n Es doloroso pensar en todo lo que no conté, lamentaba
Murió Matilde Landeta, directora pionera del séptimo arte mexicano
n Realizó Lola Casanova, La negra Angustias y Trotacalles
Raquel Peguero n Cuando Matilde Landeta regresó detrás de las cámaras después de 43 años de no dirigir, estaba feliz, entusiasmada. En cuatro décadas había tenido tiempo para ''llorar, sufrir mucho, pero también para gozar enormemente lo que he hecho. Ahora ya puedo irme contenta porque hablé, aunque sea un poquito de lo que creo es la vida", dijo a La Jornada en 1991. Y cumplió: se fue feliz en un día soleado como a ella le gustaban. Ayer, la directora pionera del cine mexicano murió bajo el sol de mediodía a consecuencia de una peritonitis, que la mantuvo hospitalizada la última semana de este enero.
Originaria de la capital de San Luis Potosí, Matilde Soto Landeta nació durante la efervescencia revolucionaria en 1913 y ello fue un signo que ''marcó mi vida" para siempre.
Desde que conoció la actividad cinematográfica, cuando presenció la filmación de Sobre las olas, de Miguel Zacarías, en 1932, supo que deseaba ser cineasta y no otra cosa en la vida. Durante años, frente a la misoginia del medio que prevalecía en aquella época, fue dando pequeños pasos, para alcanzar su meta. Comenzó como anotadora de directores en 1933, haciendo la labor de continuista de Fernando de Fuentes, en El prisionero trece, y se mantuvo en ello "aprendiendo muchísimo" hasta 1944, al lado de cineastas como Julio Bracho y Emilio Indio Fernández. Después se convirtió en asistente de dirección de Ramón Peón Contreras, Mauricio Magadaleno, José Díaz Morales y José Salvador.
A finales de los años cuarenta, encarrerada y deseosa de alcanzar su sueño, realizó tres películas al hilo. La trilogía que permaneció como su filmografía durante cuatro décadas: Lola Casanova (48), La negra Angustias (49) y Trotacalles (51); hasta que en 1991, impulsada por un grupo de amigos, consiguió levantar su cuarto y último proyecto, en una fallida ųlástimaų película sobre Rosario, la de Manuel Acuña, y que llamó Nocturno a Rosario.
Feminista combativa
Combativa y luchona hasta el final de sus días, doña Mati ųcomo le llamaban sus amigosų siempre supo y denunció que su condición de mujer fue lo que le impidió hacer una verdadera carrera en el cine; ''les estorbaba, era algo puesto en el camino; alguien que trajo películas diferentes, ideas distintas, historias de mujeres verdaderas, en un tiempo en que nuestro cine sólo presentaba a la mujer con la virtud del aguante, que sólo servía para ser madre o prostituta". Por eso, decía, no pudo hacer el cine que quería y estuvo ''triste durante años. Me da dolor pensar todo lo que pude contar y no conté. Probablemente pude haber hecho un gran cine, pero no me dejaron".
Su palabra, la reafirma también Jorge Ayala Blanco en su libro La condición del cine mexicano: ''La discriminación sexista puso punto final a su carrera (de Landeta), como lo había hecho antes con Mimi Derba, Cándida Beltrán Rendón, Adela Sequeyro Perlita''. A pesar de ello, su trilogía llegó a significar algo más que ''un caso curioso, de interés meramente histórico o estadístico ųasegura el críticoų. Es el sostenimiento anticipado de su tiempo, de una posición feminista dentro del cine. Un feminismo propositivo y glorificado, combativo".
Eso la mantuvo a raya de la industria de la que nunca se alejó, pero que sólo le permitió siguir colaborando esporádicamente como guionista. No pudo tampoco hacer la película que quería y que le dieron a un director hombre, a pesar de que ella había hecho el trabajo de preproducción: El camino de la vida, que ella llamó originalmente Tribunal de menores. ''Era un hitazo", decía sin zozobra ni rencor al señalar que se llevó todos los Arieles de su tiempo y hasta un premio en el festival de Berlín.
