Suena el teléfono en la casa de Joaquín Hernández Galicia, La Quina.
``¿Quién es?'', pregunta El Pollino, ayudante de guardia.
-El Güero. Me urge hablar con el patrón.
Son las dos de la mañana y El Pollino se resiste. Termina por ceder al cabo de dos minutos. Después de todo, no es fácil decirle que no a Carlos Romero Deschamps, el consentido del patrón.
Hernández Galicia toma la llamada. ``Quiubo, Güero''.
-Quiero pedirte disculpas por que no llegué a la junta que me citaste...
-¿Y para eso me despiertas?
Con un golpe, La Quina corta la llamada.
Esa madrugada del 10 de enero de 1989, la broma no le cayó nada bien al cacique.
Cinco horas después, La Quina volvió a despertar bruscamente. Esta vez el impertinente fue un soldado raso que, a gritos y fusil en mano, lo sacó de su cama para esposarlo.
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A las diez de la mañana de ese lunes la noticia recorre el país entero. En su programa Hoy mismo de Televisa, Guillermo Ochoa repite una entrevista que, años antes, sostuvo con el líder de los petroleros. El ``atrevimiento'' le costaría su primera salida de la empresa.
Paradojas del destino: La Quina comparte la pantalla con Sebastián Guzmán Cabrera y Carlos Romero Deschamps.
Son las primeras horas del quinazo, las instalaciones de Pemex son tomadas por el Ejército.
Después de su llamada, El Güero ordenó parar las actividades de la sección que encabeza, la 35, e incluso convoca a un mitin en el Zócalo para esa misma tarde.
A las seis, gris el cielo de la capital, Romero Deschamps desinfla el movimiento. ``Ya hablé con Joaquín'', dice por el micrófono. ``Me comentó que ya va a salir, que regresemos a las casas, porque mañana va a dar una entrevista por televisión''.
El mitin se disuelve. Víctimas del frenesí con que el presidente Carlos Salinas afianzó su legitimación, los petroleros no se dieron cuenta que la entrevista prometida por su líder regional ya se había transmitido.
Tres semanas después, el ex jubilado Sebastián Guzmán Cabrera asume el poder en el STPRM. Sólo cuatro secretarios generales quinistas sobreviven a la limpia, uno de ellos es El Güero Deschamps.
El Judas
Ya pasaron 10 años del quinazo y entre los viejos petroleros sigue la creencia de que la llamada de El Güero fue el principio de la traición.
``Quería asegurarse de que Joaquín estaba en su casa'', cuenta Justiniano Espinosa, ex subgerente de tiendas de la sección 35. ``El dio el pitazo al Ejército''.
La versión no es nueva, e incluso sirvió durante varios años como bandera a los grupos de petroleros independientes.
El dato no extraña a Justiniano. Según El Mandarín -como le decían en sus tiempos de gloria-, el telefonazo con que Romero Deschamps entregó a su protector es normal.
``Así lo hizo con Héctor (Martínez González) cuando fue secretario de la 35. Y luego con Guzmán Cabrera, cuando supo que estaba enfermo''.
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Desde 1993, cuando Romero Deschamps asumió la secretaría general del STPRM, 115 mil trabajadores han sido despedidos, desaparecieron 82 cláusulas del contrato colectivo que otorgaban beneficios a los trabajadores y las restantes se modificaron casi todas. Además, la tercera parte de Pemex se privatizó, los contratos de obra que se otorgaban al sindicato se redujeron a la mitad, el patrimonio del STPRM, valuado en dos billones de pesos, desapareció sin explicaciones, y -para colmo- la organización perdió casi todas sus posiciones políticas.
Actualmente sólo dos diputados federales del PRI son de extracción petrolera.
``Hay que apoyar al Güerito''
Entre los petroleros la versión más socorrida es que Carlos Romero Deschamps empezó a trabajar en la refinería de Salamanca, Guanajuato, por recomendación de su primo Víctor Deschamps.
De hecho, fue él quien lo presentó con La Quina, quien de inmediato le tomó aprecio. Tanto así que cuando El Güero tuvo un problema familiar en Salamanca, presto lo recomendó con el líder moral de los petroleros del Distrito Federal, Héctor Martínez González.
