La Jornada Delcampo
27 de enero de 1999
Cicatriz en la memoria.
La camioneta dando tumbos durante cuatro horas,
el olor a sudor de cotones y morrales bajo la lona.
San Pedro Chenalhó:
capillas entre nubes y pinos,
cruces foliadas sobre los cerros,
Gólgotas o patíbulos.
La velada con el padre Miguel en torno a una botella de Ricard,
único recuerdo del lejano terruño,
mientras escuchábamos el crepitar de su ingenio contando
su diario batallar en su segunda patria
sin poder crédito.
El mercado dominguero que languidece
en la música raida de los altavoces
y en las alcoholizadas coplas resueltas en quejas.
El camino de regreso a los parajes
se siembra de víctimas del "posh"*
destilado de penas:
magra cosecha, escuálida venta, centavo sobre centavo.
Las mujeres estoicamente recogen los restos.
Mujeres magulladas, violadas desde la secundaria por sus mentores,
mujeres hastiadas que de tanto agravio anidan panteras.
El crimen navideño fue contra ellas,
para matar la semilla, para callar la voz de la tierra
que ellas alimentan con el ombligo de sus crías,
su lenguaje como arrullo de manantial,
su plegaria invocando la paz,
para arrancar sus cuerdas de raíces entreveradas.
Durante cuatro horas las venadearon por los cerros y el arroyo,
y ellas buscando su prole en el fragor de las balas.
No fue suficiente la muerte a filo de machete,
fue preciso humillarlas en su dignidad,
y apagar la pregunta insistente en los ojos de sus niños.
Levantando su lápida emergen las sobrevivientes,
pero no del silencio: emparedadas en su mutismo,
empozadas en el espanto, el estupor y la rabia,
lanzan un grito entre-dientes,
un alarido sofocado en la garganta
vuelta puño cerrado.
Los rezos, el humo de las veladoras y del acre copal,
las azucenas, la juncia y las semillas de maíz
no alcanzan a cubrir este grito,
este rencor fosilizado.
Parecen esperar la muerte o una vida habitada por sonrisas de ángeles.
¿Para qué huir otra vez?
¿Algún día se acabará esta diáspora?
Las voces desde la Selva callaron entonces como las suyas
durante muchas lunas ensangrentadas.
Los demonios siguen sueltos en Chenalhó,
y los que afilaron el cuchillo se limpian las manos
con frases lapidarias sobre el atavismo de los indios.
* "Posh": aguardiente de caña de baja calidad.