Puebla, Querétaro, León, Guadalajara, Aguascalientes, Zacatecas... todas estas ilustres ciudades se disputan, a grandes voces y a violentos empujones, el honor de ser la más conservadora y tradicionalista de este país. Todas tienen lo suyo y juegan con gran entusiasmo sus mejores cartas, bailando los ``cangrejos'' de don Guillermo Prieto: ``Cangrejos al compás, marchemos para atrás'' (en este bailongo forman la pareja ideal el PRI y el PAN, danzantes que, en materia de marchas para atrás, son igualmente duchos). Puebla tuvo en épocas recientes un señor Arzobispo que añoraba los tiempos de la Santa Inquisición. Figura entre las curiosidades más notables una requisitoria que lanzó en los días de la fundación del inefable MURO (Movimiento Universitario de ``Renovadora'' Orientación). En ella, el furibundo prelado lamentaba la ``irresponsable debilidad del Concilio de Trento''. Le parecía casi criminal la blandenguería de ahorcar a los herejes antes de quemarlos en expedita leña seca. Nada de eso: despiertos, desorbitados y tatemados en leña sabiamente verde para que no se las anden. Así casi todos se rajarían a la hora buena y confesarían sus horrendos pecados, pues sólo el San Lorenzo de Unión de San Antonio no se rajó cuando la lumbre le andaba por los aparejos (así lo registra la épica popular: ``San Lorenzo en la parrilla, les gritaba a los judíos: `echen más leña, cabrones, que tengo los huevos fríos'.'') Este desaforado personaje fue el autor de uno de los lemas más tajantes y sintéticos del integrismo: ``cristianismo sí, comunismo no''. El PRI poblano, en materia de fundamentalismos adobados de picardía tiene lo suyo y nos ofrece como opción renovadora al licenciado Bartlett, hombre en permanente lucha con las computadoras que no le dicen lo que quiere que le digan (léase, en ``Blanca Nieves y los siete enanitos'', el episodio de la funesta madrasta y su conflictiva relación con el espejo) y que ahora ha encontrado en el ataque al neoliberalismo el caballito de su batalla en contra de los tecnócratas atontados que le compiten en el seno del partido y en el corazón mismo de la cultura priísta. León, por su parte, rememora aires sinarquistas (``Los caídos: presentes''), masacres en la Plaza y fundaciones de grupos secretos que eran remanentes de la cristiada y ``base'' de movimientos sociales, de insensatos encapuchamientos en el Hemiciclo y de aventuras políticas erráticas y sin vocación verdaderamente democrática. En Zacatecas, ``los católicos de Pedro el Ermitaño y los jacobinos de la era terciaria'' siguen coincidiendo en las bodas religiosas y en las fiestas de fin de cursos de los ``buenos colegios'' y, como decía López Velarde, ``se odian de buena fe''. En Aguascalientes, el PAN y, sobre todo, los neopanistas provenientes de los grupos empresariales y de los movimientos religiosos ``renovadores'', se hicieron del poder. Empezaron censurando a diestra y siniestra, tanto fotografías como cuadros, pero ya intentan controlar sus pulsiones moralizantes y censuradoras y sus impulsos de tatemar herejes y pornógrafos. Lo hacen más por razones de milenarismo foxiano que por amor a la tolerancia. El Querétaro partidario del Imperio y precarísimo último refugio del perplejo monarca carbonario de origen y conservador forzado, y de sus generales, vio con horror a los chamagosos constituyentes del '17. Años más tarde, uno de sus muchachos, inspirado en la Falange Española de las JONS (Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista), fundó la Unión Nacional Sinarquista y fue liquidado por unos agraristas interesados en las tierritas de su señor padre, autor de jaculatorias que el Vaticano le patentaba mediante el pago de una considerable limosnita. La competencia entre las ciudades pías y militantes es muy reñida, pero nuestro Querétaro va a la cabeza gracias al espíritu emprendedor de algunos nuevos ``cruzados de la causa''. Su obra está a la vista, pues cada día hay más renovados letreros intolerantes en las casas respetables (``Este hogar es católico y no admite propaganda protestante'') y los grupos de la derecha integrista avanzan en la conquista de posiciones de poder y de control. Me dirán que en todas estas disquisiciones hay un tufillo antipanista. No hay tal, pues los integristas mueven sus capuchas tanto en el seno del PAN como en el del PRI. La diferencia entre los dos partidos se ha encogido de manera dramática y los ``amores adulterinos'' (así los calificaría el Arzobispo enfadado con la debilidad trentina) han venido a completar el panorama más confuso que los políticos mexicanos hayan organizado a lo largo de toda su corrupta e incompetente historia cercana. El mes pasado se reunieron en Querétaro los comités partidarios de la candidatura del señor Fox. No fue fortuita la selección del lugar, pues la levítica ciudad aficionada a los linchamientos de heresiarcas (este bazarista estuvo a un paso de la hoguera que el Obispo y el gobernador le preparaban en la Plaza de Armas) es y será el mejor escenario para augurar el retorno de la derecha al poder. Miramón y Mejía vieron desde el Cerro de las Campanas la reunión conservadora y los ``cruzados de la causa'' velaron sus armas.
