Fernando Delgadillo, Entre pairos y derivas (Pueblo). Este es un estilo más que identificable; su presencia se detecta al instante y puede llegar a confundirnos, a tal grado que después de escuchar las dos primeras piezas quitamos este nuevo cd. Pensando que no traía nada nuevo, que Delgadillo se parafraseaba inútilmente. Poco después, dejamos girar nuevamente el disco y la atmósfera cambió completa y sorprendentemente: la guitarra continuaba saltando alegre por todos lados, la voz corría con la elegante y aparente precipitación de siempre, como queriendo desbocar o ahogarse entre las palabras, pero concretando y entretejiendo una tras otra las ideas, las ideas de un chavo que lo mismo se acerca al valsesito peruano, que al rock o a la enorme canción de protesta con que corona su declaración de finales. Las ideas que se renuevan girando en espiral alrededor de ellas mismas.

 

Molotov, Molomix (Universal). En estos tiempos tan ciertos y neoliberales, la palabra del mercado es palabra de Dios. A la casa disquera le urgía sacar una nueva producción de Molotov, y la sacaron. No cualquiera vende más de 850 mil copias de un disco (ƑDónde jugarán las niñas?), y mucho menos un grupo mexicano de rock; sí, rock. Así, antes de que el grupo tuviera el material suficiente para un nuevo cd, se avientan una serie de remezclas e incluyen dos nuevos tracks: El carnal de las estrellas y Rap soda y bohemia (del homenaje a Queen). El resultado no es lo lamentable que pudiera esperarse. No. Este cuarteto remezcla y recrea con verdadero oficio; la calidad y la abundancia de sus recursos es evidente. Molotov no está haciendo historia por el solo hecho de gritar rítmica y agresivamente su inconformidad ante un sistema desbordado de torpeza y corrupción; está haciendo historia porque sabe hacer música, porque han trascendido su herencia jipjopera y porque no se lo toman demasiado en serio (hasta ahora). De ahí su enorme éxito, sólo comparable con su intensidad, su valemadrismolo y su ambigüedad.

 

Varios. México de mi corazón (Global). Catorce discos. Catorce trazos que logran conformar un panorama más o menos completo de lo que ha sido la música popular mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX. Un amplio recorrido por los extremos de nuestro ser nacional, que te asalta con huapangos, sones abajeños y jarochos, pasodobles, boleros, tropicanías, corridos norteños, trova yucateca, danzón... bueno, hasta el adulterado y sabroso mariachi con metales anda por aquí. Nuestro legado emocional de todos los días. Las raíces de nuestro sentir, de nuestro decir, de la inteligencia del saber(nos), de la emoción del sabor(earnos). (Antonio Malacara )