Adiós a la mitad de cancha con videoclip y juegos pirotécnicos

Arturo Cano n Dadme la religiosidad de un pueblo, el arrastre de un líder mundial que jefatura una Iglesia, la emoción sincera de un encuentro y os devolveré una repetición de Siempre en Domingo.

La espera es larga. Venga entonces el videoclip de las visitas de Juan Pablo II a todos los países americanos. En dos de las cuatro enormes pantallas aparecen dosis de bailes regionales, banderas y la invariable mezcla de avión-papamóvil-multitudes.

Los creyentes que alcanzaron sitio en el Azteca son aleccionados como si estuvieran en un estudio de televisión. Delante de ellos, cada cierta distancia, hay jovencitos que portan las señales: "Bandera amarilla quiere decir festejo o participación; bandera blanca significa atención o silencio", se repite desde el sonido central.

Los abanderados guían los ensayos previos a la llegada del Papa. Porras, canciones como Cielito lindo, brazos en alto en balanceo aprendido en los shows televisivos, con todo y un instructivo repartido por millares, entre quienes ųclaroų hacen la ola futbolera una y otra vez.

La evangelización según Raúl Velasco. Iglesia y TV, educadoras del pueblo mexicano, juntas al fin. Los capítulos pendientes, luego de las reformas salinistas de 1992 (la participación de la Iglesia en los medios y mayor injerencia en la educación), se achican.

(En las pantallas aparecen Fidel Castro, Ernesto Zedillo y otros mandatarios latinoamericanos ųdel pasado y actualesų, pero no Carlos Salinas, quien recibió dos veces al Papa. Son congruentes los jerarcas católicos con sus dichos de noviembre pasado respecto al ex presidente: "Nada le debemos"; "no lo quisiéramos de regreso").

 

Medio tiempo

 

Los helicópteros anuncian la cercanía del máximo jerarca eclesiástico. El fervor y la emoción crecen. Los pañuelos se agitan, vuelan las palomas, destellan las luces de las cámaras fotográficas, todo al ritmo de la canción que le cantaron hace 20 años y rematado con el grito unánime: "šJuan Pablo II, te quiere todo el mundo!"

Y luego, mientras se espera que el Papa ocupe su sitio el orgulloso grito acompañado de aplausos y patadas en el piso: "šMé-xi-co, Mé-xi-co!".

La globalidad, los extraordinarios avances en los medios de comunicación, que en sus documentos los jerarcas ven como desafíos para la fe en el próximo siglo, son los mejores aliados en la tarde papal del Azteca. Al menos respecto a los recursos tecnológicos y su despliegue sin límite (la envidia, seguramente, del televangelista más exitoso).

Pero los enlaces vía satélite con varios países, la transmisión con tomas panorámicas y la conexión en vivo por la Internet se enfrentan pronto con un espectáculo parecido a los que se ofrecen en el medio tiempo del futbol.

Pongamos, por decir algo, el caso de los cientos de estudiantes de escuelas privadas convertidos en instantáneos timbiriches o garibaldis. O la tabla gimnástica con la que los jóvenes reafirman su compromiso. O la escenografía preparatoriana para narrar la primera evangelización de América, que es capítulo aparte.

En cuatro extremos del campo se alzan, elevados por grúas, unos cubos forrados con tela, en los cuales se han pintado pirámides mayas. De inmediato salen decenas de niños-indios que bailan alrededor, mientras narra una voz de documental de Demetrio Bilbatúa. Cuatro personajes que representan a Quetzalcóatl algo dicen de la voluntad de Dios y rematan: "Nunca más sacrificios humanos". El dios serpiente se esfuma y de inmediato aparecen decenas de niños-misioneros y niños-soldados españoles, mientras caen los telones con pirámides y en su lugar aparecen las capillas de templos católicos. La multitud ovaciona.

Los niños-soldados jalan a los niños-indios y los obligan, teatralmente hablando, a hincarse frente a los niños-misioneros. Luego, los niños-soldados toman la cruz y todos se hincan cuando arriba de los cubos aparece Juan Diego en la aparición del Tepeyac.

Contrasta la idea de la primera evangelización con estas palabras de Juan Pablo II, pronunciadas en su visita de 1990: "Los misioneros encontraron en los indígenas los mejores colaboradores para la misión, como mediadores en la catequesis, como intérpretes y amigos..."

 

Los teólogos indigenistas

"necesitan convertirse"

 

Mientras en el Azteca se desborda el fervor, una parte de la jerarquía católica tiene en tanto otros flancos abiertos. A esa misma hora, quienes en todo el mundo siguen la visita papal, pueden abrir la página de la Internet del arzobispado de México y leer: "También los teólogos indigenistas necesitan convertirse. También una teología que sirve para justificar la violencia puede ser uno de 'los pecados sociales que claman al cielo, porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes del Continente' (Iglesia en América, núm. 56)".

El flanco lo abrió Juan Pablo II en su vuelo Roma-México. Y el cardenal Norberto Rivera, a su lado ahora mismo, aquí en el Azteca, lo aprovechó para poner en su página de la red un extenso documento contra la "teología india" y el obispo Samuel Ruiz. Tres botones de muestra más tomados del texto de la Arquidiócesis:

"La teología indígena que el Papa ha criticado no sigue ciertamente el camino de la reconciliación y de la comunión eclesial. Basta ver el ejemplo de Chiapas, su vivero.

"El fundamentalismo indígena de esos teólogos no es menos intransigente que el de los ayatolas.

"El Papa viene sobre todo a traer un regalo, un camino, un proyecto, para América: Jesucristo, el mismo, ayer, hoy y siempre. No el Jesucristo guerrillero ni el Jesucristo Indio, sino el Jesucristo que salva..."

Quizá con ese "fundamentalismo" como referencia, el cardenal Rivera habla al Papa y a la multitud: "El mestizaje espiritual dio sus frutos, y esos frutos nos distinguen y hacen posible el mestizaje sociocultural".

En su página de la red, los datos dicen que en México los indígenas son 16.9 por ciento de la población y los mestizos 67.5 por ciento.

Con todo, en el centro del Azteca, el Papa volverá a aludir a la situación de los indios de América, en un mensaje que los asistentes oyen con dificultad por la pésima acústica.

Igual, este es el reino de la imagen. Se suceden uno tras otro los videoclips. Uno de ellos muestra imágenes de la violencia y otros males del planeta. Por ejemplo: dos fugaces tomas de la masacre de Acteal.

 

* * *

 

El arranque de la "nueva evangelización" se celebra con luces pirotécnicas, el remate olímpico ideal.

El entusiasmo se desborda. Un conductor de televisión describe la última parada de Juan Pablo II en el estadio. Hay en el pequeño lugar unas 80 o 100 personas, todas privilegiadas, dice, "porque pudieron ver de cerca al Papa, que es como ver a Dios en la Tierra".

Los jóvenes se llevan el mensaje: "Ustedes, como hijos de la Iglesia, deben trabajar para que la sociedad global que se acerca no sea espiritualmente indigente ni herede los errores del siglo que concluye".

Los jóvenes y todos los demás se llevan también un regalo repartido por Nuevo Criterio, el órgano oficial de la Arquidiócesis de México, gracias al cual el estadio se uniformó de blanco: son baberos de plástico, una suerte de réplica del ayate de Juan Diego, con la imagen de la Guadalupana en tinta roja. Miles y miles abandonan el Azteca con estas palabras en sus espaldas: "Ayer, hoy y siempre, šviva Cristo Rey!"