HGV
¡Helarte de la errata! ``Jesús!'', exclamamos el domingo pasado al revisar los artículos que armamos apresuradamente a propósito de los libros del '98; ``¡Jesús!'', repito, exclamamos, pero no por una visión colectiva provocada por el carisma del Papa, sino por Jesús Anaya, director editorial de Planeta. En la miniencuesta a los libreros incluimos su experta opinión, pero sus respuestas aparecieron al revés volteadas, como dicen en mi pueblo: a la pregunta 2) ``Cuál fue el mejor libro'' apareció la respuesta a la pregunta 3) ``En qué libro se pusieron más expectativas'', y, ya lo supondrán ustedes, la respuesta a ésta apareció con el número 2). En fin, que las preguntas y respuestas debieron quedar así: ``¿Cuál fue el mejor (libro del '98)?'' Respuesta de JA: ``Plata quemada, de Ricardo Piglia.'' ``¿En qué libro se pusieron más expectativas?'' Respuesta de JA: ``Quién como Dios, de Eladia González, y todas se cumplieron.'' Vayan pues nuestras disculpas para nuestro amigo e insigne editor, y para los lectores por este lamentabilísimo error. Vale.
Los Canadás que aloja Canadá. La División de Educación Continua de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, La Embajada de Canadá y La Delegación General de Quebec lo invitan a usted, lector(a) estudioso(a) de la diversidad étnica, al Diplomado ``Canadá: una visión plural'', coordinado por Laura López Morales, Claudia Lucotti y María Teresa Gutiérrez-Haces, profesoras de la UNAM y miembros fundadores de la Asociación Mexicana de Estudios Canadienses. El Diplomado consta de 16 módulos de seis horas semanales cada uno, que abarcan desde la historia, la política y las literaturas en lenguas inglesa y francesa, hasta las regiones canadienses y la globalización, que serán impartidos por especialistas tanto mexicanos como canadienses. Se llevará a cabo los miércoles y viernes, del 24 de febrero al 18 de mayo, de 17 a 20 hrs. Para informes e inscripciones, puede usted llamar a los tels.: 622 1856 y 622 1857, al fax 622 1867, o presentarse en la División de Educación Continua. Andele, apresúrese a inscribirse; conste que le avisamos a tiempo.
La siguiente generación. Tusquets Editores y el Conaculta, a través del INBA, lo convocan a usted, lector(a) de full time con tendencia a las novedades, al debate en torno a la narrativa mexicana reciente con motivo de la publicación del libro Una ciudad mejor que ésta. Antología de nuevos narradores mexicanos, compilada por David Miklos. Estarán presentes Juan (Super Johnny) Villoro y Sergio González Rodríguez, así como los autores antologados: Mario Bellatin, Adriana Díaz Enciso, Alvaro Enrigue, Guillermo Fadanelli, Ana García Bergua, Javier García-Galiano, Mario González Suárez, Tomás Granados Salinas, Vicente F. Herrasti, Mauricio Montiel Figueiras, Eduardo Antonio Parra, Pablo Soler Frost, Jorge Volpi y el propio compilador. La cita es el jueves 4 de febrero, a las 20 hrs., en el Hipermerengue, también conocido como Palacio de Bellas Artes, en el Area de Murales. Se ruega puntualidad -(h)ora pro nobis.
