Masiosare, domingo 31 de enero de 1999


La presidencia del PAN disputada por dos foxistas


Candidatos
gemelos


Alberto aguirre M.


Felipe Calderón Hinojosa, desgastado al extremo, abrió el camino a los aspirantes a sucederlo en la dirigencia del PAN. La contienda está marcada por dos hechos: ninguna figura relevante de ese partido se decidió a entrarle y los dos aspirantes son foxistas convencidos. No más doctrinarios versus neopanistas, ya no bárbaros contra panistas de invernadero. Cualquiera que sea el resultado, Vicente Fox tendrá un presidente del PAN muy a su modo

El Jefe Diego exploró el terreno y vio condiciones adversas. Francisco Barrio también lo midió y se sintió inseguro. Ambos mostraron interés en ocupar el lugar de Felipe Calderón Hinojosa, pero querían llegar a la presidencia nacional del PAN por aclamación.

Ahora la contienda por el cargo más importante de ese partido tiene como protagonistas a dos políticos mesurados, asépticos, sin arrastre nacional, y tan semejantes en ideas que a veces se confunden.

Quizá por ello las aguas panistas están poco agitadas. No son los tiempos del encono doctrinarios versus neopanistas. Tampoco compiten grandes personalidades ni se quiere opacar a Vicente Fox.

En cinco semanas, el PAN -todavía segunda fuerza electoral del país que en este sexenio ha conseguido cinco gubernaturas y que gobierna a más de 27 millones de mexicanos- estrenará nuevo líder nacional.

Esta semana empezará formalmente la contienda entre Luis Felipe Bravo (un ideólogo) y Ricardo García Cervantes (un buen organizador).

Quien quede, tendrá que construir en el corto plazo el ``partido de centro'' que tanto anheló Calderón, y llevar a buen término la asamblea en la que el PAN designará su candidato a la presidencia... a Vicente Fox.

Luego deberá apurar el paso hacia la contienda presidencial del 2000, con un partido que parece quedarle chico al Fox que quiere jugársela con todo.

La tarea

A pesar de que los estatutos se lo permiten, Felipe Calderón Hinojosa se rehusó a presentar su candidatura ante el Consejo Nacional. Ese órgano deberá elegir al nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional para un periodo de tres años.

Hace semanas que García Cervantes y Bravo Mena empezaron a viajar por el país para conseguir apoyos. Ha sido una etapa de puro trabajo de lobby. Los aspirantes se reúnen con los consejeros en charlas de café. Ha habido reuniones en grupo, pero las más numerosas no sobrepasan los diez asistentes.

El proceso interno del PAN está en curso. Formalmente arrancó hace diez días con la expedición de la convocatoria, pero desde noviembre pasado Luis Felipe Bravo Mena y Ricardo García Cervantes aceptaron públicamente que buscarán el liderazgo nacional del PAN. Se esperaba la participación de Francisco Barrio, pero el ex gobernador de Chihuahua declinó hace dos semanas.

Los aspirantes deben registrar sus candidaturas. Para ello requieren del apoyo por escrito de por lo menos diez consejeros nacionales. Ya registrados, tienen la oportunidad de hacer campaña interna.

Hoy García Cervantes cumplió con el trámite. Y el martes Bravo Mena hará lo mismo, luego de haber concluido una gira por seis estados del país.

La elección será los días 6 y 7 de marzo.

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En las últimas semanas los precandidatos se han lanzado a recorrer el país. Aunque la mayoría coincide en que aún no es posible ver quién puntea, algunos reconocen que existe una ligera ventaja en favor del senador guanajuatense, pero ubican una franja de consejeros -alrededor de 90- que aún no deciden.

Al interior del partido, se considera que la contienda por la presidencia está nivelada, y ante el bajo perfil de los aspirantes estará marcada por los acontecimientos internos en el PAN.

Se tiene especial atención sobre el comportamiento de Luis H. Alvarez, pues cualquier inclinación suya hacia alguno de los aspirantes podría marcar la diferencia.