Tres décadas después, el ex secretario general de la sección 35 recuerda con nitidez la mañana de 1972, cuando conoció a Romero Deschamps. ``Llegó todo encorvado con una chamarrita gris en el hombro. Se veía amolado, porque ni lonche traía; anduvo comiendo de lo que otros le invitaron''.
Martínez González era el presidente del Grupo Unificador Mayoritario (GUM), considerado el bastión del quinismo en la capital. Compadre de Hernández Galicia -``lo conocí jugando beisbol cuando éramos chamacos''-, no pudo desobedecer la recomendación que le hizo una tarde en Ciudad Madero.
``Ahí te encargo al güerito, mételo en la política'', le dijo.
-¿Y lo metió?
-Sí, pero no se dejaba. Imagínese que lo invitaba a las fiestas y él se quedaba en la puerta, como si fuera un arrimado. Por eso le dije a Joaquín que estaba cabrón cumplir sus órdenes... Pero hubo que apechugar.
En la refinería 18 de Marzo Romero Deschamps fue asignado a la Gerencia de Proyectos y Construcción, pero según Miguel Hernández Rojas, secretario de organización del PRD de Azcapotzalco, su principal tarea era ser chofer de los secretarios generales de la sección 35.
``Creció a la sombra de Héctor Martínez; siempre fue un político mediocre. Subió por lambiscón, no por su capacidad''.
Justiniano recuerda: ``Todos los fines de semana se iba a Ciudad Madero a visitar a Joaquín. A mí me pedía prestado para pagar el hotel; casi siempre se quedaba en el Inglaterra o el Imperial''.
-¿Para que tanta visita?
-Iba a llevarle chismes. Con eso se ganó a Joaquín.
La estrategia surtió efecto en 1977, cuando con el apoyo de La Quina creó el Grupo Renovador de Unidad Sindical (GRUS), que se quedó con el poder de la sección 35.
En esa fecha, cuenta Héctor Martínez, ``se acercaba la renovación del Comité Ejecutivo local y fuimos con Joaquín a proponerle que Leocadio Mendoza fuera el secretario general. Primero dijo que no, porque decía que era un traidor, pero luego de mucho discutir aceptó a regañadientes''.
Martínez y sus acompañantes regresaron felices a la capital, pero al llegar a las oficinas de la sección 35 ``ya estaba El Güero con los líderes de otros grupos para comunicarme con La Quina. Me dijo que el bueno era Romero Deschamps, y que yo iba de número dos''.
-¿Aceptó?
-No. Le di las gracias y me retiré.
Apenas fue electo secretario general, El Güero ordenó la jubilación de Martínez González y su grupo.
Todo estaba arreglado. Según el perredista Hernández Rojas, desde las alturas de Ciudad Madero llegó la orden. ``Hay que apoyar al güerito'', dijo La Quina.
Somos los que somos
Al centro del presidium, de cara a miles de petroleros escandalosos, Carlos Romero Deschamps encabeza la vigésima Convención del STPRM, en el cual se reeligió a Sebastián Guzmán Cabrera.
Es el sábado 4 de enero de 1992 y el Güero está feliz, porque acaba de ser nombrado secretario del interior. Ni más ni menos que el número dos del sindicato.
Se trata de una convención difícil. A tres años del quinazo, 30 mil trabajadores eventuales fueron despedidos y los brotes de inconformidad surgen en varias entidades, especialmente en el Golfo.
A Guzmán Cabrera el asunto no le interesa. ``Son intereses mezquinos, actitudes malvadas las de aquellos que han hecho creer que son los dirigentes los que están propiciando el reajuste de trabajadores'', fustigó.
Dos meses después, 14 malvados secretarios generales impugnaron el manejo que Guzmán Cabrera tenía del sindicato y lo obligaron a guardar reposo por varias semanas. Fue la primera vez que el número dos asumió el control del sindicato.
A esa primera ausencia se sumaron otras, hasta que de plano tuvo que renunciar.
