La Jornada Semanal, 24 de enero de 1999
Simone de Beauvoir es la feminista más relevante del siglo XX, tanto por lo que su obra ha aportado como porque su vida ejemplifica un inusitado ejercicio de libertad femenina. Vida y obra continúan despertando debates apasionados pues ambas plantean cuestiones esenciales a la eterna pregunta sobre qué es ser mujer. De Beauvoir produce los dos densos tomos de El segundo sexo -Los hechos y los mitos (I) y La experiencia vivida (II)- para responder qué había significado para ella ser una mujer.
Publicado por primera vez hace cincuenta años, con el tiempo este libro se ha convertido en una pieza fundamental del pensamiento feminista. Aunque en un principio De Beauvoir pensó escribir algo más autobiográfico, a medida que fue avanzando transformó su autorreflexión en un amplio ensayo sobre la condición de la mujer, obra que ella considera su ``único ensayo importante''.
``Una no nace, sino que se convierte en mujer.'' Esta frase, aparentemente sencilla, resume la empresa radical y ambiciosa de El segundo sexo: mostrar que las características humanas consideradas ``femeninas'' son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse ``naturalmente'' de su biología. De Beauvoir argumenta que los datos naturales del sexo cobran significación sólo a través de sistemas no naturales de interpretación. Así, retomando el pensamiento de Merlau-Ponty, comparte la tesis de que el ser humano no es una especie ``natural'' sino una idea histórica. El cuerpo no existe como dato ``biológico'' en la experiencia humana; siempre es una ocasión para la aparición del significado cultural. Desde dicha perspectiva, De Beauvoir se enfrenta al determinismo biológico y amplía la base argumentativa a favor de la condición humana de las mujeres. Mary G. Dietz ha dicho que De Beauvoir, con su interpretación, abrió un campo nuevo de investigación que la academia feminista llamó posteriormente estudios de género.
A pesar de la asombrosa reflexión beauvoriana, pocas personas registraron en su momento el potencial intelectual y político de El segundo sexo. La fama inicial de esta obra fue la de un libro escandaloso por su temática sexual. La salida, en junio de 1949, del primer tomo (Los hechos y los mitos) tuvo una venta impresionante: la primera semana 20 mil ejemplares. Un mes antes, Les Temps Modernes había publicado un extracto sobre ``La iniciación sexual de las mujeres''. Justo en junio Les Temps Modernes publicó el capítulo sobre ``Lesbianismo''. El escándalo en la prensa fue mayúsculo. El 18 de junio el escritor católico Franois Mauriac encabezó una campaña en Le Figaro para que los jóvenes condenaran El segundo sexo como pornografía. El 6 de agosto Mauriac se lamentaba (en el mismo periódico) que aun ``católicos eminentes'' defendieran el valor de De Beauvoir al abordar tabúes sociales (iniciación sexual y lesbianismo).
El segundo tomo (La experiencia vivida) fue publicado en noviembre de ese año, y su venta fue igual de nutrida. Al comprar los derechos para la lengua inglesa, los editores de Knopf pensaron que estaban adquiriendo ``un manual moderno de sexo'', algo entre Kinsey y Havelock Ellis. La notoriedad pública de la obra por los temas sexuales que trataba le acarreó a De Beauvoir una lluvia de cartas de hombres que le ofrecían curarla alternativamente de su ``frigidez'' o de su ``ninfomanía''. El propio Mauriac hizo un comentario grosero en el sentido de que la lectura de El segundo sexo lo había familiarizado con la vagina de su autora. Pero no sólo la derecha se escandalizó. Los comunistas escribieron en Les Lettres Francaises que a las obreras no les importaban los problemas que ella planteaba. Incluso Camus se puso furioso y le reclamó que había ``ridiculizado'' al varón francés.
Justamente la reacción machista devalúa la crítica feminista a partir de atacar la sexualidad de quienes la enuncian: frígidas, lesbianas, ninfómanas/liberadas, putas. No deja de ser elocuente la similitud en la respuesta virulenta que producen los planteamientos feministas, a pesar de diferencias sustantivas en tiempo y cultura: Francia en 1949, Estados Unidos en los setenta y México hoy en día. Una mujer es y/o vale por cómo se comporta sexualmente y no por lo que dice o piensa como ser humano.
