n De la Fuente ingresó a la Academia de la Historia
Conocer el arte, motor para saber
que el mundo es ancho y diverso
n Es urgente investigar si se puede hablar de artistas mayas, señaló
Merry Mac Masters n La historia del arte se erige como uno de los motores para que el público no especializado conozca, mediante las obras procedentes de todas las latitudes, que el mundo es amplio y diverso, dijo Beatriz de la Fuente al ingresar anteanoche a la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la Real de Madrid, en una sesión solemne presidida por Miguel León-Portilla. Maestra en historia del arte y doctora en historia, De la Fuente pronunció el discurso ''El arte prehispánico: un siglo de historia". Dentro de ese ''cambio de actitud", continuó, se ha pasado de una apreciación occidental del arte prehispánico basada en la belleza, a otra que lo percibe como un sistema conceptual, total y complejo.
Un breve repaso histórico, concentrado en los autores de esta centuria, incluso sin un ''registro historiográfico exhaustivo", dejó ver que la valoración del arte prehispánico y su inserción en la conciencia histórico-crítica mundial es un hecho relativamente nuevo que comenzó a tomar fuerza desde las postrimerías del siglo XIX. En ese proceso, ''intenso y pleno de hallazgos", el triunfo del arte indígena ''enriqueció nuestro pasado y le dio a nuestra historia cultural una continuidad de siglos", afirmó la investigadora y autora de libros como La escultura de Palenque y Los hombres de piedra. Escultura olmeca.
En general el arte de los vencidos fue juzgado como ''obra del demonio" en el siglo XVI. Fue hasta el XIX que en México se hicieron los primeros esfuerzos por comprender la creatividad prehispánica. Esta apertura coincidió con un ascenso del criollismo, que en la búsqueda de una llamada ''identidad nacional", estudió y remarcó las cosas que hacían original a la Nueva España, respecto a la metrópoli.
Ensanchar el mundo
John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood (1841 y 1843) no fueron los primeros extranjeros que se expresaron a favor del carácter artístico de las obras prehispánicas, sin embargo sentaron las bases de una singular tendencia entre los investigadores estadunidenses, quienes todavía se juzgan herederos directos de la civilización maya clásica.
Si el objeto artístico-cultural es de suyo ''exigente" al plantear problemas que requieren metodologías específicas, el arte del México antiguo es ''doblemente concentrado", pues estaba hecho no sólo para producir una impresión estética sino para emitir mensajes religiosos o políticos o de varia índole, observó De la Fuente. El primer gran estudio del siglo XX sobre lo maya, en el cual se advierte la necesidad de establecer comparaciones entre la religión y el objeto de arte, se debe a Herbert Spinden.
Más adelante la nueva académica de número expresó la ''urgencia" de investigar si podemos o no hablar de ''artistas mayas prehispánicos", qué significado tendría esa noción y si podría ser equivalente a toltecáyotl, el hecho investigado por León Portilla.
No podrían faltar nombres como Eulalia Guzmán, José Juan Tablada, Alfonso Caso y Salvador Toscano, cuya obra Arte precolombino de México y de la América Central (1944), escrito desde un horizonte que comprendía al ser humano mediante sus producciones artísticas, fue un ''parteaguas".
En la década de los sesenta, advirtió De la Fuente, al tiempo de que ya nadie dudaba de la presencia del arte prehispánico, su estudio sufría de relativo estancamiento algo paradójico respecto del ''esplendor" que alcanzaban la arqueología y la etnología.
No podían faltar las ''sabias reflexiones" de Octavio Paz. De la Fuente apuntó que si hoy quizá no estamos en posibilidades de afirmar que la multidisciplina se ha establecido, los avances en la comprensión intelectual y emocional del arte del pasado mexicano conduce a una mejor comprensión del arte no occidental, y esta nueva visión, verdadero ensanchamiento del mundo, es uno de los signos de la modernidad.
Al dar respuesta, Eduardo Matos ubicó los ''aportes" de De la Fuente dentro de tres aspectos: los estudios individuales, además de múltiples artículos; la elaboración de catálogos que constituyen un valioso cuerpo de información, y ser maestra y formadora de nuevas generaciones de estudiosos del arte antiguo.