Masiosare, domingo 7 de febrero de 1999


Entrevista con Ricardo García Cervantes


No soy un
peso pesado


Alberto Aguirre M.


Ricardo García Cervantes está preocupado. En el PAN, los líderes históricos pensaron en un ``peso pesado'' para sustituir a Felipe Calderón Hinojosa. Y él no da el ancho. No le pesa reconocerlo. ``No reúno las condiciones ni las características ideales del jefe nacional. No me acompleja, porque actualmente no existe nadie que las reúna''

En lugar de pensar en el México que quieren, los panistas deben enfocar sus esfuerzos en convertirse en el partido que México necesita. Ello implica ``un cambio de fondo en la actitud''.

En ese contexto ubica Ricardo García Cervantes su propósito de convertirse en el guía de la segunda fuerza política nacional.

No se detiene en la autocrítica:

``Debemos despojarnos de soberbia, olvidarnos de lo meramente electoral, y reconocer con humildad que si el país no se parece a lo que el partido quiere, tenemos que cambiar, porque si no, es peor para México''.

Y de frente a la posibilidad de convertirse en el décimo séptimo presidente nacional del PAN, García Cervantes apunta al 2000: ``Pongo en orden los factores, porque pueden alterar al producto: lo que tendremos es un candidato del partido, no un partido del candidato''.

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El senador coahuilense acepta que, a los ojos de los consejeros nacionales, tanto él como Luis Felipe Bravo Mena presentan perfiles semejantes, pero los acentos que uno y otro ponen en cuestiones relevantes marcan la diferencia.

A su juicio, el perfil del PAN de los próximos años debe cubrir tres aspectos:

Un refuerzo de su solidez doctrinaria.

Una reafirmación de su naturaleza de partido de cuadros. La premisa sería aplicar internamente la solidaridad y subsidiaridad que el PAN propone hacia el exterior. La estrategia sería el fortalecimiento de los comités municipales y llegar a uno ``que no irrumpa en la dinámica regional, sino que oriente la dinámica del país''.

Y una puntualidad en la concreción programática, a fin de ``proyectar una oferta clara al país, que deje en evidencia las coincidencias con otras propuestas y que deje también en evidencia las especificidades propias del diseño humanista que propone el PAN''.

Estas son metas que deben cumplirse antes de ir a la contienda electoral del 2000 -dice García Cervantes-, porque las condiciones de la competencia electoral harán visibles las ofertas de las fuerzas políticas.

En esa lógica, cree que no coincidiría con Bravo Mena.

``Parece que son pequeños grados de diferencia en la sensibilidad política de uno y otro. En la distancia y en el espacio pueden llegar a ser kilómetros de diferencia entre un proyecto de partido y otro''.

También acepta que otra de las diferencias podría estar en el respaldo que las grandes figuras del partido otorguen a cualquiera de las dos candidaturas. Y en este plano, también se distancia de Bravo Mena.

``Sí, en la campaña hay injerencia de los `pesos pesados', pero finalmente los considero un voto. No me queda otra opción que ofrecerle respeto a cada uno de los consejeros del partido, apelar a su sentido de la responsabilidad, y considerar a todos como un voto igual. Ciertamente, el nombre de algunos es muy reconocido, pero creo que los consejeros que no son pesos pesados tienen su lugar y la misma responsabilidad''.

Ellos como electores -agrega- son los responsables de escoger entre la disyuntiva de convertir al PAN en el partido que México necesita o rezagarse en la construcción del nuevo sistema político mexicano, con todos los costos que esto acarrea.

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A Ricardo García Cervantes le parece muy atractiva la idea de dirigir un partido con seis décadas de existencia -``representa la obligación de proyectar un diseño de partido para otros 60 años, por lo menos''-, por el papel que tiene asignado, más que por la aventura de la próxima elección presidencial.

El 2000 -dice- no agotará al PAN, como no agotará a México.

