n José Agustín Ortiz Pinchetti n
Cómo salvar a México de la guerra civil
Pocos observadores pudieron prever el estallido de 1910. Casi todos los analistas y diplomáticos de hoy repetirían palabra por palabra la opinión del ministro alemán Karl Bünz: "Considero igual que la prensa y la opinión pública que una revolución general está afuera de toda posibilidad" (Fredrick Katz. La Guerra Secreta de México). Por ello resulta interesante el ensayo de Stephen R. David: "Cómo salvar a Estados Unidos de las próximas guerras civiles" (Foreign Affairs, Volumen 78, No. 1). David piensa que nuestro país, Rusia y Arabia Saudita están en peligro de una revolución violenta y que tal evento podría representar graves daños para los intereses de Estados Unidos. Le aconseja al gobierno estadunidense estar alerta y actuar ya para prevenir los peores efectos. David llega a la conclusión de que México va rumbo a la inestabilidad, debido a la corrupción generalizada que ha provocado el tráfico de drogas al final desordenado del régimen de partido único, a los brotes de rebelión armada en el sudeste y al desastre econó- mico. Piensa que el Ejército Mexicano, fiel a las instituciones por décadas, podría sentirse inclinado a interferir en la política.
No ve improbable que México pudiera colapsarse y entrar en caos, por lo menos un corto tiempo, con grandes amenazas para los estadunidenses y sus intereses. 350 mil estadunidenses viven en nuestro territorio; la inversión extranjera directa es mayor a 50 mil millones de dólares y nuestro mercado significa 150 mil millones. México tiene reservas importantísimas de petróleo. Pero lo que es peor, en caso de que hubiera una grave ruptura social en México, millones intentarían cruzar la frontera de 3 mil kilómetros. Se necesita gran parte del ejército estadunidenses para contenerlos. La violencia de México podría contagiar a grupos de chicanos que extenderían el conflicto del territorio de Estados Unidos.
El analista propone varias medidas al gobierno de los Estados Unidos. La primera de ellas es ponerse alerta y empezar a trabajar en serio con sus colegas mexicanos. Esto implicaría o bien el apoyo decidido a los gobernantes o la presión para que, en caso de ser indeseable, pudieran salir de la escena. También cree en la necesidad de tener listos programas para evacuar a los estadunidenses en México. No descarta las oposiciones extremas de cerrar la frontera militarmente o de autorizar una intervención del ejército de los Estados Unidos en nuestro país. El ensayo de David puede sonar catastrofista y sus recetas muy conservadoras, pero no podemos desechar los peligros que señala. La verdad es que las desigualdades sociales, la decadencia económica se han agravado en los últimos 10 años; la transición hacia la democracia se ha vuelto un proceso torturado y lentísimo. La corrupción y la descomposición de las élites está acreciendo. No podemos olvidar la tendencia cíclica de nuestra nación: largas épocas de paz culminan en un proyecto "modernizador" autoritario, para desencadenar después una guerra civil. Esto ha sucedido a principios de los siglos XIX y XX. Nada nos garantiza que no podría repetirse.
Hemos de pensar cómo salvar a México de una guerra civil. Cualquier medida que pudiéramos asumir tendría que ser integrada en un acuerdo político con Estados Unidos. La relación geográfica y económica entre las dos naciones es un hecho inmodificable. Por nuestra parte deberíamos: 1) reiniciar de inmediato la redistribución del ingreso y abandonar las tesis neoliberales, para las cuales la concentración de la riqueza es el primer paso para dinamizar la economía; 2) completar la transición con un programa de reformas consensado por todas las fuerzas políticas más importantes; 3) lograr un acuerdo de reconciliación nacional para dejar atrás el pasado y sus agravios; 4) modificar la estrategia de negociación respecto a la deuda externa, sin perder un sentido realista, adoptar posiciones mucho más firmes.
Si Estados Unidos quiere impedir los daños de una rebelión en México debería de actuar con "generosidad y firmeza", para usar la expresión de David y 1) establecer medidas severas para reducir los asaltos especulativos contra las potencias emergentes; 2) desalentar la fuga de capitales en nuestro países; 3) construir, a muy largo plazo, un Plan Marshall para reducir la deuda y aumentar la ayuda económica a México, de modo tal que el país pudiera volver a crecer por lo menos al 6.5% anual; 4) deberían hacer presión sobre los grupos más conservadores en México y en Estados Unidos (muchos de ellos involucrados en el narcotráfico) para que dejen de obstaculizar la reforma democrática pendiente.
Si los estadunidenses y los mexicanos consideramos que el problema de la paz en México es vital a los dos lados de la frontera, tenemos que pagar los precios, actuar con sentido de alerta y empezar a trabajar inmediatamente.
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