Al mismo tiempo, se esperan actitudes similares de otros líderes, como Diego Fernández de Cevallos, Gabriel Jiménez Remus o Francisco Barrio. De los que empezaron a manifestar declaraciones, Ernesto Ruffo declaró su respaldo a García Cervantes.

Pero en el PAN se entiende perfectamente que ni Fox, ni Ruffo, ni Diego influyen decididamente en el consejo. Los tres tienen grupos ``compactos'' de consejeros, pero éstos están formados -a lo sumo- por unos diez incondicionales.

En teoría, Fox apoyaría a Luis Felipe Bravo -ambos colaboraron estrechamente con Manuel Clouthier-, pero muchos piensan que su pragmatismo lo haría cambiar de parecer si en el camino advierte que la mayoría será para García Cervantes.

A la distancia, los miembros del panismo ortodoxo -los doctrinarios- ven cómo se desarrollan las cosas. Están en una actitud contemplativa.

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Agosto de 1997. Los 235 consejeros nacionales del PAN sesionaron a puerta cerrada en Juriquilla, Querétaro, tratando de explicarse sus resultados en la elección federal.

El cónclave produjo una larga lista de cuestionamientos a Felipe Calderón. No obstante, quedó claro que el michoacano buscaría reelegirse en la presidencia nacional.

Pero desde entonces, el bajacaliforniano Ricardo García Cervantes empezó a cabildear entre los consejeros, a fin de nominarse al cargo.

En los meses siguiente hubieron otros interesados.

En el CEN del PAN refieren que a principios del año pasado Diego Fernández de Cevallos promovió una ``auscultación'' entre algunos consejeros, a fin de conocer si contaba con los apoyos suficientes para buscar la presidencia del partido. Para su sorpresa, vio que no las tendría todas consigo.

Entonces se consideraba que un aspirante natural era Francisco Barrio Terrazas. El gobernador de Chihuahua estaba por dejar su cargo y nadie advertía el riesgo de una derrota en la entidad norteña. Sus tamaños eran los de un sólido precandidato a la Presidencia de la República, pero también se le veía al frente del partido.

Sería el mejor de los contrapesos para Vicente Fox, decían. Mientras, el guanajuatense declaraba su simpatía por ambos.

Pasaron los meses. El PAN perdió la gubernatura. Barrio anunció su decisión de no buscar la candidatura presidencialÉ el camino a la dirigencia nacional parecía estarle franco.

Justo en noviembre, cuando terminaron los procesos electorales de 1998, García Cervantes y Bravo Mena oficializaron sus precandidaturas, aunque antes habían celebrado acercamientos con los consejeros.

En Juárez, Barrio empezó a recibir visitas de líderes panistas que buscaban convercelo para participar en la contienda interna. Todos recibieron la misma respuesta: ``Lo estoy pensando. Debo hablarlo con mi familia. Decidiré hasta enero''.

La actitud de Barrio no sorprendió a nadie.

Muchos recordaron que en cuanto terminó su periodo como alcalde de Ciudad Juárez, en 1986, inicialmente había declarado que no buscaría ser candidato a gobernador, pero compitió en la contienda interna y fue nominado.

Lo mismo pasó seis años después: fintó con no ir... y fue.

Pero en esa ocasión la voluntad de Barrio se mantuvo invariable, a pesar de que Diego Fernández de Cevallos y Luis H. Alvarez le pidieron que buscara la presidencia del partido.

En el CEN del PAN deslizan otras explicaciones: Barrio -como Diego- hizo una estimación de los consejeros que tendría de su lado. Y percibió que no tendría un apoyo irrebatible.

``Diego y Barrio querían triunfos arrolladores'', dice uno de los enterados.

Otro complementa: ``Si hubiera ido a la convención, Barrio hubiera tenido que pasar a una segunda vueltaÉ y al albur''.

Sólo han quedado los senadores Bravo y García Cervantes. Y si nadie irrumpe en el escenario, entre ellos dos se dará la definición.

