La Ley de Herodes
Fernando Figueroa n "Al pueblo, leche Betty y circo chafa", parece ser la consigna de algunos legisladores perredistas y funcionarios del Instituto de Cultura. El asunto de la leche ya es analizado en otros espacios de este diario y, en la revista Milenio, Rubén El Púas Olivares sugiere a los diputados que ese producto "se lo den a sus respectivas progenitoras y no a la gente pobre". En cuanto al circo, quisiéramos referirnos al concierto "gratuito" que ofreció Joan Manuel Serrat el domingo pasado en el Zócalo capitalino. En primer lugar, no fue gratuito porque, gracias a esa presentación, el cantautor español se libró de pagar impuestos. En segundo lugar, no se vale dar gato por liebre. Si las autoridades capitalinas ya tenían en sus manos la posibilidad de ofrecer un espectáculo de calidad, Ƒpor qué chirriones no lo presentaron de manera profesional? El sonido era tan malo que nos hizo recordar los numeritos que hasta hace poco tiempo organizaba el Socicultur priísta en la Alameda Central y Los 15 años de Espergencia. Quienes tuvieron la dicha de estar a menos de 30 metros del templete, escucharon a un Serrat aceptable que recetó al personal todas las canciones de su nuevo disco (Sombras de la China) y una que otra de las clásicas. Los demás oyeron dos conciertos a la vez: el apenas audible que venía directamente del escenario y, un segundo después, el rebote a dos bandas de la Catedral y Palacio Nacional (o sea que el sonido sacó boleto de ida y vuelta, como aquellas pequeñas cosas de la canción). Cualquier ingeniero o maistro de sonido grupero lo hubiera hecho mejor. Algún lector pensará que estamos proponiendo derrumbar edificios coloniales para evitar el ping-pong de las notas musicales, pero les queremos decir que en nuestro país existe el equipo necesario para evitar medidas tan drásticas; es cuestión de contratar a la empresa adecuada y no a charlatanes que hacen de la labia un arte (además, cobran lo mismo). Aunque es verdad que fue muy emocionante ver y medio oír a Serrat en el Zócalo, también es cierto que, "al volver la vista atrás, se ve el concierto que nunca se ha de volver a organizar". GUILLERMO OCHOA GUARDO silencio durante 10 años luego de que El Tigre, Emilio Azcárraga Milmo, lo puso de patitas en la calle por haber retransmitido una entrevista con Joaquín Hernández Galicia La Quina, cuando el ex líder petrolero acababa de ser apañado por órdenes de Carlos Salinas de Gortari. Don Memo regresó a Televisa ya bajo las órdenes de Azcárraga Jean. Como el gran profesional que es, volvió a cuajar un interesante programa periodístico, Hoy mismo. Sin embargo, en la feroz lucha por el rating le impusieron al productor cubano Alexis Núñez. El toluqueño no aceptó los cambios de formato que le proponía Núñez... y se fue. Como Ochoa sabe que a estas alturas sería inútil otra década de silencio, se aventó al ruedo y declaró que él no admitía órdenes "de quien no tiene la calidad profesional para dármelas". Se dice que el insulso programa Hoy tiene un rating de nueve puntos y que con Guillermo Ochoa apenas llegaba a seis. Ochoa replicó en Tele Guía: "La revista Alarma tiraba un millón 400 mil ejemplares cuando presentaban los casos de Las Poquianchis o cuando los reporteros llevaban a las prostitutas a hincarse frente al Cristo en León, Guanajuato. El rating no lo es todo. Somos morbosos, pero eso no es lo que yo quiero para mi país". Volviendo a Joan Manuel Serrat, en su nuevo disco --Las sombras de la China-- dice que "Corren buenos tiempos/para la bandada/de los que se amoldan a todo/con tal de que no les falte nada". Eso va para que todo México se entere.