Los grandes filmes ausentes. El Canal Once se está arrancando el chongo, como quien dice, entrando fuerte a la programación cinematográfica en su ya clásico espacio Cine del Once (que ahora se ha doblado) para felicidad de los cinéfilos insomnes, veladores y/o vampiros (¡saludos, Eduardo Hurtado!). Este jueves 4 de febrero, para inaugurar el ciclo Et voil... la France se proyectará la película ¿Nevará en Navidad? (1996), de Sandrine Veysset, Premio Louis Delluc. También se presentarán dos filmes no vistos en México, Elemento del crimen (Noruega, 1990) del ya mítico Lars von Trier, y Katinka (Suecia-Noruega, 1998) del conocido actor pero desconocido director Max von Sydow. Busque más sorpresas en la cartelera diaria del Canal Once.
CG-T
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Durindana, Fusberta y Balisarda son nombres propios, pero no de mujeres, ni de yeguas o vacas, ¿de qué pueden ser?, ¿a qué entes femeninos no animales les ponemos nombre? En inglés, a los barcos, recuérdese el Queen Elizabeth, trasatlántico, y propiamente no es el, sino la Titanic, ella se hundió, no él. Pero no, los tres nombres mencionados no son de barcos. ¿De qué son entonces? Muchos filósofos, no todos, sostienen que los nombres propios sólo tienen referencia y no sentido lingüístico especificable en una definición. Parece cierto, pero los nombres propios no son por entero neutros, algo captamos que dicen Fusberta o Balisarda, cierto sentido, aun antes de conocer a qué se refieren, por ejemplo, captamos que son resonantes, solemnes y antiguos, como de damas merovingias o, de plano, de princesas de cuento. Y por ahí va la cosa porque los tres nombres propios son, ¿de qué otra cosa podrían ser?, nombres de espadas. ``Remítase a las manos este asunto -dijo el Caballero del Aguila-; que no es de bien nacidos la soez contumelia, ni de valientes reñir a injurias. Que la sin par Dulcinea del Toboso tiene puestos en mí sus cinco sentidos, es tan evidente como os lo va a probar Cortacabezas. Así se llama mi espada, a semejanza de las tan famosas que se llamaron Durindana, Fusberta y Balisarda. ''Si la mía tuviese nombre especial -repuso Don Quijote-, se llamaría quizá Joyesa del bel cortar; pero si no lo tiene, sabe su deber, como lo vais a ver acto continuo.'' Este diálogo amenazante no figura en la novela de Cervantes, sino en Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, parodia muy divertida que lleva por subtítulo ``Ensayo de imitación de un libro inimitable'', del escritor ecuatoriano Juan Montalvo (Sepan cuantos..., 208). Como Juan Montalvo es escritor latinoamericano, no se lee en México, pero es artista de impresionante elocuencia, y vigoroso ensayista, variado, a veces, fascinante. La ignorancia y el desprecio a lo latinoamericano, encubre, por supuesto, una forma de desprecio a nosotros mismos. Estudiamos hasta las pulgas europeas o estadunidenses, y no sabemos nada de los grandes perros de nuestra región. Es no sólo extraño, sino ridículo. Nigidio Fígulo es también nombre propio, pero, a diferencia de Belisarda o Maudén Fulurtín, nombre que le inventa Don Quijote, para vejarlo, al Caballero del Aguila, su antagonista de la escena anterior, no parece inventado, y no lo es. Nigidio Fígulo existió, fue un naturalista de tendencia pitagórica contemporáneo de Cicerón. Lo único que sé de él es que impacientaba a Plinio el Viejo con sus datos inventados y supersticiosos. ``Nigidio piensa que la paloma torcaz abandona su nido si se pronuncia su nombre bajo el tejado donde anida'', recoge Plinio incrédulo. Y en otro lugar alega, ``¿por qué un perro habría de huir de un hombre que haya arrancado una garrapata a un cerdo? Uno se lo pregunta y, sin embargo, es lo que Nigidio ha dicho e incluso -colmo de la necedad- ha dejado por escrito''. Abu-l-Hayyay, cuyo nombre dudamos cómo pronunciar, fue hombre muy santo. Era de Subárbol, ``pueblo sito en el Aljarafe, informa el sabio arabista Asín Palacios, a dos parasangas de Sevilla, y