En la entrega pasada de esta columna propuse un singular juego: que los posibles lectores me enviaran un correo electrónico diciéndome que locutor o comentarista radiofónico merecería, por sus múltiples virtudes, ser reconocido con el nombre de Ayatola de la radio.
Yo tengo un sólido candidato que todas las mañanas me abruma y ``agorzoma'' con su singular punto de vista, más parecido, por lo general, a una fatwa islámica que a un inocente comentario.
Pero la respuesta de esos invisibles y maravillosos personajes que están leyendo estas páginas no se hizo esperar, lo cual -por lo pronto- me demuestra que no soy el único que piensa que en nuestra radio se está instaurando un nuevo tipo de periodismo, más parecido a la actuación de un ministerio público que actúa sin pruebas que a la objetividad.
Sin más, doy aquí los resultados preliminares del concurso Escoja su Ayatola, de acuerdo con los votos recibidos:
José Gutiérrez Vivó | 36 votos |
Pedro Ferriz de Con | 28 votos |
Eduardo Ruiz Healy | 15 votos |
Eduardo Pasquel | 6 votos |
Por lo visto, ante la respuesta de los lectores el concurso sigue abierto, y en una de esas hasta nombramos todo un Consejo de ayatolas, en virtud de que no están todos los que son, ni son todos los que están.
Escriban a [email protected]. Continúen enviando sus votos y también comentarios, críticas o sugerencias de temas que puedan tratarse en esta columna, que también es de ustedes.
Generalmente pensamos que los deportistas de alto nivel son unos personajes exóticos que dedican su tiempo y todas sus energías a darle duro a una pelotita, o a cultivar sus músculos, o a pedalear una bici hasta desfallecer. Considerados por algunos como los nuevos homos sporticus, sin inclinaciones intelectuales o políticas, son vistos con admiración, amor y hasta odio, pero sin pedirles mucho más de lo que su propia disciplina les exige diariamente.
Estos superhombres y supermujeres ganan carretadas de dinero, se casan y divorcian en décimas de segundo, se pintan el pelo de tres colores distintos en una semana, hacen declaraciones sin sustancia, y promueven refrescos de cola, sin estar demasiado preocupados por lo que su sucede más allá de las fronteras de su propio mundo.
Pero una noticia de hace unos días me devolvió la admiración por un hombre que ya era considerado por mí como uno de los mejores porteros de futbol del mundo: el paraguayo José Luis Chilavert.
Ese hombre corrió con todos los gastos de las operaciones y estancia en el hospital de Augusto Roa Bastos, la máxima gloria de las letras paraguayas, sin que las autoridades políticas o culturales de su país hubieran movido un solo dedo para ir en su auxilio.
Bien por Chilavert, quien desde ahora lo imagino leyendo Yo, el supremo en los medios tiempos de sus encuentros, y pensando que no todo en la vida es futbol.
Hace poco advertía sobre los peligros que por los guardaespaldas, custodios y guaruras corríamos los que tenemos al Periférico sur como vía diaria de tránsito obligado. Y lamentablemente la predicción se volvió estúpida realidad. Mi amigo Luis, por un incidente menor, muy menor de tránsito (un cerrón, un claxonazo, cualquier cosa), sufrió en carne propia los embates de la prepotencia y la impunidad de dos juniors y sus tres guardaespaldas. Golpes, toques eléctricos, amenazas con pistolas, gritos y avasallamiento en todo su esplendor.Ya decía yo que Mad Max debería estar aquí para protegernos, pero ahora, se me hace que vamos a necesitar todo un ejercito de guerreros para evitar que este tipo de cosas sigan sucediendo. Se levantó una demanda contra los ``presuntos'' responsables. Por si acaso, yo recomiendo que si vas en tu auto por el sur y una Blazer plateada con dos o más jovenzuelos a bordo, seguida por un Cavalier blanco, se te cierran, da marcha atrás y huye. No es este, un tiempo de héroes. Pero, de que llegará, llegará.
N. de la R. Los tiempos que corren -de candidaturas a granel y dedos cortados- obligan a la coherencia: el cuatrodedos sigue siendo el cuatrodedos.