La Jornada jueves 28 de enero de 1999

Jean Meyer
Una guerra demasiado anunciada

Me hubiera gustado no volver a escribir la palabra Kosovo, pero Slobodan Milosevich quie- re celebrar a su manera el décimo aniversario de su primera agresión contra los infelices habitantes de esa región de la ex Yugoslavia. En 1989, Milosevich, entonces dirigente de Serbia, armó la bomba de tiempo que iba a destruir a Yugoslavia, al suprimir de un plumazo provocador la autonomía de esa región poblada en 90% por albaneses de tradición religiosa musulmana. Desde aquel entonces todo el mundo ha anunciado el desastre, un desastre que fue postergado únicamente por las guerras de Croacia y de Bosnia-Herzegovina. Cuando en 1995 se firmaron los precarios acuerdos llamados de Dayton, Casandra profetizó que si no se aprovechaba la tregua, la próxima guerra tronaría en Kosovo.

Aunque la violencia serbia nunca cejó desde 1989, la resistencia kosovara tardó más de ocho años en tomar el camino de la guerrilla. Eso fue gracias a Ibrahin Rugova, admirable líder, quien supo llevar a su pueblo por la vía de la lucha cívica; el mundo exterior, por más consciente que fuese de lo desestabilizador que sería para los balcanes y para Europa la guerra en Kosovo, no supo aprovechar ese tiempo tan caramente pagado por los kosovares sometidos a una durísima ocupación militar.

Ahora es muy tarde. Hace más de un año que las guerrillas del ejército de Liberación de Kosovo pican y huyen, y que la represión masiva ordenada por Milosevich propaga el incendio. ¿Qué más se podía esperar? El último intento internacional para mediar en el conflicto ocurrió en octubre de 1998, cuando el inevitable Richard Holbrooke, enviado especial estadunidense, consiguió que Milosevich aceptara la presencia de observadores civiles y la retirada parcial de sus tropas. Hoy en día las fuerzas especiales y el ejército serbio son más presentes que nunca y Milosevich tiene mil 500 rehenes virtuales con los famosos observadores. Las lecciones de Bosnia no han servido para nada. Eran claras, el único lenguaje que entiende el dirigente serbio es la fuerza. No tiene ni palabra ni razón. Destruyó a Yugoslavia, es capaz de destruir a Serbia lanzando los balcanes al caos y Europa quién sabe hacia cuáles desastres. En efecto, el incendio de Kosovo puede ganar a los países vecinos, Albania de por sí frágil y Macedonia con su fuerte minoría albanesa: eso significaría la intervención de Grecia y Bulgaria, Turquía, que tiene muchos piques con Grecia, no se quedaría con los brazos cruzados.

Europa, la OTAN y Naciones Unidas no han aprovechado la mala tregua lograda por Holbrrok. No se presentó ningún milagro, al contrario la horrible matanza de Rachak, al sur de Kosovo, en la que 45 civiles fueron ejecutados y decapitados, vino a recordar, el 16 de enero, que Milosevich es tan estúpido como desalmado. Apuesta una vez más a la incapacidad de las instancias internacionales a la cobardía de los gobiernos de las naciones civilizadas, incapaces de explicar a sus pueblos que en la guerra la muerte de los soldados es algo inevitable. Por lo tanto han tardado tantos años en tomar la única decisión útil, no bombardear Serbia sino mandar 50 mil hombres en Kosovo, un Kosovo puesto bajo un protectorado ejercido por Naciones Unidas por, digamos, 25 años.

Milosevich corre alegremente de provocación en provocación, posiblemente lo estimula el fracaso de Estados Unidos contra Sadam Hussein: su policía desapareció los cadáveres martirizados de Racak, después que el mundo entero los había visto en televisión; negó la entrada a Kosovo de Louise Arbour, del tribunal internacional por los crímenes de guerra en la ex Yugoslavia, dio la orden de expulsar al jefe de observadores internacionales; hizo esperar a los generales en jefe de la OTAN y mandó tropas y más tropas a la ofensiva.

¿Qué hacen Europa, la OTAN y Naciones Unidas? Europa dice que no quiere la guerra, la OTAN cuenta 83 aviones y dice que no está lista para intervenir, la ONU calla. El 20 de enero Alemania dijo que ``la comunidad internacional estudia todas las opciones, incluso la militar'' y que la OTAN dio el visto bueno de la decisión de sus generales de movilizar fuerzas, pero ``sin dramatizar la situación ya que quedan algunos días de margen para que pueda darse una solución política que evite el uso de la fuerza''. ¡Pobres kosovares! ¿Cuándo entenderá el mundo civilizado que Milosevich no ayudará a resolver los problemas de la región? La cuestión de Bosnia-Herzegovina no está resuelta, apenas está congelada. Milosevich es, si no todo el problema, gran parte de él. Los 50 años de la OTAN se celebran dentro de tres meses. ¿De qué manera? ¿Dándole las gracias a Milosevich porque ``perdonó'' al jefe de observadores y no lo expulsó?