Le llaman la bien pagaaá, porque está tan segura de sus logros que considera seriamente autosubirse el sueldo.
Si algo sorprende en cada uno de sus espectáculos es la capacidad hadadiana, esa mente calenturienta que le permite reinventar situaciones y textos a partir de los hallazgos consolidados en un puñado de canciones que al ser teatralizadas y reinterpretadas por ``la mamá de los Tarzanes'' adquieren una carga simbólica de insospechada ironía.
Luego de acostumbrar a sus fans a la presencia de un exuberante conjunto de accesorios que atiborraban el escenario -flores, plantas y pirámides de hule espuma; lentejuelas, pistolas y carrilleras, sombreros, aretes y anillos enormes, diamantina, pulseras, serpentinas y confeti; frutas de plástico-, en esta ocasión el vestuario acentúa la veta de sensual-rumbera y de femme fatal, de esta peculiar vikinga caribeña y el elemento escenográfico central es una simple cuerda de algodón que, utilizada con ingenio, permite a la Hadad colgarse, columpiarse y burlarse de la inaugurada vocación circense del pueblo mexicano obligado por la mentada crisis a convertirse en maromero de esquina en búsqueda de la sobrevivencia.
Por otro lado, la asimilación del lenguaje computacional permite dar nueva vida a las desternillantes cibermisivas entre el celoso Rutilio y la insurrecta bataclana Rumberta, en las que da cuenta de atávicas actitudes machistas imbricadas en la memoria colectiva mexicana (Tú ya no mandas en mí/ me peine como me peine/ ya no me peino pa' ti).
Cibermisivas que saltan de una compu portátil y que son alternadas a lo largo de la interpretación de un conjunto de canciones engarzadas y transformadas por obra y gracia de los arreglos y la dirección musical de Omar Ortiz. Astrid siempre pone a sus músicos en situaciones límite al invitarlos a seguirla en una audaz fusión de ritmos y géneros.
No pueden faltar, por supuesto, las alusiones a los discursos más recientes de nuestros flamantes gobernantes o destacados visitantes que dotan a La mujer multimedia de una hilarante actualidad que permite involucrar a los espectadores.
Luego de una breve pausa en la que presentó en el Chandler Gilbert Community College de Arizona su internacionalmente reconocido espectáculo neorranchero, el Heavy Nopal, Astrid Hadad acompañada de sus inseparables e insuperables Tarzanes retorna al teatro-bar El Bataclán (ampliación del restaurante La Bodega), donde todos los fines de semana de febrero y abril (en marzo estará de gira nacional) presentará un espectáculo en el que la mundialmente conocida en México chaparra de oro hace un despliegue de creatividad e ingenio. Y por si lo anterior fuera poco, Astrid Hadad hace gala de una potente y buena voz que cada vez domina y doma con mayor facilidad.
Pero no se espere a última hora para ver La mujer multimedia, porque si no reserva su espacio con tiempo corre el riesgo de quedarse afuera. Como ya se corrió la voz de la buena nueva, El Bataclán los fines de semana se llena a reventar. Y si usted no vive en la ciudad de México, no se preocupe y esté pendiente porque pronto comenzarán de nueva cuenta las giras nacionales e internacionales de esta apreciada diva multimedia que, como buena representante del posmodernismo, se atreve a mezclar con espléndidos resultados lo que pareciera irreconciliable.