucho la vida partidaria, le tengo aprecio y respeto. Respecto a mi destitución puedo decir que me quedó la profunda satisfacción de que la única explicación que me dieron fue ``cambio de correlación de fuerzas``, nunca haber violentado un acuerdo del grupo, alguna irregularidad, haber hecho uso faccioso de mi cargo, nada.
-Vamos al fondo de este capítulo: ¿Con quién está Cárdenas en este proceso de renovación?
-Veo a un Cuauhtémoc muy respetuoso de los procesos internos, pero veo también, con preocupación, a compañeros intentando leer cuál es su mensaje. La fuerte presencia del liderazgo de Cárdenas en muchas ocasiones ha sido alentada justamente por compañeros que quisieran que ese liderazgo sustituyera decisiones libres de los militantes, y que están empeñados en leer qué dijo o quiso decir.
-¿No los alienta Cárdenas?
-En absoluto. Conozco a Cuauhtémoc desde que entré al PRD. Sé cómo se conduce y creo que una de las cosas que la gente valora mucho, es el respeto que tiene por el otro, es el hombre que escucha. Pero justamente porque tiene toda esa autoridad moral, se le exige que participe en procesos que yo creo tenemos toda la capacidad para construir en la institucionalidad democrática.
Inelegibles. Ese fue el término que utilizó la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia (CNGV) del PRD -su máximo órgano jurisdiccional- en una ``opinión'' que emitió, en octubre pasado, sobre la polémica abierta en torno a la fracción del estatuto perredista que inhabilitaría a algunos candidatos a la presidencia nacional del partido.
Con la sombra de la ilegalidad rondando, Andrés Manuel López Obrador propuso, un mes después, renovar la membresía de la CNGV. Y ese órgano, responsable de resolver la controversia desatada por la interpretación del artículo, quedó integrada por juristas y personalidades reconocidas por todos los dirigentes del PRD.
Justo un día antes de que se emitiera la convocatoria -y arrancara formalmente el proceso- los doce precandidatos se reunieron con el CEN perredista y acordaron que la dirigencia solicitara a esa instancia la emisión de un resolutivo final. Fuera cual fuera el sentido del dictamen -se comprometieron- todos acatarían la opinión de los comisionados.
El miércoles 13 la CNGV emitió su resolutivo y habilitó a todos los precandidatos. Antes, por intercesión de dos de sus miembros (Rafael Barajas y Adela Salazar), se solicitó la opinión de cinco juristas, entre ellos Luis Javier Garrido, Oscar Alzaga y Emilio Krieger.
Garrido y Alzaga entregaron sus consideraciones por escrito. Todos coincidieron: el espíritu de la fracción III del artículo 19 efectivamente es el de evitar relecciones . Y tanto la convocatoria como el reglamento debían ceñirse a él, sin importar las implicaciones políticas.
La opinión de la mayoría de los integrantes de la comisión, sin embargo, fue en otro sentido. Y se abrió la puerta para la competencia de todos.
Conocido el dictamen de la comisión el martes pasado, los reporteros buscaron las opiniones de los aspirantes a la presidencia y sus equipos.
``No convence'', decía una y otra vez el ex diputado Humberto Zazueta, coordinador de la campaña de Mario Saucedo.
El dictamen está contenido en cuatro apretadas cuartillas que se consumen en un apartado de ``observaciones''. En lo particular, éstas se extienden para distinguir las diferencias entre dos expresiones usadas en el estatuto: los ``puestos'' que se desempeñan en las instancias de dirección y los ``cargos'' en el CEN.
Al final, se determina que el CEN es un órgano colegiado en el cual las dos posiciones de mayor jerarquía -presidente y secretario general- forman automáticamente parte del mismo, pero sólo como sus integrantes, sin desempeñar un cargo específico.
``En todos los diccionarios de la lengua española puesto y cargo son considerados como sinónimos. Y en los diccionarios de termonolgía jurídica ni siquiera están registrados por que no tienen diferencias significativas'', dice Raúl Alvarez Garín, el candidato que más ha criticado el resolutivo.
Decidido a seguir ``hasta las últimas consecuencias`` con su candidatura, el ex militante de Punto Crítico asumió que la resolución de la CNGV ``no es una opinión vinculatoria'' y que por ello impugnará cualquier planilla que encabecen Jesús Ortega, Amalia García o Laura Itzel Castillo.
Si lo hace, estará faltando al resolutivo que el CEN y los doce precandidatos firmaron el 8 de enero, a fin de comprometerse a respetar el dictamen del órgano jurisdiccional.
Aunque los estatutos del PRD establecen que las resoluciones de la CNGV son ``inatocables'', Alvarez Garín machaca: ``Estamos en contra del dicho `acuerdo mata estatuto'. No reconocemos ni estamos de acuerdo con esas prácticas. En la conducción de este problema, la dirigencia del partido ha fallado''.