Fue el momento de El Güero. El 25 de junio de 1993, al tomar posesión de la secretaría general, se emocionó ante sus compañeros petroleros. ``Dormido soñé que la vida es un ensueño, despierto vi que la vida es un deber para aquellos que tenemos el privilegio de ser hombres y la inmensa suerte, el bello orgullo de haber nacido en México'', declamó.
Meses antes, sus sobrinos Victor Manuel y Jorge Eugenio Deschamps habían sido detenidos con armas, cocaína, una picana y gas paralizador. Las investigaciones no prosperaron, quizá por las relaciones del pariente.
``Jamás haremos ninguna alianza con los enemigos de nuestro partido ni con los adversarios del señor presidente'', se comprometió en su discurso.
Todos, incluidos los 25 guardaespaldas del líder, aplaudieron.
Empezó así la era Deschamps.
Una de sus primeras acciones fue eliminar el voto secreto en el Sindicato al obligar a los petroleros a firmar con su nombre y número de cédula las boletas que depositan en las urnas.
Reprimió los movimientos independientes. Durante la renovación de comités en las secciones 34, 35 y 38, en 1997, el Comité de Observadores Independientes recomendó establecer ``garantías para la integridad y los derechos humanos de los trabajadores que se manifestaron por el voto secreto y por una opción distinta a la oficial''.
De hecho, sus víctimas favoritas son los quinistas, sus viejos aliados, a quienes sistemáticamente bloquea préstamos, cancela órdenes de trabajo y a la primera oportunidad de plano los jubila.
Es el caso de los petroleros de Ciudad Madero, donde en 1989 había 14 mil 500 quinistas declarados, y ahora son apenas mil 500.
Pero no todo ha sido fácil en el camino del Güero.
A mediados de 1997, ante los primeros indicios de la privatización de la petroquímica, sostuvo un enfrentamiento epistolar con Gilberto Muñoz Mosqueda, líder de los trabajadores de ese sector, quien pretendía acaparar los contratos colectivos de las áreas de Pemex que se desincorporasen.
Fidel Velázquez ya no pudo resolver la disputa entre dos cetemistas, porque falleció el 21 de junio de ese año. Su sucesor, el también güero Leonardo Rodríguez Alcaine, adoptó una solución salomónica: incorporó a los dos a su Comité Ejecutivo... Aunque en términos de la sucesión el derecho corresponde a Romero Deschamps.
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Villahermosa, Tabasco. 15 de agosto de 1998.
Otra vez dueño del escenario, Romero Deschamps anuncia el final de una década.
Con el presidente Ernesto Zedillo como testigo del 62 aniversario del Sindicato, festeja la firma del nuevo contrato colectivo que se enfoca ``principalmente a la seguridad del trabajador''.
Agradece al director de Pemex, Adrián Lajous Vargas, la comprensión que tuvo al permitir se restauren algunas de las conquistas laborales para su gremio. Reitera, como todos los años desde que asumió el poder, su lealtad a la CTM y al PRI.
Y, encarrerado, anuncia el principio de una nueva era: ``Nos quedamos todos los que estamos, y aún más, habrá trabajo para otros''.
Fue un jueves de 1984.
En la sala de su casa, Joaquín Hernández Galicia recibe a Sebastián Guzmán Cabrera. El ambiente, cuentan dos testigos, es muy tenso.
``Así no se hacen las cosas'', regaña La Quina al secretario general de la sección 10 de Minatitlán, quien suda y suda mientras guarda silencio.
Días antes, uno de sus principales colaboradores fue sorprendido en la venta de plazas y órdenes de trabajo. Una tarea común en el sindicato petrolero, y que sólo se castiga cuando existen razones de peso.
Esta vez las hay. Ese año se renovaría el Comité Ejecutivo Nacional del sindicato, y de acuerdo con los usos y costumbres el turno correspondería a la sección 10.
De acuerdo con los testigos, cuando más duro estaba el regaño del cacique, Guzmán Cabrera se hincó y llorando pidió que no lo encarcelaran.
La Quina, dicen, se conmovió y dictó la penitencia: ``En castigo te vas a jubilar''.
Así pasaron cinco años. Hasta que en 1989 desde el gobierno federal se ordenó el regreso del exiliado.