Pleitos de familia

En la última década, los relevos de dirigentes nacionales en el PAN han ocurrido al parejo de las disputas entre los grupos. Y han desatado periodos de muy alta polarización.

En 1990 Luis H. Alvarez buscó la reelección y enfrentó la candidatura de Gabriel Jiménez Remus. La disputa fue encarnizada y polarizó al partido.

En febrero de 1993, Carlos Castillo Peraza ganó la presidencia del PAN -con la bandera de hacerlo un partido atractivo a los mexicanos pobres- luego de reñidísimas votaciones frente a Alfredo Ling Altamirano. Esa vez, la corriente panista norteña iba con Rodolfo Elizondo Torres, pero éste fue sorpresivamente eliminado en la primera ronda de votación. Ling Altamirano declinó su candidatura al perder la tercera ronda.

Con ánimo conciliador, el yucateco integró un Comité Ejecutivo en el que estuvieron representadas equilibradamente las distintas corrientes panistas. Con él estuvieron sus contrincantes, además de Luis H. Alvarez, Diego Fernández de Cevallos, Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa.

Pero el equilibrio duró poco. Castillo Peraza alimentó un grupo propio y las facciones se agruparon en su contra.

Hace tres años, los bárbaros de Norte decidieron apoyar a Ernesto Ruffo Appel. Del lado contrario hallaron una coalición que involucró a Castillo Peraza, H. Alvarez y Fernández de Cevallos. Al paso del tiempo, ese agrupamiento quedó desmantelado, luego de la derrota del yucateco en el Distrito Federal y su posterior renuncia. Esos hechos contribuyeron al aislamiento de Calderón.

Para esta vez, los panistas esperan una contienda reñida, pero sin enconos -por el temperamento de los contendientes- ni fracturas internas, porque todos están con Fox.

***

Casi siempre aislados de la polémica, Luis Felipe Bravo Mena y Ricardo García Cervantes coinciden en la militancia partidista y en el ejercicio profesional (ambos son abogados), pero parecen estar en extremos opuestos en el quehacer político. Sus vidas y su carreras políticas son divergentes.

Bravo Mena ingresó al PAN en los albores de su juventud, en 1969; García Cervantes lo hizo en 1979. Empero, la trayectoria de Luis Felipe (47 años) como dirigente data de apenas hace tres lustros.

Antes de dedicarse a la política, Bravo Mena construyó una sólida currícula como consultor en despachos privados. Se desempeñó como director de Estudios de Entorno Político en Coparmex y director del Centro Empresarial, en el que conoció a Manuel Clouthier. En la campaña del sinaloense fue su consejero político -le escribía sus discursos- y luego se integró a su gabinete ``alternativo''.

En el estado de México fue candidato a la alcaldía de Naucalpan (1990) y a la gubernatura (1993). Con Carlos Castillo Peraza fue secretario de Estudios y actualmente es coordinador de Relaciones Exteriores en el CEN.

En tanto, Ricardo Francisco García Cervantes (44 años) ha ocupado más cargos en las estructuras directivas. Ha sido dos veces diputado federal (fue coordinador del grupo parlamentario en la 56 legislatura) y es consejero nacional desde hace 10 años.

En el partido adquirió un prestigio al desempeñarse como representante en los órganos electorales en las elecciones presidenciales de 1988 y 1994. También ha sido secretario de Organización y Acción Electoral del CEN y director de la fundación Miguel Estrada.

Aunque es originario de Torreón, una gran parte de su carrera política la forjó en Baja California, al lado de Ernesto Ruffo. Cuando éste fue gobernador, García Cervantes se desempeñó como subsecretario A de Gobierno y el verdadero encargado de la política interna.

En la pasada elección de presidente nacional, García Cervantes había anticipado su intención de participar si Carlos Castillo Peraza decidía buscar la relección.

Pero el yucateco no quiso repetir y García Cervantes respaldó la nominación de su antiguo jefe, Ernesto Ruffo, quien fue derrotado por Felipe Calderón.