En el plano personal, revela que ha entendido que la responsabilidad de dirigir al partido no es individual y reconoce sus limitaciones.

``Sé que no reúno las condiciones ni las características ideales del jefe nacional. Pero no me acompleja, porque no existe nadie que las reúna. Creo en la experiencia y en la capacidad de los cuadros emergentes -me considero uno de ellos-, de tal forma que ofrezco integrar un equipo vigoroso, experimentado, capacitado, dispuesto a enfrentar todos los retos del partido''.

En esa ruta, la preminencia del 2000 hace que García Cervantes se refiera al periodo de ajuste estatutario que vive el PAN actualmente, y que discrimine entre lo urgente y lo importante.

Sostiene entonces que ``cuanto antes'' haría avanzar la modernización de la normatividad que regula los procesos de selección de candidatos a la presidencia y diputados y senadores. Y que profundizaría en la adecuación de las estructuras internas del partido para consolidar su descentralización subsidiaria.

``No forzaría, de ninguna manera, la conclusión de este proceso de reformas por las prisas del 2000, pero tampoco lo dejaría desprovisto de la normatividad que nos permita ser eficaces''.

-La irrupción de Vicente Fox, sus afanes por la candidatura, ¿lo condicionan a usted?

-Soy panista desde 1979. Soy un panista por convicción en la política y un panista convencido de darle eficacia al partido en su trabajo. Ni mi carrera ni mi persona están condicionadas, ya no digo sólo por Fox, sino por ningún personaje en particular. Yo he abrazado a una institución que no la rebasan las personas ni la trascienden...

-¿Cuál es el mayor reto que enfrentará el PAN en el futuro?

-Es un mandato para consolidar la transición que ha costado tanto esfuerzo a muchos, no sólo al PAN. Consolidarla significa que el PAN asuma la responsabilidad de la conducción a la etapa final de la transición, cosa que no hace el gobierno por falta de voluntad política y, cuando menos hasta ahora, tampoco el PRD y otros actores, por falta de visión de futuro y propósitos incluyentes. Nadie ni nada garantizan que sea una etapa que culmine felizmente. Existen muchos riesgos.

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García Cervantes se plantea poner énfasis en buscar las condiciones para la justicia social. En esa línea se suma a la idea de un PAN ``social'', ante la desigualdad imperante en la distribución de la riqueza.

El partido, dice, está obligado a proyectar sus principios y concretar sus programas para ``apuntalar nuevas estructuras para un desarrollo económico que pueda desarrollarse en un marco de libertades, y además en las condiciones actuales de la globalización''.

Sin embargo, dice, en los últimos años el PAN se ha visto expuesto a la tentación de reconocerse en los viejos esquemas del sistema político y caer en esquemas patrimonialistas y excluyentes.

Tan es así, ``que existe un partido que quiere adueñarse de los pobres y a nosotros quieren que a fuerza nos toque la propiedad de los empresarios y de los ricos. Esas son visiones maniqueas que están rebasadas por la realidad''.

En vez de eso, asume, debe surgir un partido ``abierto, moderno, consciente de que parte de la sociedad tomará otras opciones partidistas''.

-Un partido de centro, como propuso Felipe Calderón Hinojosa...

-Hoy me parece que es claro que -después de 60 años y habiendo sido un protagonista privilegiado en la lucha por las libertades- el énfasis tiene que estar puesto en las causas de la justicia. Esto es necesario en un país donde se impuso un neoliberalismo insensible y extraño, donde los diseños, las decisiones y las soluciones se imponen para no afectar a los mercados, y entonces se afecta a las familias, a los empleos, a la juventud y al futuro de los mexicanos.

-Es la disyuntiva que cruza del paternalismo ramplón al neoliberalismo fatigoso. ¿A dónde va el PAN?

