Ť El escritor José León Sánchez, de paso por México
La isla de los hombres solos, libro que habla de la cárcel, me hizo libre
Ť Busca en Suiza ayuda legal para defender el derecho a la vida
César Güemes Ť Quizá el mejor regalo de año nuevo para José León Sánchez fue un pliego de papel, que en su momento fue un saco de cemento, en el cual comenzó a escribir el libro que cimentaría su labor como prosista: La isla de los hombres solos. Hace poco se lo obsequiaron, y contiene esa peculiar cuartilla el primer capítulo de una de las escasas novelas best-seller hechas en castellano. Sobre su historia; su forma de entender la existencia ahora que al fin, luego de 48 años de considerarlo culpable en Costa Rica, ha sido declarado inocente; y sus intenciones de trabajar a favor de quienes se encuentren presos de modo injusto, es la charla con el narrador, quien pasó por la ciudad de México a fin de abordar un vuelo rumbo a Suiza para los efectos que él mismo cuenta.
ųDentro de su biografía consta el hecho de que pasó una temporada en la isla penal de San Lucas. Esto tiene clara relación con su destino como escritor. Diga cómo se conectan ambos hechos.
ųCuando tenía 19 años me llevaron a la prisión de San Lucas por un crimen que no cometí. Me sometieron a tortura y me hicieron aceptar el crimen. Algo terrible, tanto lo que me pasó con la tortura como aquello de lo que me acusaban. Costa Rica vivía entonces un momento muy particular, con tribunales muy especiales. Lo que me ha traído a México es que aquí se difunde mi obra, pero también que no es sino hasta ahora que el gobierno de mi país me declara inocente. Pasaron 48 años. Es por eso que traigo conmigo un volumen que se titula Cuando nos alcanza el ayer, donde narro toda la lucha para demostrar mi inocencia. A eso vengo a la ciudad, a entregar este manuscrito y a dejar en claro que soy un hombre libre no sólo porque pueda salir a la calle, sino porque en mi país los responsables de la justicia lo han señalado por escrito. Soy libre e inocente.
ųEra muy joven cuando ingresa a San Lucas, seguramente sin aspiraciones literarias todavía.
ųTan joven que ahí aprendí prácticamente a leer y escribir. Un recluso tenía el negocio de hacer las cartas de los compañeros no alfabetizados y de leerles las que les llegaban. Cuando él se va, ya sé escribir y me quedo con el negocio. Claro, había censura y varias reglas inviolables. Por ejemplo, yo no podía escribir mal de la prisión, ni los compañeros podían recibir noticias de fuera que se consideraran tristes. Era bastante irreal el intercambio de información, pero no había más. Yo cobraba cinco centavos por cada servicio. Y un día me llegó cierto señor a que le hiciera una carta y llevaba en las manos un pliego de cartón muy grueso, que es éste, y que salió de un bulto de cemento. Ofreció pagarme cincuenta centavos por hacer esa extraña carta. Bueno, pues el resultado fue la primer página de La isla de los hombres solos. Ahí comienza mi pelea por los derechos del hombre. Y ahí también inicia mi tarea como escritor.
ųƑEsperó en algún momento ser un best- seller, un autor tan leído y con tantas traducciones como tiene una de sus novelas?
ųNo lo esperé, porque ni siquiera sabía que era yo un escritor. Conté poco a poco una historia que al paso de los años encontró afuera, entre las personas en libertad, un eco impresionante. Parece como si enterarse de la realidad de algunas prisiones les impactara. A mí me impactó lo que vi y lo que viví. Si la obra tiene algún mérito es que está pensada para reflejar unas condiciones de vida en las que están muchas personas en diferentes puntos del planeta. Escribí la obra para luchar de algún modo, para decir lo que nos estaba pasando.
ųEntiendo que es en Suiza donde usted continúa con esta lucha.
ųAsí es. Resulta que Costa Rica es el primer país de América que abolió la pena de muerte, en 1871. Y ahora existe la orden de que se vuelva a aplicar en cierta forma. Cuando se anunció eso yo mandé un fax a las autoridades correspondientes en donde aclaraba que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto de San José y la Constitución de Costa Rica señalan que la vida humana es inviolable, que era imposible reinstaurar la pena de muerte. A eso me contestaron que dentro de las cárceles del país los guardianes podían y tenían que matar al reo que intentara fugarse. Es por eso que viajo a Suiza a solicitar ayuda legal.
