LA OTRA CARA DE UNA VISITA
La presencia de Juan Pablo II en esta capital, que debiera ser una ocasión de encuentro y armonía con y entre los fieles mexicanos, ha dado lugar, por desgracia, a vergonzosos ejercicios de mercantilismo ųen los que participan desde las instancias eclesiásticas y las grandes corporaciones privadas, hasta los más humildes vendedores ambulantesų y a muestras de prepotencia, abuso e ineficacia en el trato a los informadores nacionales y extranjeros por los organizadores de la visita. Más grave aún, en el curso de las actividades del pontífice, particularmente en la misa celebrada ayer en el Autódromo Hermanos Rodríguez, se manifestaron actitudes clasistas, racistas y discriminatorias que no sólo encajan en los pecados sociales definidos anteayer por el propio Wojtyla, sino que resultan inadmisibles para los valores del humanismo laico, republicano y democrático.
Según se consigna en estas páginas, en el acto mencionado ųen cuya organización tuvieron un papel protagónico las corporaciones religiosas de ultraderecha Testimonio y Esperanza y Legionarios de Cristoų se dio un trato inhumano y degradante a los asistentes de condición social humilde y se privilegió más allá de lo razonable a las personalidades ilustres del catolicismo mexicano. Así, la organización del evento devino un retrato involuntario, pero fiel, de las lacerantes desigualdades sociales: una pequeña élite de notables, cómodamente instalada alrededor del Papa, una gran masa de ciudadanos de segunda ubicados en una llanura polvorienta y encasillados entre rejas metálicas como si fueran reses, y otros cientos de miles afuera de la instalación deportiva, llanamente excluidos de la ceremonia por la manifiesta ineptitud organizativa y el clasismo de los responsables.
Entre los saldos del encuentro, 850 personas hubieron de ser atendidas por problemas de salud imputables, en la mayoría de los casos, a las bajas temperaturas y a las condiciones insalubres del lugar; se causó un destrozo ambiental considerable y quedó, entre muchos fieles, la comprobación amarga de que las desigualdades y el desprecio a los pobres están presentes hasta en la eucaristía, a pesar del llamado contra esas lacras formulado unas horas antes por el jefe máximo de la Iglesia católica.
Finalmente, no puede dejar de mencionarse, entre los episodios deplorables de la visita papal, el extravío del espíritu laico y republicano del Estado nacional, ni los desfiguros inadmisibles de funcionarios gubernamentales ųcaso particularmente censurable el de Carmen Moreno, nada menos que subsecretaria de Relaciones Exterioresų que anteayer, en la salutación al visitante que tuvo lugar en Los Pinos, besaron la mano y se arrodillaron ante un hombre que conjuga su condición de líder espiritual de los católicos con la de jefe de un Estado extranjero.