Al cumplirse el plazo de ley para el registro de nuevas organizaciones políticas, se inscribieron ocho nuevos partidos y 45 agrupaciones políticas. Tal variedad es, en sí misma, una muestra muy saludable de vitalidad política, aunque el conjunto de los solicitantes sea abigarrado y provisional. Entre los aspirantes al registro electoral se hallan el Partido de Centro Democrático, a cuya cabeza figura Manuel Camacho, y Democracia Social, que preside Gilberto Rincón Gallardo. Ambas formaciones realizaron sus asambleas nacionales con enorme éxito haciendo planteamientos de gran aliento, que vienen a romper con la mediocridad del momento partidista.
Lejos de propiciar la pulverización electoral, la presencia de nuevos partidos será un acicate para obligar a las agrupaciones mayoritarias a definir con precisión posiciones y principios. El solo hecho de que estos nuevos partidos aparezcan superando los obstáculos impuestos por una ley anacrónica es una llamada de atención a la soberbia de las grandes formaciones políticas.
La decisión de organizarse, asumida por decenas de miles de ciudadanos, indica que el sistema de partidos --construido a partir de tres grandes formaciones-- es, cuando menos, insuficiente para dar cabida a la pluralidad real de la sociedad mexicana. Pero revela algo más: se comprueba, a pesar de las notorias debilidades de los partidos llamados nacionales, y no obstante justificadas desconfianzas y desencantos, que la necesidad de participación pasa a través de formas partidistas de organización como forma privilegiada para la acción política democrática.
No será fácil abrirse camino en un escenario sobresaturado, pero los nuevos partidos reflejan sentimientos reales en capas no despreciables de la sociedad. Ningún partido genuino nace para ser pequeño, pero las nuevas formaciones tendrán que hilar muy fino en materia de convergencias y alianzas, desplegando líneas de acción capaces de introducir el dinamismo, la imaginación y, ¿por qué no? la inteligencia que falta en el debate nacional. En otras palabras: intercambiar el número por la calidad.
Los partidos de reciente cuño tendrán que superar la tensión existente entre los impulsos provenientes de la naciente ciudadanía democrática y las inercias que vienen de la tradición política de raíz burocrática, la cual lleva a los partidos a articularse al viejo modo corporativo y caudillista, centralista y clientelar, a partir de grupos de interés carentes de un cimiento sólidamente fundado en razones políticas y principios ideológicos.
Tenemos, pues, nuevos partidos muy diferentes entre sí. A reserva de abordar con mayor detenimiento las propuestas de orden general resaltan a primera vista algunas diferencias de fondo sobre el destino de la transición, visiones divergentes sobre el 2000. Mientras el partido de Centro Democrático ha diseñado una posición en torno a las alianzas de la oposición para derrotar al PRI, Democracia Social se pronuncia por una candidatura presidencial propia que permita romper la polarización actual. El debate comienza apenas, pero es muy destacable que sean ya estos nuevos partidos los primeros en hacer planteamientos serios, al margen de las vulgaridades mercadotécnicas o el simple canibalismo. Bienvenida la pluralidad.