Angeles González Gamio
Libros de piedra

Ya hemos hablado de que la antigua ciudad de México, hoy llamada Centro Histórico, tiene la particularidad de haber conservado construcciones de prácticamente todos los siglos, mismas que reflejan la mentalidad y valores de las distintas épocas, lo que nos permite literalmente ``leer'' su historia en las piedras. Basta pararse en los vestigios del Templo Mayor y ver los alrededores, para percibir con nitidez las ideas que regían el pensamiento de los aztecas, reflejado en sus grandiosas construcciones.

Al mirar de lado izquierdo aparece el glorioso Sagrario Metropolitano, obra del genial Lorenzo Rodríguez, exquisita muestra de la arquitectura barroca, que con sus oros, lujos y exageraciones refleja la mentalidad virreinal. Esta contrasta fuertemente con el racionalismo de fines del siglo XVIII, que llega a la Nueva España con las reformas borbónicas y que habrá de mostrarse en el estilo neoclásico que caracteriza ese periodo. Buen ejemplo de esa arquitectura es el Palacio del Marqués del Apartado, que edificó el gran arquitecto valenciano Manuel Tolsá situado justo frente al Templo Mayor. Atrás de estas hermosas construcciones aparece esbelta y orgullosa con su fachada de vidrio, la Torre Latinoamericana, nuestro primer gran rascacielos, símbolo del México moderno.

Una era de nuestro país que dejó fuerte huella fue el porfiriato, que buscó reflejar la bonanza nacional en grandes obras que dejaran evidencia imperecedera del paso de ese gobierno. Para ello se contrató principalmente a arquitectos europeos, que dirigieron imponentes construcciones como el Palacio de Bellas Artes y el de Correos, ambos del italiano Adamo Boari; por su parte su paisano Silvio Contri construyó el palacio de Comunicaciones y, para particulares, el conocido como Edificio High Life, en la entonces recién inaugurada calle de Gante.

Otro extranjero, Emile Bernard, comenzó el que iba a ser el Palacio Legislativo, un inmenso edificio que se elevó tan despaciosamente que quedó inconcluso, convirtiéndose -años más tarde- en el Monumento a la Revolución.

Al parejo de estas obras costosas y dilatadas estaban trabajando con talento y esmero un grupo de jóvenes arquitectos mexicanos, entre los que destacaba Mauricio M. Campos, quien no obstante contar con 31 años de edad, fue elegido por el poderoso ministro de Hacienda, José Ives Limantour, para que le construyera, entre otras, su casa particular, en la postinera glorieta ``del Caballito'', en el Paseo de la Reforma. Conociendo su gran capacidad, propició que se le encargara el nuevo Palacio Legislativo, que sustituiría el antiguo que ocupaba el edificio que había sido el Teatro Iturbide, y que padeció un incendio en 1909, pues el gigantesco de Bernard iba lentísimo. El problema era que se contaba con menos de un año para concluirlo, ya que tenía que estar listo para las fiestas del Centenario. El joven Campos, en un alarde de organización y talento, con materiales y trabajadores mexicanos, levantó en unos meses una sólida estructura de hierro y acero de Monterrey, misma que cubrió con cantera y entregó en el plazo señalado, ante la sorpresa de los nacionales y de las eminencias internacionales que construían las grandes obras. La elegante edificación continúa garbosamente en pie, alojando ahora al Congreso de la ciudad de México.

El brillante arquitecto, que falleció al poco tiempo de concluir este trabajo como consecuencia de un asalto, construyó también La Casa del Estudiante, proyecto personal de Limantour, para alojar a los escolares de provincia, misma que todavía existe en la calle del Carmen, esperando una buena restauración, pues es un edificio magnífico.

Parte de esta información la adquirimos en un libro espléndido: la biografía de José Ives Limantour, que acaba de editar el Centro de Estudios Históricos de Condumex, que dirige con enorme capacidad Manuel Ramos Medina.

El autor es nada menos que el nieto del joven arquitecto: Alfonso de Maria y Campos, quien además de utilizar el excelente archivo de Limantour que posee Condumex, y varias otras bibliotecas en México y fuera del país, recabó información de primera mano entre sus familiares, tanto por el lado del abuelo Campos, como por la línea materna de los Castellot, quienes tuvieron un papel relevante durante el porfiriato.

Próximamente este libro delicioso de leer y muy bien ilustrado se venderá en Samborns, lo que les da pretexto para visitar el nuevo restaurante de esa cadena, que se acaba de inaugurar en el Centro Histórico, precisamente frente al edificio de Correos, con una interesante restauración del arquitecto Jaime Ortiz Lajous, que vale la pena conocer.