Adolfo Sánchez Rebolledo
La iglesia ortodoxa y vencedora

Esta vez el Papa suavizó sus palabras para que el cardenal Rivera Carrera dijera la frase del destino: México ``ha sido engañado'' le informó al Pontífice. ¿Quién, cuándo, cómo? A buen entendedor pocas palabras. A pesar de su calculada ambigüedad, la breve reflexión cardenalicia expresa la nueva actitud de la Iglesia hacia el presente y el futuro de la nación, su clara disposición para hacer pronunciamientos políticos sin temor ni cortapisas.

Estamos, pues, ante el corolario de la ya larga historia de veinte años en la remodelación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado que ha conducido, de concesión en concesión, a reducir el ámbito del laicismo hasta languidecer como un reducto que se presume (equivocadamente) en vías de extinción.

La visita papal ha despertado -no podía ser de otra manera- el optimismo jactancioso de quienes esperan capitalizar ética y políticamente las energías populares desatadas por Juan Pablo II, aunque no deja de ser curioso que izquierda y derecha compartan la misma visión que el Papa tiene sobre el mundo de hoy.

Por razones que se presumen distintas, tanto el PAN como el PRD se sintieron identificados con la crítica papal a la globalización y sus consecuencias, en especial cuando esas se refieran al ``neoliberalismo'', un término que a fuerza de repetirse quiere decir todo o cualquier cosa. Izquierda y derecha tendrán que hacer un gran esfuerzo para definir sus diferencias sobre el ``neoliberalismo'' y sólo falta que el presidente Zedillo se desdiga de sus críticas al populismo. Ahora va a resultar que nadie en México profesa el pensamiento neoliberal porque ninguno es discípulo directo del profesor Hayek. ¿Qué dirán ahora los ideólogos empresariales que divulgaron con pasión las recetas de la señora Thatcher y compañía?

La izquierda se conforma con una crítica que no menciona significativamente al capitalismo, que se solaza justamente en describir como pecados los males sociales que derivan de la desigualdad y la injusticia sin explicarse sus causas. La derecha, liberada del peligro que en el siglo XX representaba el pensamiento marxista, puede hoy volver a un humanismo cristiano que, no obstante su positiva preocupación por los pobres, sigue oponiéndose a los principios de la Ilustración y a la modernidad.

El Papa tampoco cree en la teología de la liberación. Por el contrario, en cuanto al mundo indígena que hoy es objeto de disputa, él considera que el ``modelo'' imitable está en la primera evangelización, realizada por los frailes franciscanos cuando la conquista espiritual del Nuevo Mundo. ``No habrá solución hasta que reconozcamos que la población indígena fue la primera propietaria de la tierra y, por lo tanto, los primeros con derechos sobre ella'', recoge La Jornada el 23 de enero. Pero esas palabras, que las suscribiría el mismísimo padre Vitoria en sus famosas Relecciones, tienen un complemento que tampoco se presta a demasiadas interpretaciones. Dijo el Papa: ``... ahora se piensa mucho en sustituir a la teología de la liberación con esa teología indígena, que sería la traducción, la inspiración del marxismo, y ante esto la Iglesia obviamente no está de acuerdo y propone otro camino, que es el de la solidaridad y el del diálogo''.

Corresponde a los católicos ir al fondo de ese debate que en México adopta expresiones dramáticas, pero la postura del Papa, a pesar de ser tajante, no resuelve el problema que consiste, para los católicos, en poner en sintonía la religión con los afanes de justicia. En un breve artículo reproducido en México por la revista Etcétera, Pietro Ingrao recapitula y escribe: ``Aquí aflora la pregunta difícil: ¿dónde están hoy los posibles nudos en los que todavía puede encontrarse una experiencia de contemplación religiosa, de `salvación', y una acción sobre el sufrimiento y la rebelión social? Quizá en algunas comunidades de voluntariado, o en testimonios desesperados -casi gritos-, como los vividos por alguien como el padre Zanotelli en la desolación de Nairobi. Pienso en algunos sacerdotes monjes, en ciertos conventos, o en algunas praderas africanas''.

Mártires solitarios entre los pobres más pobres es un camino. Legionarios y otros soldados de Cristo en las cúspides del poder. Esa la otra lección.