En defensa de los pilones
Miguel Angel Barrón Meza
Periódicamente se publican escritos en los que se afirma, con mucho énfasis, que los programas de incentivo al rendimiento académico o pilones (estímulos, becas, Sistema Nacional de Investigadores, etcétera) deben desaparecer, pues constituyen una modalidad equivocada de evaluar el trabajo de los investigadores ya que no propician un mejoramiento en el desempeño profesional del personal académico.
No estoy seguro, pero supongo que quien propone algo así debe ser una persona con una posición económica holgada y un prestigio académico muy sólido como para no necesitar ya de los pilones. Es cierto, esos programas han distorsionado los esquemas tradicionales de investigación, al mismo tiempo que obligan al investigador a consumir una parte importante de su tiempo en llenar solicitudes y sacar infinidad de copias. Pero pretender desaparecerlos en vez de perfeccionarlos es equivalente a resetear la computadora cuando se nos traba en lugar de aprender el sistema operativo.
ƑCuál es la situación de los cientos de nuevos doctores mexicanos que apenas dan sus primeros pasos en la investigación? Generalmente, han logrado conseguir una plaza de profesor asociado en alguna institución, viven con sus familiares o pagan alquiler, se transportan en pesero y su currículum más bien merece llamarse ridículum. Si quieren conseguir recursos para proyectos deben asociarse con investigadores reconocidos, que por lo regular se quedan con el dinero y el prestigio. En no pocas ocasiones tienen que poner dinero de su bolsa para asistir a algún congreso o para comprar una computadora clon con software pirata. Para esos nuevos doctores (entre los que me incluyo), los pilones son lo mismo que el oxígeno que respiran.
Es muy temeraria la afirmación de que los estímulos no mejoran el desempeño de los académicos; en este tiempo, en que los gobiernos neoliberales sólo esperan un pretexto para empobrecer a los ciudadanos, expresarse de esa manera es casi suicida. Mi experiencia personal, y también la de muchos doctores jóvenes que conozco, es que los pilones me han permitido (aparte de tener el estómago lleno) autofinanciar algunos proyectos de investigación, pagarme uno que otro congreso y mantenerme al corriente de los avances científicos y tecnológicos en mi campo de trabajo; eso, evidentemente, incide en la calidad de los cursos que se imparten, pues se transmite a los alumnos el estado del arte, amén de que puede uno servir como acicate para aquellos que deseen dedicarse a la investigación.
Es cierto que el sistema actual de evaluación académica dificulta emprender proyectos de investigación a largo plazo y privilegia las actitudes mercenarias en los investigadores; también es cierto que fomenta la publicación en revistas del extranjero, en detrimento de las nacionales. Incluso pudiera ser que con ese esquema de evaluación se estuviera subsidiando a la investigación del Primer Mundo, ya que muchos de los resultados que se publican, por ser de frontera, no tienen gran aplicación ni impacto en nuestro país.
Pero en vez de proponer
su desaparición deberíamos hacer propuestas tendentes a
perfeccionar aquellos rubros en que se detecten fallas o distorsiones
graves, Ƒno creen? Por ejemplo, puede empezarse por dar mayor
peso a aquellos artículos y proyectos que, sin ser
especialmente innovadores o de punta, resuelvan algún problema
agudo en la industria nacional o en la salud de alguna comunidad
remota. Las instituciones podrían elaborar mecanismos de
simplificación burocrática de modo que el investigador
no tenga que entregar el siguiente año copias de los productos
de trabajos que este año ya entregó ni perder tiempo
consiguiendo el reporte de los cursos que impartió, puesto que
la institución donde labora tiene esa información
almacenada en sus bases de datos. Así que, ante la duda
existencial: Ƒprogramas de incentivos?, muchos recién
doctorados respondemos: sí, Ƒtienen más?
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