ordinariamente vivía en el campo. Fue discípulo de Abu Abd Allah b. al Muyahid y vivía del trabajo de sus manos''. La parasanga es medida itineraria persa muy antigua (equivale a 5,250 m). Preguntemos ¿es ``parasanga'' nombre propio?, es decir, ¿son ``metro'' o ``kilo'' nombres propios? Ahí dejo la pregunta, prosigamos. Abu-l-Hayyay ``Tenía una gata negra, que nadie podía cogerla, ni siquiera ponerle la mano encima, pero que dormía en su regazo. El me decía: `Dios me ha dado en esta gata un medio de distinguir a los amigos de Dios. Ese prurito de huir que en ella ves no es cosa casual, pues Dios le ha dado también el instinto de mostrarse afable con los santos.' Y en efecto, yo la vi con mis propios ojos varias veces en su casa, que entraba un hombre y rozábale con la cabeza en las piernas y se pegaba a él; en cambio entraba otro y huía de él. Entró en cierta ocasión a visitarlo por vez primera nuestro primer maestro, quiero decir, Abu Yafar. La gata estaba metida en la última habitación de la casa, y salió; lo miró antes de sentarse, y mientras el maestro Abu-l-Hayyay decía `siéntate', la gata dio un salto y echándose al pecho de Abu Yafar, abrió las patas delanteras, se abrazó a su cuello y comenzó a pasar y repasar su cara por las barbas del maestro. Abu-l-Hayyay no dijo palabra de aquello; pero después me explicó que no lo había visto hacer jamás a la gata con ninguna otra persona.'' De esta detectora de santidad no sabemos cómo se llamaba, ¿y qué nombre le pondremos, matarililirirón? No cualquiera le cuadra, por lo pronto, tiene que ser nombre musulmán. Hay circulando más de los que te imaginas, pero ya eso no lo podemos averiguar aquí.
En La sonatita que haga fondo al caos (Ediciones de la revista Aérea de Poesía, Chile, 1997, 47 págs.), Daniel Freidemberg nos propone una lectura germinal, por lo condensado de la selección. Esta antología personal crea, con treinta y un piezas, un lenguaje despojado de imágenes con algo de resignación terrible. Lo leemos -con agrado y violencia- en la rapidez y el exabrupto, como dijo Leopoldo Lugones, de ``una ráfaga de agua de colonia.'' En muchos de los poemas de La sonatita que haga fondo al caos tenemos la impresión de que Freidemberg adopta una actitud cínica ante la diferencia existente entre experiencia y lenguaje, es decir, ante ese juego inevitable de ir y venir que ocurre entre los actos y lo que se dice de ellos o entre lo que vivimos y aquello que durante y después creemos revivir en las hablas y los pasillos en donde se multiplica nuestro discurso y, también, nuestra conducta. Una diferencia que nos deja ver las relaciones cambiantes y misteriosas entre memoria y vida. Los poemas de Freidemberg presentan una limpidez, pero una limpidez -valga la contradicción- manchada, sucia, problemática. En los poemas de La sonatita que haga fondo al caos lo sustancial sirve para mostrar un efecto de desdoblamiento y dispersión tanto en el plano de las palabras como en el del sentido. El menos crece y entre más claro es lo que se cuenta más oscuro se vuelve lo contado. Podríamos pensar que una escasez verbal produce un efecto de acumulación reflexiva y craquelación del conocimiento: ``Si algo quiere decir ese/breve manchón (la mosca/posada junto al plato)/yo no lo sé:/antes creía saber, pero las cosas/pasaron de otro modo./Ahora digo `mosca' y es bastante:/ni ella responderá, ni la palabra/se acercará a tocarla/ni yo sabré algo más./Y aunque esa forma ajena/se vaya volando,/la palabra está acá/llena de pelos, oscura, intratable.'' En la doble conciencia de que el lenguaje no atrapa -del modo que nosotros queremos- a la cosa en sí y de que la expresión mínima a veces se vuelve un medio de alta densidad y de interrogación, Freidemberg ha creado una poesía que es fácil pasar inadvertida pero que cuando logramos descubrirla se nos vuelve el ventarrón del portazo que nos sacude. Una transparencia excesiva nos permite seguir de largo sin ver estos poemas o cerrar simplemente los ojos ante