Al interior del PAN se reconoce que Bravo Mena tiene cercanía con la iniciativa privada, en tanto que a García Cervantes se le ve como políticamente más experimentado y con raíces panistas.

Pero ``ni Ricardo es doctrinario ni Luis Felipe es un neopanista. Ambos presentan un perfil moderado, la oferta que los dos representan es muy similar y no hay una polarización de su manera de ser'', resume un funcionario del partido.

Bravo -dicen otros miembros de la burocracia panista- conceptualiza mejor la ideología del partido que García Cervantes. Pero éste es un ``aplicador'' de lo más eficiente.

Por lo mismo, reconocen que entre las propuestas que presenten ambos no habrán mayores diferencias. Por ello, lo más atractivo está en sus perfiles.

Hasta ahora, las diferencias se han notado en el método y los apoyos. García Cervantes ha cimentado su nominación en el trabajo político que desarrolla la asociación Ex Parlamentarios Mexicanos, integrada por ex diputados panistas de la 56 legislatura.

En contraste, aún no se identifica el ``grupo de adultos'' que apoya a Luis Felipe. Y no obstante que se conoce poco de su propuesta, se le reconoce que es ``absolutamente conciliador y ajeno al conflicto''.

Sí se sabe que Bravo Mena contiende con el respaldo de una ``alianza muy plural'', en la que participan líderes panistas empresariales. Casi todos los senadores y los diputados de la actual legislatura están con él. Y se infiere que sería el candidato que Fox respaldaría, dada la amistad que ambos tienen desde que participaron en el gabinete alternativo de Clouhtier.

En el PAN hay certeza de que ninguno de los dos prospectos llegará al fin con los apoyos decididos de las corrientes mayoritarias. Es decir, que ni todos los bárbaros jalarán con García Cervantes ni todos los doctrinarios con Bravo Mena.

Entre ambos ``no habrá una disputa sobre temas doctrinarios o ideológicos. Ni está a debate el rumbo que el partido debe tomar. Pareciera que ya somos unánimes para todo, desde que apareció Fox'', ilustra un miembro del CEN.



La transición
azul

El PAN vive un momento de transición. Sus gobernadores y ex gobernadores reclama cuotas de poder. El partido se ha tejido como una federación de partidos locales, con fuertes liderazgos regionales. Los líderes de las bancadas en el Congreso también reclaman espacios.

Y en medio de esto, su dirigencia no definió los mecanismos que aseguren una relación fluida -de disciplina y al mismo tiempo de respeto y de equilibrio- entre todos.

Los últimos tres años han sido ``extremadamente difíciles'' para el PAN, afirma la politóloga Soledad Loaeza Tovar, de El Colegio de México.

Enlista:

Hacia fuera, el PAN tuvo que enfrentar una ofensiva ``bastante feroz'' instigada por el PRD, por la exigencia de formar una alianza opositora en los términos que planteaba el partido de izquierda.

En el mismo lapso -define-, el fulgor de las figuras de Ernesto Ruffo y Francisco Barrio se eclipsó.

Loaeza Tovar juzga que Ruffo no representa una fuerza de consideración en el partido y que sólo se queda en el ámbito de líder de opinión en su estado.

Con el ex gobernador de Chihuahua sucede algo distinto, pues no obstante haber entregado el mando de su estado al PRI, tiene un perfil partidista mucho más definido.

En profundidad, Loaeza observa que en el PAN se ha acelerado un desplazamiento de los grupos tradicionales. Y por eso hay tantas caras nuevas que se distinguen por ser más jóvenes, marcadamente antiestatistas, muy liberales, y sobre todo proclives al populismo.

Esto -señala- se reflejará claramente en la definición del próximo presidente del partido (en el mes de marzo).

Sostiene que los senadores Luis Felipe Bravo y Ricardo García Cervantes representan a una corriente ultraliberal y marcadamente antiestatista. Y que cualquiera sostendría la candidatura de Vicente Fox.

En esa perspectiva, sostiene que Diego Fernández de Cevallos será uno de los protagonistas en los movimientos internos del blanquiazul.

