La Jornada Semanal, 24 de enero de 1999



Javier Aranda Luna

entrevista

Con Elena Poniatowska

Elena Poniatowska ocupa, sin duda, un lugar destacadísimo en nuestras letras. Ha incursionado lo mismo en la novela que en el cuento, el ensayo y la crónica. Sus libros Hasta no verte Jesús mío, La noche de Tlatelolco, Querido Diego te abraza Quiela y Fuerte es el silencio bastarían para dar cuenta de la calidad y la variedad de sus registros expresivos. Con Juan Soriano, niño de mil años, Poniatowska refrenda las dos pasiones que acechan siempre su mesa de trabajo: su amor por la palabra y su curiosidad periodística.

Qué te motivó a hacer el libro Juan Soriano, niño de mil años?

-La idea surgió de otro libro que escribí sobre Octavio Paz: Las palabras del árbol. ƒste, debo decirte, es un libro que me pareció, en algún momento, un poco mamón.

-A mí me gustó por la gran cantidad de datos que manejas, pero también porque es un texto poco convencional en términos formales: entretejes con mucho acierto una lectura de la obra de Paz, memorias, cartas, entrevistas.

-Me pareció un poco mamón porque creí que no fui lo suficientemente crítica. Pero el chiste del libro es que todo lo que allí aparece se lo dije a Octavio en su propia cara. Le dije, por ejemplo, que no me había gustado cómo había tratado a Carlos Fuentes y quizá por el solo hecho de decírselo frente a frente no lo enojó. Octavio leyó Las palabras del árbol un año antes de que se publicara y me permitió decir algunas impertinencias que quizás otro escritor no me habría permitido. Sus correcciones fueron mínimas y básicamente tuvieron que ver con la correcta escritura de apellidos de escritores extranjeros.

Juan Soriano, gran admirador de Octavio, leyó Las palabras del árbol y le gustó mucho. Así surgió la idea de hacer un libro sobre Juan.

-¿Desde cuándo conoces a Juan Soriano?

-Lo conocí en 1953 y ese año le hice la primera entrevista. Era una entrevista sobre sus trece tías y sus hermanas. Todas eran espantosas y monstruosas.

-Así empiezas el libro.

-Sí, empieza con esa entrevista sobre las trece tías. Pero de lo que Juan no había hablado abiertamente jamás era de su homosexualismo.

-Pensé que en el libro sólo recogías algunas entrevistas publicadas anteriormente, como lo del asunto de las trece tías.

-Sobre su homosexualismo no había hablado antes. Eso lo habló ahora. Lo que fue publicado con anterioridad es lo que constituye la última parte del libro. En la primera parte incluyo algunos fragmentos de entrevistas anteriores como en el texto sobre sus tías y hermanas pero nada más. El resto del libro, la mayor parte, son cosas nuevas.

Cuando le planteé a Juan hablar sobre su homosexualismo, Marek Keller, su gran amigo, se opuso en un principio. Yo le dije que sería muy bueno que Juan hablara de su vida abiertamente pues si él mismo no lo hacía, a sus 78 años, nadie lo haría. Además, Juan habla de esto con gran naturalidad y tratar de ocultarlo sería no sólo un terrible acto de autocensura sino un grave error. Sería hacerse eco de cánones sociales estúpidos.

Juan es muy libre en su plática pero Marek creyó, por un momento, que lo perjudicaría hablar de su homosexualismo. Yo creo que no, porque uno de los grandes logros de Juan es haber hecho que lo aceptaran donde fuera. Y la gente lo ha aceptado y querido tal y como es, con todo y lo que hace: ahora recuerdo que en una fiesta de los López Figueroa se subió a una mesa con manteles deshilados y copas de Bohemia y se hizo pipí. Toda esa parte de agredir antes de que lo agredieran, o de escandalizar, es de su carácter y si se le mutila, cualquier libro sobre su vida no tendría pies ni cabeza. Hace algún tiempo una señora llamada Marcelle Auclair escribió una biografía de García Lorca sin decir que era homosexual y eso, la verdad, cambia todo.

El caso de Juan también es importante porque le quita drama a lo que sea; aunque si analizas podrás ver que su infancia, su adolescencia y su relación con Diego de Mesa fueron muy dramáticas. El gran mérito de Juan radica en que cuando cuenta ese tipo de cosas les quita todo drama y eso es maravilloso.

-Como cuando su padre se entera de su homosexualismo...

-Un día su padre llega a casa con un ojo negro. Cuando le pregunta Juan qué ocurrió le contesta: ``Me peleé porque me dijeron que eras maricón.'' ``No te andes peleando por eso'', le dijo Juan, ``porque es cierto''. Ante ello su padre sólo comenta: ``Me hubieras avisado antes.''