ellos. Una falta de pretensiones retóricas no hiere nuestra cortedad de vista. No hay astillas luminosas ni volutas de humo transformándose en prodigiosas nubes verbales. Además, esta falta de voluntad oratoria revela una falta de protagonismo psíquico, de yo ahogado en la satisfacción de sí mismo como estamos acostumbrados a encontrar por todos lados en la poesía latinoamericana. Freidemberg escribe poesía desde la discreta trama que lo rodea cada día. No se endominga ni nos propone que nos endominguemos para leerlo. l quiere un día como todos los demás. Basta con las mismas gafas, los mismos zapatos y la misma actitud que tenemos al cruzar la calle. Su lenguaje nace de esta profundidad insospechada y modesta: ``Días después del Diluvio, cuando/las tierras se distinguían ya del agua, fui/a caminar junto a la carretera, y/un auto pasó/lleno de gente muy alegre y/me cubrió de tierra, y/yo estaba adentro y afuera al mismo tiempo y/me preguntaba a quién decía adiós.'' A pesar de la referencia al cataclismo bíblico, que debería introducir una grandeza mitológica, el uso de un lenguaje seco y sin adjetivos -en un tono neutro sin ninguna clase de solicitación sublime- expresado en la frase ``fui/a caminar junto a la carretera'' hace que el poema ocurra en una dimensión corriente y en la simultaneidad, a la manera de Cortázar, de ser al mismo tiempo el agente y el paciente de la acción, el que mira el desastre y el que lo sufre en carne propia. Asimismo, esta conciencia doble le permite estar alerta contra los peligros tanto de la poesía del lenguaje como la no menos retórica poesía de la experiencia. Si bien es cierto que una buena parte de la poesía hispanoamericana ha caído con frecuencia en la emocionada percepción de nuestra naturaleza exuberante, todo dicho con gran orgullo nativo en un chauvinismo poético, o en la perversión solipsista de la autonomía verbal, tampoco es menos cierto que la invocación y el abuso de los giros coloquiales y el recurso de los sentimientos más inmediatos han producido un adocenamiento lírico. El autochantaje de llamar la atención con la vida privada e íntima en confesiones menos o más grandes y el chantaje de lanzarle el mismo anzuelo al lector produce la ilusión de contundencia, pero la poesía toca la vida a través de un rodeo, de una forma que al mismo tiempo que va al meollo del asunto nos separa de él para dejarnos contemplarlo. La forma es la experiencia dentro del lenguaje. Hay poemas en donde la experiencia de la forma es lo primero que nos ataca y hay otros donde casi no nos damos cuenta de su presencia, aunque está ahí modificando nuestra percepción. La eficacia y la grandeza de La fábula de equis y zeda de Gerardo Diego o de Muerte sin fin estriba, precisamente, en que nos enfrentan desde el principio y sin concesiones con ese efecto. Pero ya sea de manera ``difícil'' o de un modo ``fácil'' es esa tensión la que sostiene al poema o, mejor dicho, es esa inconformidad la que crea la lumbre de la letra a la que alude Miguel çngel Zapata. Por eso Darío dijo en la eficacia paradójica de un alejandrino: ``Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo.'' El lenguaje se vuelve poema en esa búsqueda/rodeo de la forma. Por eso también leemos con frecuencia tantos poemas malos. Carecen de forma o de su presentimiento. Y forma no quiere decir el uso exclusivo de un verso medido o de una estrofa conocida en una fórmula ``clásica''. Quiere decir la creación de un orden reconocible en un gesto desconocido en donde lo natural se transforma en su opuesto: la forma, el artificio, el arte. Freidemberg nos ofrece una visión precisa del mundo, pero una visión precisa hasta donde el escepticismo lo permite. Por eso él escribió: ``este no es sitio para hablar:/algo huye a veces del paisaje, algo/no encaja mucho en él/y arriba es abajo o viceversa y/escríbanme algo, canten/la sonatita que haga fondo el caos:/quiero aprenderla, a ver si es cierto.''
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