En los últimos años ``se ha consolidado como un factor real de poder y un líder de opinión, tanto dentro como fuera del partido'', indica.

Pero hasta en eso, el momento está condicionado al gobernador guanajuatense.

``Debería emerger un presidente del partido que tuviera una relación armónica y de coordinación con el candidato. No necesariamente una relación de subordinación de uno a otro, sino que haya una buena coordinación y que hablen el mismo idioma. Pero Fox espera un subordinado''.



Quiénes eligen

De acuerdo con la normatividad interna, el presidente del CEN del PAN debe ser elegido por el Consejo Nacional, órgano integrado por 250 miembros -escogidos por la asamblea general- y ex oficio por los 32 dirigentes estatales, los coordinadores de los grupos parlamentarios, los gobernadores (con excepción de los de Aguascalientes y Querétaro, quienes no habían llegado a sus cargos cuando se integró el Consejo) y el propio presidente del CEN. Actualmente, son 276 consejeros; la mayoría, funcionarios municipales, legisladores o miembros de la dirigencia. La votación es secreta.



Adiós, Felipe

Felipe Calderón Hinojosa dejará la presidencia del partido a los 37 años de edad, luego de que rechazara presentar nuevamente su candidatura, en medio de un alud de críticas a sus malos resultados.

``No hay una conducción política precisa'', era una queja reiterada en contra del michoacano.

Los problemas empezaron en 1997 con la derrota electoral en el Distrito Federal -que inicialmente los panistas daban por ganado- y se extendieron al año pasado con el descalabro sufrido en Chihuahua.

Primero le falló la intentona de hacer candidato a la gubernatura de Hidalgo al periodista Miguel Angel Granados Chapa; luego, dejó ver su vena autoritaria, en la destitución de Miguel Angel Mesino como candidato en Guerrero.

Posteriormente, cuando su partido estaba inmerso en problemas poselectorales en Tamaulipas, él decidió viajar a ese estado.

Además, se sumaron la serie de conflictos internos en las estructuras estatales (16 de los 32 comités regionales del PAN presentan problemas, y de ellos, la mitad enfrenta conflictos graves) y la renuncia de Carlos Castillo Peraza, quien lo había apadrinado.

Hubo otros detalles, como el acercamiento (que luego se convirtió en enfrentamiento) de Felipe con Andrés Manuel López Obrador, o la frustrada iniciativa de ley sobre comunicación social que minaron su liderazgo.

En el PAN explican que esos problemas han sido ocasionados -en gran medida- por la injerencia de los gobernadores priístas. Los casos más lastimosos fueron los de Quintana Roo y Guerrero, en donde los dirigente estatales fueron removidos cuando se compró su vinculación económica con las esferas oficiales.

Panistas de la vieja guardia se quejaron por la ``gran inexperiencia'' de la directiva nacional, al grado de que trataron de imponer a Calderón Hinojosa algunas ``asesorías'', a las que el michoacano se negó de manera tajante.

Después, las cabezas panistas no se coordinaron para abordar el tema del Fobaproa; un bloque importante de diputados le perdieron el respeto a Carlos Medina Plascencia; las críticas internas por la afiliación del PAN a la Internacional Democracia Cristina retumbaron, y por si fuera poco, Luis Correa Mena desertó del partido.

Las cosas llegaron al punto de que Diego Fernández de Cevallos y Miguel Alcántara le llamaron la atención y lo alertaron sobre la debilidad de su liderazgo. Hubo grupos panistas que le pidieron a Luis H. Alvarez su intervención.

En el marco de ese vacío, Ricardo García Cervantes inició su campaña por la presidencia y resurgieron las aspiraciones de Luis Felipe Bravo Mena, originalmente descartado.

Calderón Hinojosa -dicen en la cúpula panista- se hubiera podido relegir. Pero en la intentona debía pactar con los grupos que le eran adversos, haciéndoles concesiones. ``Hubiera sido un segundo mandato muy acotado y de poco lustre, con Fox en su apogeo'', resumen.