La Jornada lunes 1 de febrero de 1999

DF: PRACTICAS Y DESMANES CLIENTELARES

Los graves enfrentamientos provocados anteayer en la Central de Abasto por un grupo minoritario de comerciantes afiliados a la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) del PRI, constituyen una nítida muestra de una de las formas más atrasadas de los usos políticos nacionales: el corporativismo clientelar. Cuando la gran mayoría de los locatarios y bodegueros de ese mercado ųel mayor de América Latinaų habían convenido en el cobro de una tarifa de peaje a los transportistas ųmedida de consenso, hasta donde se sabe, además de necesaria para garantizar el adecuado mantenimiento de la centralų, un membrete de la CNOP movilizó a sus bases, convertidas para el efecto en grupos de choque, con el propósito de dislocar la rutina del centro de abasto capitalino. Los golpeadores no sólo impidieron por la fuerza que los comerciantes del lugar realizaran sus labores normales, sino que perpetraron diversas agresiones delictivas contra policías y civiles, cometieron destrozos de diversa magnitud y provocaron pérdidas millonarias.

Ha de recalcarse que la acción referida no fue una expresión de protesta contra una medida administrativa, justa o cuestionable, sino el cumplimiento de un designio para crear en la urbe una circunstancia de incertidumbre y violencia y, acaso, también de desabasto. Aunque la situación fue controlada en unas pocas horas y no se llegó a una calamidad mayúscula, el hecho es que todos salieron perdiendo: los lesionados ųuniformados o noų, los comerciantes, los compradores, los transportistas, la Secretaría de Seguridad Pública ųvarios de sus vehículos resultaron destrozadosų, y los propios afiliados al membrete cenopista que los utilizó para organizar una trifulca que, de cualquier modo, no logró su propósito político de desestabilizar la urbe.

Aunque es en las filas del partido gubernamental en donde se concentran las mayores y más añejas estructuras de control corporativo y clientelar del país, estas expresiones de la antipolítica no son monopolio priísta. En días pasados se informó de la venta subsidiada de leche, si no contaminada por lo menos de ínfima calidad, por parte de varios diputados perredistas, líderes o militantes de organizaciones urbanas. Si se determina que el lácteo es inapropiado para el consumo, ello podría prefigurar un hecho delictivo merecedor de investigación, proceso y, en su caso, sanciones legales. Pero, aun en el caso de que los grupos y representantes perredistas señalados distribuyeran leche digna de llamarse así, la opinión pública capitalina estaría ante una práctica partidista en extremo dudosa, si no es que indebida, y sería exigible una explicación detallada sobre los aspectos financieros de la operación y, especialmente, sobre la no utilización con fines partidistas o facciosos de eso que se presenta como una ayuda a núcleos económicamente desprotegidos de la población del DF. Sería una grave incoherencia que en el PRD, cuyos dirigentes y militantes han denunciado en forma sistemática el lucro político priísta que se ha hecho con los instrumentos de la política social, se recurriera a prácticas mafiosas similares.

En uno y otro casos, la sociedad debe rechazar las políticas clientelares y los afanes de capitalizar con fines partidistas o electoreros las agraviantes necesidades materiales de muchos ciudadanos, inercias presentes de un régimen que debiera ser parte del pasado y que contravienen las normas básicas de la ética democrática.