Iván Restrepo
Primitivo y la visita papal

En agosto de 1993, el papa Juan Paulo II visitó Yucatán. Un indígena maya, Primitivo Cuxim Cammal, le dirigió al ilustre visitante un emotivo mensaje en nombre de sus hermanos de América. En reciente entrevista, publicada por el Diario de Yucatán, cuenta cómo para él fue un milagro que lo escogieran para hablarle al Papa pues no pensaba ir a verlo por carecer de dinero para el viaje. Ante una enorme concentración de fieles en Izamal, Primitivo narró cómo sus semejantes recibían poco por su arduo trabajo en el campo y eran explotados por los que les compraban sus cosechas, mientras adquirían caro lo indispensable. Dijo no entender por qué le prestaban dinero a los que todo tienen, si eran los pobres los urgidos de apoyo. Días después, declaró que su reclamo sobre la injusticia y la desigualdad de millones de campesinos e indígenas, despertó molestia entre las autoridades y unas personas, que se dijeron enviadas de la entonces gobernadora Dulce María Sauri, le ofrecieron diez mil pesos para que se retractara públicamente de sus afirmaciones. Querían saber también quién había escrito el mensaje que leyó, pues no creían que un pobre como él tuviera ``tanta inteligencia''. En 1993 nadie desmintió su acusación. Ahora que Primitivo mencionó de nuevo ese asunto, la ex funcionaria negó en carta al diario peninsular haber hecho tal ofrecimiento monetario a cambio de una retractación ``de quien sólo había expresado, con su voz, el sufrimiento auténtico de muchos''.

Podría pensarse que luego de esa visita papal y de los pronunciamientos que hubo sobre la urgencia de hacer justicia a los que más carecen de ella, las cosas serían hoy distintas; que los responsables de trazar la política económica variarían su estrategia, que desde hace lustros propicia la concentración del poder y la riqueza en pocas manos, crea más desigualdad y marginación y destruye la base material de la sociedad presente y futura por el uso irracional de los recursos naturales y la contaminación.

Para Primitivo Cuxim Cammal, descendiente de una de las civilizaciones más asombrosas que recuerde la historia de la humanidad, la situación en que vive junto con sus hermanos de raza es cada vez más crítica pues la pobreza extrema se observa no solamente en el campo, sino también en Mérida y otros centros urbanos. Dice que en Mérida hay grandes letreros con la leyenda ``Cumplimos con hechos'', pero él no los ve. Sigue, como ayer, esperando tener comida suficiente, cuidar y hacer producir su tierra, ``hablar su idioma y vestir su ropa''. En fin, tener derecho ``a ser distintos porque somos iguales''.

Cabe preguntar entonces el eco que tienen los mensajes del obispo de Roma entre los poderosos de México, la inmensa mayoría de los cuales presume de su catolicismo de la misma forma que se opone a cuanta idea toque lo más sensible de sus personas: el dinero y lo que éste significa. Si hace un lustro un indígena hablaba de las carencias que padecen millones, el pontífice (a cuya sombra tantos negocios han hecho esta vez varios piadosos empresarios) no ha cesado en sus últimos pronunciamientos de llamar a quienes controlan el poder económico para que defiendan ``una justa repartición de los bienes de la tierra'': los organismos internacionales, los gobiernos y los centros que manejan las riendas de la economía mundial, deben asumir la responsabilidad de encontrar los caminos que conduzcan a un mejor reparto de la riqueza, ``tanto dentro de cada país como entre los pueblos''. Y en una clara referencia a los gobiernos que prometen bienestar a las familias cuando con sus medidas crean pobreza, sostuvo que una estructura pública debe caracterizarse por su atención hacia los menos favorecidos, mientras que los creyentes deben actuar urgentemente para atacar las situaciones de miseria.

Sería necio negar la importancia de los pronunciamientos hechos en México por el Papa. Pero éste se va mañana. Mientras, el gobierno sigue con su injusto modelo económico y social, concentrador de riqueza, los piadosos empresarios cosechan los frutos de su cada vez más sólida posición en la parte alta de la pirámide social, y los creyentes regresan a la cruda realidad con las estampitas, los llaveros, los carteles, las fotos, las medallas, los videos, los discos, las publicaciones que produjo el comercio que tomó por asalto el templo y convirtió esta visita en ejemplo de lo que no debe ser el paso del sucesor de Pedro por tierras de evangelización a fines del milenio.