-Nunca había hablado públicamente de su homosexualismo, por eso el testimonio que nos ofreces es de mucha valentía.

-Nunca lo había manejado antes. En los años cincuenta ese tipo de cosas no se publicaban. Salvador Novo, que era muy agresivo en su homosexualismo, no lo hizo. Novo era agresivo con sus pelucas, sus anillos, sus poses, Juan no, es una persona muy distinta. Su cara es apuesta y viril. Creo, incluso, que no hay rostro más viril y más bien cortado que el de Juan Soriano. Yo no lo imagino poniéndose una peluca porque se vería como el lobo de Caperucita. Además, Juan es un hombre que ha tenido en la vida actitudes realmente viriles, de mucha hombría: ha salido adelante de muchas depresiones, de muchos rechazos, incluso de épocas de hambre como cuando fue niño. Y a pesar de las privaciones de su infancia, por ejemplo, siempre ha dicho que lo más espléndido fue su niñez en Guadalajara; que no cambiaría por nada esos años.

-¿No te costó trabajo hacerle preguntas acerca de su vida sexual?

-Para nada. Tampoco me costó trabajo que me contestara porque es un hombre muy inteligente. También creo que accedió a que yo me le acercara en ese terreno porque lo hice en medio de muchas risas. No en balde somos amigos desde 1953. Nos unen muchos lazos: trabajó en la galería de Inés Amor, fue amigo de Carito y Raoul Fournier. Tenemos muchas cosas en común. Juan siempre ha estado muy cerca de mí y yo de él.

-Tienes cartas, como las que publicas, que hablan de esa amistad.

-Nos hemos carteado a lo largo de la vida. A él le parece que yo hago un montón de barbaridades, de barrabasadas, pero no hemos dejado de ser amigos.

-Algo que llama la atención de Juan Soriano, y de ello dejas constancia en el libro, es que es un pintor que lee muchísimo.

-Es un hombre culto que siempre está leyendo. Una de las imágenes que tengo de él es cuando me decía: voy a combatir tu comunismo y ahorita mismo te vas a comprar a Hansen, o mejor espérate, te lo regalo, pero debes leerlo. También me decía que nunca renegara de mis orígenes. Juan en este sentido hacía conmigo lo mismo que Octavio Paz: me mandaban a leer a condesas polacas, rusas, aunque yo les dijera que no quería leer a ninguna vieja condesa o marquesa, porque no me importaban, que me importaba otro mundo.

Octavio fue para Juan un guía enorme, un guía que siempre lo apoyó. También fue para él un gran crítico. El propio Juan asegura que nunca tuvo mejor crítico que Octavio, pues cuando empezó a escribir sobre su pintura le hizo ver cosas en su trabajo que quizá no había analizado con el debido detenimiento. Juan pensó entonces que siempre debía estar a la altura de lo que Octavio Paz veía en su obra. Si Octavio decía que su pintura era buena, Juan sentía el deber de que lo siguiera siendo.

-Otro elemento de Juan Soriano, niño de mil años es que incluiste opiniones de escritores como Octavio Paz, Carlos Monsiváis y Juan García Ponce sobre su pintura.

-Escogí algunos fragmentos de sus ensayos sobre Juan y los de otros críticos como Teresa del Conde porque las opiniones de todos ellos permitían ofrecer un libro más redondo.

A veces pienso que debí hablar con Juan un poco más de su pintura aunque él a lo largo de su vida todo lo refiere a su trabajo artístico. Recuerda que cuando habla de su infancia nos cuenta cómo empezó a dibujar y a asombrarse con las dimensiones de la escultura.

-Tu libro también da cuenta de una época de gran efervescencia cultural.

-Eso es algo muy bonito porque Juan habla mucho de María Asúnsolo, de Dolores del Río, de Fito Best Mogard, de la gente que trató y con la que hizo buenas amistades. Los describe, habla de sus relaciones con ellos. También fue muy buen amigo de Lola çlvarez Bravo hasta que se distanció un poco de ella al final de su vida. Al parecer Lola se molestó porque a Juan le dieron el Premio Nacional de Artes y Letras, se enceló un poco. Otra persona de quien se distanció fue Lupe Marín.

-Una presencia muy fuerte en su vida y en su obra.

-Para él fue la imagen de la mujer. Lo tenía absolutamente obsesionado con sus gestos, sus ademanes, sus gritos, su belleza.

-Y a ti, que lo conoces tan bien, ¿qué te atrae de la personalidad de Juan Soriano?

-A mí me llama mucho la atención su interés realmente vital por las cosas. Me da la impresión de que es un hombre que nunca se aburre, que jamás se entristece. Es un hombre que todo el tiempo le está buscando una razón a esto o a aquello, que siempre tiene un libro en la mano, que siempre está luchando con un cuadro sin importarle que deba invertir en ello meses para conseguir la solución adecuada.