-A ninguno de los dos. Pero no podemos extraer a México de sus circunstancias y llevarlo a un laboratorio totalmente aséptico donde se aísle de todo lo demás. Tenemos que analizar, diagnosticar a México en su circunstancias y quiero insistir en que ya nadie puede imponer una visión...

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Abogado, catedrático universitario y estudioso de los fenómenos de transición en las democracias emergentes, García Cervantes piensa que es hora de construir las bases del nuevo sistema político mexicano.

El catalizador del proceso -comenta- será la alternancia en el poder. Luego vendrán otros procesos: la instauración del federalismo, el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, la modernización del sistema tributario, la reforma del poder judicial...

El tema de la revolución de los jueces le apasiona. Será la llave -dice- que cierre el paso a la corrupción y la impunidad.

``La alternancia hará entender a los jueces que sólo pueden tener lealtad a su función, porque ya no habrá dependencia a un establishment, a una nomenklatura permanente, sino únicamente una lealtad a la justicia. Entonces empiezan procesos en contra de la corrupción y de la impunidad que en otros países han sido a su vez motores para otros procesos que generan un auténtico estado de derecho, garantías para los ciudadanos, garantías para la economía, garantías para el proceso político. Es un círculo virtuoso que sustituye al círculo vicioso de la impunidad y la corrupción''.

-Más allá del 2000, están los temas de la agenda nacional...

-A esta etapa terminal de la transición le asigno la responsabilidad de atender todos estos puntos de la agenda nacional que están pendientes.

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En la elección federal del año próximo -augura el senador García-, quien gane la Presidencia de la República tendrá el sustento de sólo un tercio del electorado. El escenario es de tres fuerzas políticas (PRI, PAN y PRD) muy próximas, pero también de la ingobernabilidad como factor latente.

Para esquivarla, el diseño de las soluciones a los problemas nacionales tendrá que ser producto del consenso, de los compromisos comunes y de la corresponsabilidad en los próximos años, dice el aspirante a la presidencia del PAN.

Esto llevará a los partidos y a sus dirigencias a una dinámica en los acuerdos y las alianzas deberán ser vistas como ordinarias, positivas y catalizadoras de la transición.

Se le recuerda que el año pasado Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador iniciaron conversaciones para alcanzar consensos y que terminaron como enemigos.

``El diálogo sólo es fecundo cuando es sincero, no cuando forma parte de una estrategia dilatoria o distinta a la de buscar acuerdos'', ataja García Cervantes, y da la interpretación que en el PAN se hizo de la actitud del líder perredista.

Plantado frente a la hipótesis, sostiene que acudiría a un diálogo con otro dirigente partidista con sinceridad, y en el entendido de que lleva una interlocución ``representativa'', de que no hablará a título personal. Y remata con la tesis de que el trabajo político obliga a exigir lo que se está dispuesto a dar, ``empezando por el respeto''.

¿Las alianzas?

``Serán tan circunstanciales y coyunturales como las que requiera el bien superior del país'', replica.

Se trata -define- de una nueva cultura del consenso que debe prevalecer en la política nacional, porque ``como ya no hay quien pueda imponer su propia visión y quien pueda imponer sus soluciones, hay que construirlas entre todos''.

Sin embargo, el legislador ve en el PRD y en el gobierno dos actores políticos que se resisten. El primero a los acuerdos sin conveniencias, y el segundo a permitir el cambio de régimen.

Por eso, cree que el PAN tiene una obligación para los próximos años: posicionar los ``nuevos valores de la cultura democrática'' -la racionalidad, el consenso, la corresponsabilidad- para así consolidar la transición.

La tolerancia -sostiene- deberá ser uno de los signos que muestren la nueva actitud de la política en México, frente a los riesgos de la intolerancia, del dogmatismo, de las opciones radicales y hasta eventualmente violentas.

Al margen de empatías, simpatías o antipatías personales -concluye-, es posible ejercer profesionalmente la política, con una visión a futuro y una vocación política de inclusión.