Su cine lo hizo de manera independiente ''gastando mi dinero y el de mis hermanos". A ella le gustaban los personajes reales pero novelados y buscó en su primera época la ayuda de Francisco Rojas González para que les diera vida en papel y ella pudiera plasmarlos en la pantalla. Tanto La negra Angustias, como Lola Casanova, fueron mujeres de carne y hueso que despuntaron en su momento. ''Siempre me gustó hablar por las mujeres y no es que fuera feminista en el sentido lato que le dan a la palabra. En esta vida somos dos, complemento el uno del otro. La vida sin hombres sería imposible, pero también lo sería sin mujeres. Somos la pareja en todo", dijo a esta reportera.
Su cine no era perfecto, pero nunca fue maniqueo y consiguió lo que su realizadora quería: mostrar mujeres valientes, fuertes, verdaderas a las que plasmaba a través de la sátira o la autoironía bien dosificada. Lo cierto de su cine, asegura Ayala Blanco en el citado libro, es que ''aparte de estas tres cintas y otras contadas excepciones, el resto del cine mexicano en esa época permanece como un repertorio de himnos viriles a mujeres presentadas como más o menos alevosas, o protegibles, o sublimadas por el sacrificio".
Fue en 1991 que la casualidad y el empuje de sus amigos, encabezados por Jaime Casillas y Marcela Fernández Violante, la llevaron de regreso al cine: ''No creo recuperar todo con esta nueva película, aún quedan muchos hilos colgando, pero ojalá Dios y la naturaleza y mi organismo me respondan para poder seguir adelante", dijo aquella vez mientras saboreaba un tequila doble y expresaba su deseo de que el ''pastel" no le quedara aplastado. ''Como mujeres sabemos que podemos tener la mejor receta, el mejor royal, la mejor harina, pero el pastel puede no levantarse", rió.
Su risa era una acompañante permanente. Con su bastón al lado, acudía a todos los estrenos, a todas las reuniones en que se tratara el tema del nuestro cine, que tanto amaba y donde con su combatividad aportaba datos, cifras e ideas que pudieran ayudar a levantarlo. Su pasión por el séptimo arte la llevó a montar una sala de cine en Tlalpan, que finalmente tuvo que cerrar porque no era fácil convencer a los grandes distribuidores, que preferían apoyar las producciones estadunidenses que las nacionales y que a la postre la llevó a la quiebra.
Detestar la ''conciencia de los dólares''
Reconocida por su valía en otras latitudes, Matilde Landeta recibió diversos homenajes, en la última década, en varios países de Europa. Incluso en Berlín le hicieron un programa especial para la televisión, donde la cineasta daba cuenta de sus luchas, triunfos y fracasos que la habían mantenido al margen de la industria mexicana por la que siempre luchó. En 1993, Patricia Martínez de Velasco hizo un documental para el Centro de Capacitación Cinematográfica, en el que Landeta reía y sufría al contar su vida en el cine.
Fundadora de la Cooperativa José Revueltas, fue también presidenta de la Academia de Ciencias Cinematográficas, en la que mostró siempre su combatividad, como lo hizo en las sesiones del simposio Los que no somos Hollywood, que se organizó el año pasado para apoyar la iniciativa de la ley de cine. No faltó ni un solo día y siempre estaba dispuesta a dar su opinión, como cuando le pidió a exhibidores y distribuidores que dejaran ''en paz la iniciativa que está buscando lo mejor para México. Estúdienla con otra conciencia, no la de los dólares, sino la del país", les espetó en medio de los aplausos de la concurrencia.
Doña Mati hará falta en todas esas reuniones, como la hizo en el lapso en el que la mantuvieron en silencio de imágenes durante casi toda su vida.
La directora está siendo velada en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas, de donde partirá mañana a mediodía, para ser sepultada en la rotonda de los escritores de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Adiós, señora.