La Jornada sábado 6 de febrero de 1999

CLAROSCUROS DEL DISCURSO PRESIDENCIAL

En el marco de los actos conmemorativos del 82 aniversario de la promulgación de la Constitución de la República, el presidente Ernesto Zedillo pronunció un discurso que, por su tono y contenido, podría considerarse un balance personal de lo realizado en su gestión y de los retos y tareas por hacer en los poco menos de dos años que le restan a la presente administración.

Durante su alocución, el titular del Ejecutivo hizo un recuento de los logros de su gobierno en los ámbitos de la educación, la salud, la construcción de infraestructura y el desarrollo social, en especial en lo relativo al combate a la pobreza extrema. También destacó los avances que, a su juicio, se han registrado en el país en lo tocante a la creación de empleos, al fortalecimiento de los poderes Legislativo y Judicial, a la ampliación del federalismo, a la normalización democrática y la autonomía de los órganos electorales. De manera reiterada, el presidente Zedillo defendió la política económica aplicada durante su administración y su iniciativa de reformas constitucionales para abrir el sector eléctrico al capital privado; señaló que --pese a las graves dificultades que el país ha debido enfrentar en los últimos cuatro años-- la economía nacional y el empleo crecieron en el periodo 1996-1998; y reconoció que enfrentar la pobreza y la desigualdad es el principal reto de la Nación de cara al siglo XXI. Finalmente, luego de prometer que en los próximos dos años el país logrará revertir la inseguridad pública que agobia a la población, convocó a las organizaciones políticas y sociales y a los ciudadanos en general a establecer, antes de las próximas elecciones federales, una plataforma común que permita la construcción de un país "fuerte, próspero, democrático y justo".

Ciertamente, el país ha experimentado en los años recientes avances y cambios significativos, pero la situación prevaleciente en casi todos los ámbitos de la vida nacional no coincide necesariamente con el optimismo desplegado en las palabras del Ejecutivo.

En primer lugar, habría que señalar que en el discurso presidencial se dejaron de lado temas tan importantes como el conflicto de Chiapas, las graves violaciones de los derechos humanos que se registran en el país, las catastróficas políticas de rescate bancario y carretero, el continuo deterioro del poder adquisitivo del salario y la desesperanza que agobia a millones de mexicanos sumidos en la pobreza y el desamparo, entre otros.

En efecto, como lo señala el presidente Zedillo, el país tiene la capacidad para superar los problemas, consolidar su institucionalidad democrática y construir un futuro más auspicioso y con mayores expectativas de desarrollo económico, político y social. Pero, para ello, sería necesario corregir muchas de las políticas emprendidas por la actual administración, sobre todo en lo relativo al conflicto chiapaneco y a la conducción económica nacional. La formulación y puesta en práctica de una plataforma común para beneficio del país implica también que el gobierno federal cumpla a cabalidad con sus compromisos anteriores y asuma, ante la sociedad, su responsabilidad en muchos de los problemas que aquejan día a día a los mexicanos.