n PURASANGRE
Pérez-Reverte:
El sol de Breda
1. Hubo una vez, hace ya sus buenos tres siglos y medio, en que la guerra no era un espectáculo de muerte, sino una forma de vida. Es decir, una manera en que a la existencia cotidiana se sumaba esa rara especie llamada honor. Era tiempo de banderas, capas, lances, poetas, pintores y espadachines. Y, aun con todo ese color local, no era empresa fácil.
2. Diego Alatriste y Tenorio lo sabe en carne propia. Y lo sabemos por medio de los ojos y la mano (o el ordenador, lo más parecido a la pluma de ganso) de Arturo Pérez-Reverte, que hace dos años hizo una apuesta: seducir al lector con una historia de capa y espada. Y la ganó, primero, con El capitán Alatriste, luego con Limpieza de sangre. Ahora nos llega la más reciente entrega de la saga, El sol de Breda (México, Alfaguara, 260 pp.).
3. En diversos personajes, además del protagonista, vale poner atención. En Pedro de la Daga, por ejemplo, al que podemos observar por la mirilla de este pasaje: ''...junto a la bandera principal del tercio, rodeado de la plana mayor y los seis alabarderos tudescos de su guardia personal, don Pedro de la Daga se tenía a caballo, con la orgullosa cabeza descubierta y un cuello valón de encaje sobre la coraza repujada, con escarcelas, de buen acero milanés; espada damasquinada al cinto, enguantado de ante, la diestra en la cadera y la rienda en la zurda".
4. Inefable en la época y en las aventuras del restallante Alatriste, don Francisco de Quevedo le envía en cierto momento de la trama una larga misiva, de la cual entresacamos este fragmento: ''Supongo que andaréis en lo de Breda, que es negocio que en la Corte viaja de boca en boca, por lo mucho que importa al futuro de nuestra monarquía y a la fe católica, y porque se dice que el aparato y máquina militar puesto en obra no tiene igual desde los tiempos en que Julio César asediaba Alesia. Aquí se aventura que la plaza se ha de ganar sin remedio a los holandeses y caerá como fruta madura; aunque no falta quien apunta que don Ambrosio Spínola se lo toma con mucha flema, y que la fruta madura, o se come en sazón, o se agusana. De cualquier modo, puesto que corazón nunca os faltó, os deseo buena suerte en los asaltos, trincheras, minas y contraminas y demás invenciones diabólicas en que tanto abundan negocios ruidosos como el que os ocupa".
5. Sobra decir que el conocimiento del momento histórico es cosa sabida del novelista. Es necesario apuntar, sin embargo, que recrear el habla, la vestimenta, los usos y costumbres, la comida y bebida de una España remota, es mérito de quien dedica su tiempo enteramente a escribir, leer y revivir en tardes memorables sus 20 años como enviado de guerra. Otro tipo de combate, claro, del que no se vive y donde nadie gana. No de otro sitio le ha venido a Reverte la necesidad de escribir por lo pronto tres novelas para que quede claro cuánto de humano había detrás de una espada hace tres siglos y medio.
n César Güemes n