Su maravilloso sentido del humor no le impide manifestar su ternura como a veces ocurre. Existen muchos homosexuales que son misóginos pero no es su caso. No creo que le interesen las mujeres pero no es misógino porque lo que le interesa es el cerebro de la gente, sea de un hombre o una mujer. Sin embargo, cuando se le antoja, cuando lo cree conveniente, se burla por igual de hombres y mujeres. Sus imitaciones -no te diré de quiénes- son fabulosas: ruedas al suelo de la risa. A veces dice la mayor cantidad de disparates que puedas imaginar, otras es impertinente y atrevido. En ocasiones comenta cosas de carácter político que me paran los pelos de punta de horror pero así es él, muy franco, muy abierto. Me parece maravilloso que a los 78 años tenga tal disposición a la vitalidad, a la risa...

Otra de sus capacidades que admiro es la de correr riesgos, como el amanecer tirado en el aserrín de una cantina. Me parece que siempre ha vivido al borde de la navaja.

Recuerdo que conocí a un Juan Soriano que tomaba pastillas contra la depresión y temblaba al grado de preguntarse cómo pintar con ese pulso; a un Juan que quería suicidarse. Por todo eso me daba la imagen de alguien que quería vivir en una especie de verdad y no podía encontrarla. La angustia, el gran fracaso con Diego de Mesa, el ir a Roma y regresar y no saber si vivir con él o volver a México es una etapa en la que pintó de una manera muy estrujante, de mucho desgarramiento, que se nota en sus telas de esos años.

-Y de su pintura ¿qué prefieres?

-Me gustan mucho sus retratos de Lupe Marín por la gran fuerza que expresan y la época en que pinta las víboras, Apolo y las musas, los peces luminosos, cuadros en los que es muy creativo, muy loco.

-Juan también ha sido un personaje muy importante por las modas que enfrentó.

-Enfrentó muchísimo al muralismo. Tuvo problemas con Orozco porque lo escogieron para ser parte del equipo que pintó el Hospicio Cabañas. Era un gran honor ser ayudante de Orozco pero Juan dijo: si salí de Guadalajara para venir a México, por qué me voy a regresar a los dos meses. Declinó el honor y por algunos años Orozco, en represalia, dijo que lo que hacía Juan no tenía la menor importancia, que hacía cosas decorativas. Después se reconciliaron. Con Siqueiros tuvo cierta relación porque los padres de ambos eran amigos. También tuvo relación con Diego Rivera a través de Lupe Marín. Y aunque Soriano era un poco impertinente con ellos, porque les decía cosas y no seguía su escuela, tampoco era amigo de los enemigos acérrimos de los tres grandes como lo fue Rodríguez Lozano. Juan, por cierto, tampoco aceptó las correcciones de Rodríguez Lozano cuando fue su maestro en San Carlos. De quien siempre tuvo admiración fue de Rufino Tamayo y de Olga. Olga era una mujer de gran naturalidad, como Lola çlvarez Bravo y Lupe Marín, mujeres muy parecidas que llamaban la atención de Juan: decían lo que pensaban y te embobaban con sus pláticas.

-¿Por qué escribiste el libro en primera persona?

-Para eliminar las preguntas y con ellas eliminarme a mí misma, algo que siempre he querido hacer en mis libros. En la parte final incluyo algunas entrevistas con preguntas y respuestas pero es una parte muy reducida. La mayor parte del libro está escrito en primera persona porque creí que de esa manera podría permitir a los lectores acercarse de mejor manera a Juan.

-¿Preparaste muchos cuestionarios para entrevistarlo?

-Si quieres te enseño los cuestionarios, las libretas en las que apuntaba cosas que Juan había olvidado, las notas donde señalaba huecos o asuntos que yo no entendía. Naturalmente, me apoyé en mis anteriores entrevistas pero acuérdate que las entrevistas de antes eran de dos o cuatro cuartillas, no más. Con el nuevo material que dejé fuera podría hacer, incluso, otro libro. El propio Juan quiere que lo hagamos. Hace unos días me preguntó que cuándo hacíamos el segundo volumen. Pero sinceramente creo que el libro está bien, muy completo, porque en lo publicado habla, inclusive, de lo que piensa de la vejez y la muerte.

-¿Tienes proyectado hacer otro libro similar al de Juan o al de Octavio?

-He estado trabajando en un libro sobre Lupe Marín. Ya hice muchas entrevistas con sus familiares pero lo que quiero es hacer una novela.

-¿Trabajas en ella?

-Me la paso haciendo prólogos y eso me hace investigar y no me da tiempo para hacer lo mío.