ųLa isla de los hombres solos inicia precisamente con una dedicatoria para personas que han tenido problemas relacionados con la prisión.
ųEn efecto, esa dedicatoria es para quienes considero mis hermanos, y que sufren prisión en sitios donde prevalecen condiciones de tortura. Pertenezco al grupo multinacional llamado Juntos Podemos, cuya oficina central está en Suiza, y que asesoró en su génesis Alfonso Quiroz Cuarón. Cuando estuve recluido hice el intento por fugarme, y me pegaron una ráfaga de ametralladora en el pecho. A mí me pasó. Pude haber muerto. Aquí está la cicatriz de una bala que pasó a un centímetro del corazón. Para mí no es posible aceptar que alguien quiera que se dispare contra personas indefensas, como las que están en la cárcel. El juicio contra Pinochet, para poner otro ejemplo, es por algo muy parecido: ordenar la muerte. Nadie debe tener ese poder tan tremendo.
ųƑSe puede combatir desde la literatura, más allá de las instancias jurídicas? ƑEs su caso?
ųLo que se busca en Suiza es el asesoramiento jurídico. Pero lo que acabo de entregar a la editorial es el título que digo y que conforma 48 años de pelea. Y quiero decir que el único país en donde he podido caminar sin problemas, sin que se me viera como a una persona de segunda, es en México. Aquí se editó mi primer libro y muchos de mis amigos están en esta tierra. Por eso vengo. El libro saldrá cuando esté listo según los tiempos naturales de la edición y entonces se sabrá mucho más de lo que ahora pueda decir.
ųLuego de haber permanecido en la cárcel y de pugnar fuera de ella para que se reconociera su inocencia, Ƒqué es lo que le resta, amargura tal vez?
ųTuve maestros extraordinarios. Hablo de Eulalia Guzmán, Juan Rulfo, Salvador Novo, Octavio Paz, más los editores de Novaro y Grijablo. Cuando estuve libre me dieron las dos manos para ayudarme. Sobre las manos de ellos comencé a caminar, y aprendí una lección que nunca recibí en la cárcel: que el hombre es bueno y que en el fondo del corazón humano siempre existe una dosis de ternura. Entonces, lo que sufrí es sencillamente parte de conocer la vida. Como me decía un arzobispo amigo mío: en ocasiones la paciencia nos hace humildes y nos acerca a la paz interna. Hoy camino por la vida con un mensaje de paz. Aunque en mi patria mis coterráneos me han fallado, y hasta hace muy poco todavía me consideraban un criminal, aquí en México nunca lo fui. Soy bien recibido en las universidades, el pan que me permitió estudiar y con el que alimenté a mis hijos, salió de aquí. Tal vez no soy el más grande escritor que ha pasado por México, pero sí soy el más humilde.
"Digo esto fundamentalmente porque soy un artista, y, como decía Paz, el artista también se hace a fuerza de machete. En el camino puede ir uno dejando pedazos de sí, pero la esencia se conserva. Quiero decir que no guardo rencor porque el pasado es una cosa que me da mucho miedo. Miedo sí le tengo, rencor no. Yo quisiera que todos los seres humanos que amanecen cada día con un pedazo de libertad entre las manos, la conserven, como enuncia esa idea que pertenece a Netzahualcóyotl, uno de los más grandes poetas del continente".
ųLa literatura funciona, entre otras cosas, para avanzar cuando las condiciones son adversas, podríamos concluir.
ųEs una buena manera de ver para qué sirve el arte. Si no he dicho en esa y otras novelas mi verdad, entonces sí que me habría amargado, albergaría muchos sentimientos oscuros ahora que soy un hombre libre. La novela me ayudó a estar con todos, a saberme perteneciente a un grupo social con el que no tenía contacto por las condiciones de prisión. Vamos a decir que en cierto sentido La isla de los hombres solos, que habla de la cárcel, en realidad a mí me hizo libre.