La Jornada miércoles 3 de febrero de 1999
n Arnoldo Kraus n
Leche y política
šClaro que sí! šNi quién lo hubiese dudado! En México no sólo las vacas y algunos políticos son capaces de hacer política: la leche, que ni habla ni muge ni piensa, ocupa también lugar en nuestra arena democrática, así como espacio preeminente en las preocupaciones de los quehaceres gubernamentales y las neuronas de nuestros dirigentes. La leche --eso sí, sólo la Betty--, ha sido capaz de concitar a los más destacados miembros de PRI, PRD y PAN para dialogar y salvar al país. Betty, a partir de ahora otro alter ego de nuestra mexicanidad, es el único lácteo envasado que ha logrado, sin ser anuncio pagado, ocupar páginas y páginas en nuestros diarios. Las vacas y los políticos, en cambio, lo hacen con frecuencia: por eso no son ya motivo de sorpresa.
Betty ha congregado voces y opiniones. Betty ha escalado a la fama desde su envase, a pesar de no contener motivos religiosos. Sobre leches y vacas han disertado, en orden no alfabético y en desorden de importancia, figuras y diversas instituciones. Algunos(as) por obligación, otros(as) por compromiso político y los(as) menos, porque se vieron obligados a opinar. Han cavilado PRI, PRD y PAN. Han sido implicadas la Secretaría de Salud, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), la Secretaría de Salud del Distrito Federal, la Facultad de Química de la UNAM e innumerables políticos cuyos nombres son irrelevantes.
Lo relevante, en cambio, son los "toma y daca", los quehaceres políticos, y las toneladas de maleficencia puestas a la luz por Betty. El clientelismo del PRD al estampar sus colores y nombres en la envoltura de la leche, la celeridad de la Profeco al afirmar que la leche estaba contaminada, la certeza del PAN al asegurar que "se tiene un producto, un maquiavélico instrumento para captar simpatizantes..." y con ello descartar el beneficio de Betty para los pobres. Asimismo, la inmensa sabiduría y transparencia moral de los priístas al aseverar que diputados perredistas "utilizaron su fuero constitucional para engañar, promover su imagen política y comprar impunidad sin medir las consecuencias" son tan sólo algunos de los momentos destacados de nuestra política láctea. Y así sucesivamente. En cambio, lo "no sucesivamente" es la falta de esmero y la incapacidad para analizar las verdaderas urgencias nacionales.
Desde hace unas semanas tenía la idea de escribir algunas líneas acerca de la tristeza política que padecemos los mexicanos. Aunque predigo el resultado, sería deseable que alguna de las casas dedicadas a realizar encuestas de opinión hiciesen un escrutinio general acerca del sentir de la población hacia la clase dominante. Betty hizo innecesaria mis líneas sobre la tristeza política mexicana. La lección láctea es preclara e incontrovertible: a nuestros políticos les importa un bledo la nación, su gente. Les preocupa la lucha por el poder, su imagen, denostar al rival político. Los entes no políticos, los mexicanos yermos de poder, son sólo objetos reciclables, transitorios y no metas. La creación, no por generación espontánea, de 40 o 50 millones --Ƒimporta si son diez millones más o menos?-- sumidos en la miseria es la mejor prueba de los logros de nuestros gobiernos.
Es triste, aunque no sorprende, confirmar que la amnesia es dogma. Hace dos o tres años nos enteramos de que Conasupo importó de países asiáticos alimento cuyo destino era el consumo animal; en cambio, se consideró que en México ese alimento era digno para la población. ƑSe acuerdan? El nuevo espíritu ético de PRI y PAN al señalar los errores del PRD habría sido bienvenido cuando se decidió que los más pobres no distaban, ni ontogénica ni nutricionalmente, de los animales. Betty me encontró releyendo La vaca de mi querido Tito Monterroso. Y como Augusto sabe mucho de vacas, de leches y de ubres, lo cito con la esperanza de que en sus próximas campañas el PRIPAN lo recuerde --no pretendo que lo distribuyan ni lo lean. Escribe Monterroso: "Las vacas pueden ser utilizadas como símbolo de muchas cosas. Sólo es feo y triste ponerlas como símbolo de mansedumbre y resignación". Yo agrego: ni la leche ni la leche Betty ni las vacas son culpables. Sólo es feo confirmar que la enfermedad del poder no entiende ni de leche ni de vacas, pero tampoco de política.
Habrá que seguir, durante décadas, jalando ubres. Quizá así de estas nobles tierras brote leche no contaminada, y nazcan políticos que entiendan que lo que importa en México no son ellos, sino la población que los mantiene.