El secretario de Educación, Miguel Limón Rojas, puso al descubierto el 22 de diciembre pasado la falta de ``integralidad'' en el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa).
Limón Rojas anunció que la SEP complementaría su presupuesto (2 millones de pesos) con ``un importante remanente'' que el programa no ejerció.
Ese ``remanente'' eran los 706 millones de pesos que no se utilizaron en el área educativa del Progresa. ¿Funcionó de todos modos el programa que plantea la ``integralidad'' como la manera de combatir la pobreza extrema?
Levy y sus tesis
Según el subsecretario de Hacienda y Crédito Público, Santiago Levy, la única forma de evitar que la pobreza continúe es mediante un programa como Progresa, cuyas tres vertientes (salud, alimentación y educación) deben funcionar de manera integral.
``Este programa parte de reconocer la existencia de un círculo vicioso de permanencia en la pobreza extrema y de transmisión intergeneracional de la misma, y enfatiza la complementariedad de los distintos satisfactores básicos: alimentación, salud y educación''.
``Progresa transforma la orientación de los subsidios alimentarios y de las acciones aisladas de salud y educación hacia un enfoque integral'', escribió el subsecretario en Examen, revista editada por el PRI, en la entrega correspondiente a diciembre de 1998.
Pero la integralidad se rompió.
Así lo aceptó de manera implícita el director de Progresa, José Gómez de León, en una carta que el 28 de diciembre envió a la Cámara de Diputados.
Ahí explicó que una diferencia de fechas entre la incorporación de familias beneficiadas y el tiempo de inicio del ciclo escolar generó una ``recalendarización'' y ``ajuste'' en la entrega del dinero.
Aseguró que la meta para llegar a un millón 950 mil familias en 1998 no se alteró. Lo que no quedó claro fue qué tanto se afectó al programa cuando no se cumplió con uno de los tres vértices.
Focalizar o no
``Progresa no es suficiente ni válido como política social para disminuir la pobreza, pues no logra la integralidad en sus tres componentes'', afirma Clara Brugada, presidenta de la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Diputados.
¿Qué pasa cuando una de las tres vertientes no se cumple? ``Se pone en duda el método para mitigar la pobreza y adelanta un fracaso en la política social de Ernesto Zedillo'', dice la diputada.
Carlos Sobrino, diputado priísta, considera: ``Progresa es un vehículo excelente, (pero) en la medida que se cumpla con la fórmula de educación, salud y alimentación. El programa obliga a que se den los tres amarres de salud, alimentación y educación, incluso para cobrar el dinero''.
Necesitamos saber, dice, qué instrumento es más eficaz para abatir la pobreza: si focalizar o generalizar. Y en ese sentido considera que la focalización funciona para los pobres extremos del campo, pero no necesariamente como paliativo de la pobreza urbana.
``Creer que Progresa debe actuar en lugar de programas como Fidelist, Liconsa y Diconsa me parece absurdo. Deben existir las dos estrategias, y Fidelist debe continuar en la zona urbana'', afirma el yucateco Sobrino.
Rurales vs urbanos
``La política social actual es excluyente, pues atiende a 26 millones de pobres, de los 72 millones que existen en el país, y fortalece programas como Progresa a partir del desmantelamiento de Fidelist, Liconsa, Fonaes, Diconsa y el subsidio a la tortilla'', afirma Brugada.
Del total de ``pobres'' que existen en México -según un estudio del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática de 1996-, el gobierno decidió atender a sólo 26 millones de ``pobres extremos'', esto es, 36% del total.
Según las autoridades, de esos 72 millones de ``pobres'', 43 millones están en el área rural. Pero de éstos, Progresa sólo se enfocará a 26 millones. Para el resto, no hay dinero suficiente.
Todavía más: a esos 26 millones de pobres, el gobierno no pudo entregarles 706 millones de pesos que ya le había autorizado la Cámara de Diputados. Los tiempos le fallaron y la estrategia de tres patas quedó coja el año pasado.
¿Funciona o no el Progresa? ¿Fue válido duplicar este año su presupuesto cuando tan sólo 350 mil familias se incorporaron al programa?
Cuatro millones fuera
En la fórmula gubernamental para combatir la pobreza durante este año se contempla incrementar los recursos para atender un millón 750 mil ``pobres extremos'' rurales más. Pero esta ``focalización'' dejará fuera de los apoyos a tres millones 900 mil ``pobres urbanos''.
Los recursos que se quitaron a algunos programas sociales se canalizaron al Progresa.
Un análisis de la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara baja muestra que mientras el presupuesto para los subsidios generalizados (Diconsa, subsidio a la tortilla, consumo eléctrico) alcanza los 688 mil pesos, para la estrategia focalizadora hubo un incremento de hasta 12 mil 565 millones de pesos.
Los recortes a Fidelist significarán que tres millones de pobres no recibirán tortilla gratuita; además, 900 mil niños tampoco tendrán leche gratis por medio de Liconsa.
Y todavía más: de los más de 12 mil millones de pesos que se destinarán a los subsidios focalizados, Progresa se lleva 61%, es decir, 7 millones 665 mil pesos, y con tan sólo un incremento de 350 mil familias más para este año, es decir, un millón 750 mil personas.
``El gobierno dice que su tendencia es sustituir subsidios generalizados por focalizados, pero la tendencia es acabar con estos últimos y aumentar Progresa en las zonas rurales'', afirma Clara Brugada.