Arnaldo Córdova
Nueva estrategia

Cada vez que el gobierno anuncia un nuevo plan de operaciones en contra del narcotráfico, no podemos evitar sentirnos inundados por un profundo sentimiento de escepticismo. Y es que la experiencia se ha repetido a lo largo de la última década y los resultados, si es que se dan, son siempre escasos, mientras observamos que el poder del narco y el crimen organizado crece cada vez más desproporcionadamente respecto de la capacidad represora y erradicadora del Estado. Viejos y nuevos capos siguen aumentando sus negocios ilícitos por una sencilla razón que siempre se olvida: la enorme impunidad y hasta la protección oficial en las que se desenvuelven.

El pasado jueves, los secretarios de Gobernación, de Defensa y de Marina, junto con el procurador general de la República dieron a conocer lo que llamaron Nueva Estrategia de Lucha Contra el Narcotráfico. Se trata de un plan de largo plazo que se ha llevado diez meses en su preparación y que se fija metas para los siguientes tres años, en los cuales se invertirán alrededor de cinco mil millones de pesos distribuidos entre las instituciones indicadas. Las consideraciones que se vertieron, en especial las que tocan a la coordinación de los organismos oficiales encargados de la lucha contra las drogas, no son muy diferentes de las que se hicieron cuando se fundó el Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD), de trágica memoria, pues acabó en un escándalo pocas veces visto de corrupción en sus altos mandos.

Este nuevo plan lo único de nuevo que tiene, en esencia, es la inversión de una mayor cantidad de recursos y su promesa fundamental consiste en que habrá un mayor control y selección de los funcionarios y policías encargados de desarrollarlo y, justo, una mayor coordinación de mandos y de fuerzas. En esta materia más nos valdría no ser tan desconfiados pero, claro, a condición de que se nos ofrecieran estrategias más claras y, sobre todo, resultados. El que después de diez meses ahora se haga público un plan tan anunciado como éste no puede desligarse, en absoluto, del hecho de que en sólo unos días el Congreso estadunidense decidirá sobre nuestra certificación, la constancia de buena conducta que los vecinos del norte jamás se dan a sí mismos. ¿Será por eso que se hizo pública la nueva estrategia? Pues así lo parece.

En estos días han menudeado los decomisos de estupefacientes, lo que tampoco se antoja fortuito; pero llevamos años esperando que más capos caigan en manos de la justicia. ¿Por qué rayos no se ha logrado capturar a los Arellano Félix o al hermano menor de Amado Carrillo que ahora comanda el cártel de Juárez? ¿Por qué sigue habiendo tantos implicados en actividades delictivas entre los miembros de las corporaciones policiacas y hasta en los órganos de justicia? ¿Por qué se expande con tan tenebrosa rapidez la violencia entre los mismos delincuentes que siempre le juegan a los negocios más suculentos? Por desgracia, en estos renglones no hay ni ha habido desde hace tiempo buenos resultados, que son lo que todos queremos.

La ineficacia cada vez más apabullante de nuestras autoridades antinarco, por supuesto, corre pareja con el crecimiento irrefrenable del crimen organizado el cual, por lo demás, hace tiempo que renunció a las especialidades y ahora se ocupa de todo lo que le deja abundante dinero, desde el mismo narcotráfico, hasta el robo de automóviles o el secuestro. Los únicos ``especialistas'' que quedan son los sicarios. Los grandes delincuentes ya se dedican a los más variados negocios y hasta forman especies de holding, en los que la asociación delictiva crece sin cesar y, al parecer, sin remedio.

En el nuevo plan, por lo que sé, no se dice nada de la constante penetración de las instituciones del Estado y del sistema financiero o de la libre empresa, excepto en lo que respecta al control (espionaje) con moderna tecnología de los funcionarios y policías, que será preventivo y no indagatorio de la enorme corrupción y la impunidad de que se vale el narco para operar en todos los órdenes. Nuestras autoridades, como se ha visto, son tendencialmente reacias a limpiar sus establos por temor, sin duda alguna, al escándalo. Lo que está haciendo el gobierno del Distrito Federal, con todo y sus deficiencias, limpiar por sistema a sus cuerpos policiacos y de procuración de justicia, es lo que deberían hacer, también por sistema, los órganos encargados de la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia, sin temer demasiado a los escándalos o a las críticas de las oposiciones. De eso el plan no dice nada o dice muy poco.

De cualquier forma, desde luego, es recomendable no anticipar vísperas y armarnos de paciencia para dar a la nueva estrategia el beneficio de la duda. Habrá que pensar que es lo único que tenemos, hoy por hoy, y que lo que cabe es exigir que ese plan, de verdad, se aplique y, sobre todo, dé resultados.