Científicos de México: šliberaos!
Javier Bonilla Castañeda
Recientemente leí un libro llamado Por qué la gente cree cosas extrañas. En él se describe cómo porcentajes increíblemente altos de la población, incluso de países desarrollados, creen en los horóscopos, los ovnis y hasta niegan a Darwin (una encuesta Gallup, realizada en 1991 en Estados Unidos entre 1236 adultos, revela que "52 por ciento de los estadunidenses cree en la astrología, 46 en percepción extrasensorial, 22 que extraterrestres han aterrizado en la Tierra, 35 en fantasmas y 67 por ciento asegura haber tenido al menos una experiencia psíquica"), y en los albores del tercer milenio un grupo cabildea para que la teoría de la creación (léase Adán, Eva y el arca de Noé) se enseñe en las escuelas públicas. Por fortuna han perdido la batalla por la cohesión que inmediatamente manifiesta la comunidad científica cuando se ve atacada por un enemigo común.
En mí, el razonamiento científico despierta las más grandes pasiones y constituye un mecanismo personal de diferenciación y autoestima. Quizá por ello tiendo a sentir una gran afinidad por los científicos (de la rama que sea), con quienes establezco un rapport casi siempre inmediato. Algunos no sólo me motivan la más grande admiración y respeto, sino que son mi inspiración cotidiana. Leo regularmente de todas las ciencias, desde neurorreceptores hasta del último teorema de Fermat.
No obstante, se queda uno perplejo ante la paradoja de que la comunidad científica crea las cosas más extrañas en materia de economía. He dicho repetidamente que con menos de 10 por ciento del presupuesto federal podrían darse dos salarios mínimos por familia a los 20 millones de mexicanos más pobres para toda la vida, si en lugar de subsidiar a la burocracia subsidiáramos verdaderamente a los pobres. Esa idea no parece motivarles ninguna preocupación.
Tampoco les preocupa que en el mundo moderno haya, quizá más que nunca, un consenso casi generalizado respecto a los principios económicos que debe seguir un país para crecer: finanzas públicas en equilibrio, tipo de cambio libre, libre comercio, desregulación, privatización, protección efectiva de los derechos de propiedad y redistribución no burocrática del ingreso.
Se acusa a Blair de usar la tercera vía como discurso para llegar al poder, para luego ser más conservador que la Thatcher una vez en él. Y es que Blair, Clinton y demás líderes del mundo moderno saben que "el populismo vende" pero "el libre mercado funciona". Churchill decía: "Quien no es socialista a los 20 no tiene corazón, pero quien no es conservador a los 40 no tiene cerebro".
ƑDe dónde sale entonces esa inclinación de la comunidad científica por las ideas más esotéricas en materia económica? La respuesta yace en Bertrand Rusell: "La ideología de un hombre es aquel conjunto de ideas que le provee una buena opinión de sí mismo".
En efecto, en México un alto porcentaje de la comunidad científica vive del gobierno. Aunque hay notables excepciones, los científicos sufren un poderoso conflicto de interés al tomar sus decisiones respecto al modelo económico que defienden, y se empecinan por tanto en ser intervencionistas sin preguntarse seria y científicamente por qué Corea del Sur cuadruplicó su ingreso per capita en los mismos 20 años en que destruimos 10 por ciento del nuestro.
Entre la comunidad científica se digiere, como si fuera all bran, la idea de que el "neoliberalismo" (concepto que ni siquiera existe en economía) es lo que ha frenado el desarrollo de México. No parecen querer darse cuenta de que lo que hemos tenido en el país no es una verdadera "economía de libre mercado" sino un capitalismo ventajoso (alevoso) que no ha permitido que el verdadero libre mercado funcione.
Nadie argumenta que el gobierno no deba intervenir para corregir las desigualdades que el libre mercado genera, al contrario, debe hacerlo activamente. Pero el concepto clave se denomina "subsidios a la demanda". Esto es, en lugar de darle el dinero a un burócrata que tiene garantizada la existencia con independencia de su desempeño, lo correcto es darle el subsidio al necesitado para que demande bienes y servicios de proveedores privados, cuya supervivencia económica depende de la calidad y el precio con el que produzcan.
Este es, pues, un llamado a la comunidad científica de México, a la que tanto admiro y respeto, a aplicar el método científico a la elección del modelo económico que defiendan. El hombre de pensamiento libre escapa a sus circunstancias en la definición de sus ideas. Las posiciones de muchos en esta comunidad en materia económica son como la negación de la teoría de la evolución de Darwin. No es el eterno sueño del "hombre nuevo" de Marx (mejores gobernantes, mejores jueces, mejores policías) lo que nos sacará adelante, sino el libre mercado con redistribución no burocrática del ingreso y un gobierno pequeño y obediente del consenso mundial. Científicos de México, šliberaos!
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