Cinco años después, De Beauvoir gana el más prestigioso premio literario en Francia, el Goncourt, con su novela Los mandarines, lo cual tapa en parte el escándalo de El segundo sexo. A partir de ese momento la obra sostiene su efecto en las lectoras individuales pero se eclipsa del mundo intelectual y político. Sin embargo, el poder de El segundo sexo se mantiene latente y, con el resurgimiento feminista de los setenta, se coloca en el centro de atención de una generación de americanas y de europeas. La influencia de De Beauvoir en las nuevas teóricas feministas fue contundente: Betty Friedan, Kate Millet, Shulamith Firestone, Juliet Mitchell, Germaine Greer y muchas más le dedican su trabajo, la visitan en París, la entrevistan.
También en Francia las nuevas feministas se le acercan. Simone de Beauvoir asume públicamente su feminismo, se compromete en la lucha por la legalización del aborto (encabeza el manifiesto de 343 mujeres destacadas que reconocen haber abortado), establece una sección feminista en Les Temps Modernes y colabora en la publicación de la nueva revista Questions Feministes. En una entrevista con Sartre él le dice: ``Usted llegó a ser feminista mientras escribía el libro. Es la mejor manera''; a lo que ella le responde: ``Llegué a serlo sobre todo luego de que el libro existió para otras mujeres.''
¿Cuál es la herencia beauvoriana en las jóvenes feministas? ¿Cuál es la vigencia hoy de El segundo sexo? Este año, del 19 al 23 de enero, en París se lleva a cabo un gran evento internacional que pretende ser, al mismo tiempo, una celebración solemne, una conmemoración calurosa, y un coloquio científico. Al festejar el cincuentenario de la obra más significativa del feminismo del siglo veinte se quiere honrar la memoria de Simone de Beauvoir, confrontar análisis y experiencias de la recepción e influencia de este libro y hacer un balance del estado del movimiento y los estudios feministas.
Al margen de lo que el Coloquio resuelva, es evidente la vigencia de El segundo sexo. No sólo aún hoy es lectura obligada para quienes desean estudiar y pensar sobre las mujeres, sino que sus preocupaciones e intereses son totalmente actuales y universales. El segundo sexo ha sido traducido a 121 lenguas y un mínimo de tres libros al año se escriben sobre él. Su modernidad lo ha convertido en una especie de texto básico, sobre todo por su inmensa capacidad de sensibilización.
Esa fuerza para responder a las inquietudes femeninas es lo que vuelve a El segundo sexo parte entrañable de la vida de muchísimas mujeres. La eficacia de la autora radica, curiosamente, en una de las debilidades que hoy se le reconocen: haberse tomado a ella misma como referencia explicativa. Esta autorreferencia le da un etnocentrismo cuestionable desde una perspectiva antropológica, pero también le otorga la inspiración que mueve a sus lectoras. Aunque la teoría crítica feminista ha mostrado varios errores en El segundo sexo, no deja de asombrase ante un logro indudable de De Beauvoir: mostrar cómo las estructuras patriarcales construyen la subjetividad femenina en Occidente.
Pero antes que todo, De Beauvoir es una escritora. Su constancia y compromiso con la escritura responde a una gran necesidad de dar testimonio, de explicarse, de comprender lo que la rodea. Su producción se distribuye a lo largo de cuatro décadas y toma una variedad de formas: del ensayo de filosofía a la novela, de los escritos autobiográficos al periodismo. Su extraordinaria vida de independencia, ganada a pulso con su trabajo -primero como profesora, y después por su escritura- la convirtió en una figura de talla internacional, modelo de la mujer intelectual y libre que opta por una vida sin hijos y sin obligaciones domésticas. Tal vez sea eso, precisamente, lo que sigue generando tanta polémica, más que su expresión personal vía la escritura y su acción política feminista.
En la película Simone de Beauvoir por ella misma (1978), de Josée Dayan y Malka Ribowska, Sartre le pregunta: ``¿Cómo se siente en la vida una mujer de letras?'' ``¡Una mujer de letras es una expresión rara!'' exclama ella, para continuar más adelante: ``No pienso que haya diferencia entre vivir su vida como escritor o como escritora. Pero se está lejos de admitir que una escritora es ante todo una mujer que ha consagrado su vida a la escritura y que no ha tenido lugar para otras ocupaciones llamadas femeninas. Por ejemplo, se me ha reprochado mucho el no haber tenido hijos, mientras que nadie se lo ha reprochado a usted, aunque sea tan normal para un hombre como para una mujer tener hijos y se los pueda querer tanto siendo padre como madre. Pero el reproche ha caído sobre mí porque se piensa que una escritora es, ante todo, una mujer que se distrae escribiendo, lo que no es cierto, porque es el conjunto de una vida que está estructurada por y sobre la escritura y, por tanto, aquello implica montones de renuncias, montones de elecciones también, y este ha sido mi caso. He vivido verdaderamente en la medida en que quería escribir.''