La Jornada Semanal, 7 de febrero de 1999
Seymour Menton,
Historia verdadera del
realismo mágico,
Fondo de Cultura Económica,
México,
1998
Es muy común confundir el ``realismo mágico'' con otras modalidades afines, como ``lo real maravilloso'' término que Alejo Carpentier propuso en la introducción a su novela El reino de este mundo (1949). Esta y otras obras (como Hombres de maíz (1949) del guatemalteco Miguel çngel Asturias) han sido difíciles de incluir en el rubro de Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez. Confusiones que han causado polémica entre varios críticos literarios. Por ejemplo, en 1973, en un congreso sobre literatura iberoamericana, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, al notar las vehementes discusiones, optó por la eliminación total del término realismo mágico debido al ``diálogo de sordos entre los colegas''. ¿Y qué es el realismo mágico? ¿Cuál es la diferencia, por ejemplo, con lo real maravilloso? En Historia verdadera del realismo mágico, Symour Menton trata de poner en claro este tipo de cuestiones y de darle un lugar adecuado y una definición uniforme al realismo mágico. De hecho, Menton dicho que a pesar de los intentos de eliminar al realismo mágico, desde 1973 el término se utiliza con más frecuencia, aunque sin uniformidad, por críticos no sólo en América Latina sino también en Europa, Estados Unidos, Canadá. El analista dice que en la literatura no sólo hay que distinguir al realismo mágico de lo real maravilloso, sino que también del surrealismo y de lo fantástico. Según Menton, críticos literarios importantes, como Tzvetan Todorov, han propuesto fórmulas bastante complejas para distinguir entre el realismo mágico y las otras modalidades con que se le ha confundido.
Ya desde El cuento hispanoamericano. Antología Crítico-Historica (1964), Seymour Menton daba muestras de una encomiable seriedad analítica que, sin embargo, no lo hacía difícil de leer, sino lograba, con sus acertados comentarios y una rica variedad de ejemplos, que la crítica literaria fuera también una lectura placentera. Sin contar con que Menton posee la cualidad de rescatar e incitar a leer o releer las obras que explica, cosa que siempre ha de valorarse. Prueba de todo esto es su nuevo ensayo Historia verdadera del realismo mágico. Este texto está dividido -además del ``Preludio''- en ocho capítulos y un ``Apéndice'' (una cronología internacional comentada del término realismo mágico). Cuenta también con algunas ilustraciones de fotografías de pinturas mágicorrealistas.
Mediante un método comparativo, Menton espera ``comprobar que el realismo mágico es una sola tendencia artística con límites cronológicas específicos, que tiene sus orígenes en la pintura alemana posexpresionista a partir de 1918, pero que ha alcanzado mayor fama internacional a través de la narrativa de Jorge Luis Borges y de Gabriel García Márquez. ``No deja de llamar la atención que Seymour Menton haya partido de las ideas del crítico de arte alemán Franz Roh -quien, al parecer, acuñó en 1925 el término ``realismo mágico'' como respuesta las nuevas tendencias en la pintura alemana después del expresionismo- para clasificar al realismo mágico. Menton asume la polémica que se genera al hacer paralelismo entre las artes, pero se defiende al mencionar que no hay duda sobre la existencia de ciertas semejanzas entre artistas, literatos, legos que pertenecen a la misma generación. Así, el primer capítulo del ensayo trata principalmente de la validez de aplicar a la literatura los rasgos identificados para el arte plástico. A partir de la recombinación de las veintidós características de Franz Roh para los cuadros magicorrealistas, crea otras siete características para definir el realismo mágico, aplicables tanto a la literatura como a la pintura: el enfoque ultrapreciso, la objetividad, el distanciamiento, la visión simultánea de lo cercano y lo lejano, el lenguaje aparentemente sencillo y cotidiano, el aprecio por lo pequeño, y la representación de la realidad. En este capítulo también habla de la importancia emblemática del gato para el realismo mágico como paralelo al cisne del modernismo de Rubén Darío, por el carácter mágico-misterioso del felino.
En el segundo capítulo se establece la hipótesis de que el realismo mágico es un término más apropiado que lo fantástico para los mejores cuentos de Borges, como ``El sur'' (1952), al cual Menton propone como el cuento más mágicorrealista de este escritor. En su epílogo a El Aleph (1949), Borges dice que casi todas ``las piezas de este libro corresponden al género fantástico''. A lo que Menton responde: ``Estas palabras... comprueban el axioma de no aceptar al pie de la letra lo que dice un autor sobre su propia obra.'' Y reitera que, sin embargo, sí hay cuentos de Borges que pertenecen al género fantástico. Por otro lado, dice Menton: ``Una de las pruebas más incontrovertibles de la identificación de Borges con el realismo mágico es su uso constante del oxímoron desde sus primeros cuentos de 1933 hasta ``El sur''. Y Borges logra con muchos de sus cuentos una característica esencial del realismo mágico: la realidad es más extraña que la ficción. Entonces, el realismo mágico es posible pero improbable, mientras que el surrealismo se refiere a situaciones imposibles. Es casi tan exacto el análisis que realiza Menton en este capítulo, que no deja de jactarse de ello: ``¡Ojalá que esta interpretación de `El sur'... en términos del realismo mágico convenza a los críticos, y a los lectores en general, de que no caen dentro de lo fantástico todos los cuentos de Borges!''
La siguiente parte está dedicada principalmente al análisis de Cien años de soledad, en cuanto a texto mágicorrealista. Aquí se parte de la idea de la ``destropicalización'' de esta novela, es decir, de su universalidad. Para esto se da como ejemplo el solitario castaño que aparece en el primer capítulo de la novela; pues es desconcertante o mágicorrealista que un castaño, árbol del norte de Estados Unidos y de Europa, aparezca en el trópico. ¿Qué diablos hace un castaño en el tropical patio de la familia Buendía? Así, Macondo, a lo largo de la novela, se transforma en un microcosmos del mundo entero, que pertenece a todas las épocas o existe en un tiempo cíclico al estilo junguiano. Y junguianos son también los personajes arquetípicos de Cien años de soledad. Sin duda el realismo mágico le debe mucho a Gabriel García Márquez; de hecho, Seymour Menton le agradece al escritor colombiano que le haya cambiado su actitud ante la vida, que gracias a sus novelas él mismo se siente un converso al realismo mágico donde ``el mundo es un laberinto divertidísimo en el cual las cosas más inesperadas pueden ocurrir. Menton cita a García Márquez: ``Creo que si uno sabe mirar, las cosas de la vida diaria pueden volverse extraordinarias. La realidad diaria es mágica pero la gente ha perdido su ingenuidad y ya no le hace caso. Encuentro correlaciones increíbles en todas partes.''
El cuarto capítulo está dedicado al análisis de una novela francesa que trata acerca del Holocausto, El último justo (1959) de André Schwarz-Bart. Aquí se compara esta obra con algunos cuentos de Borges (de quien, según Menton, Schwarz-Bart tiene influencia), como antecedentes. Al revalorar El último justo, más por sus cualidades literarias que por sus ideologías, Menton trata de rescatar una excelente obra que parece estar en el olvido.
En el siguiente capítulo se analizan y comparan obras de un pintor islandés y de escritores de Argentina, Brasil, Alemania, Italia e Israel, que tratan el tema de los invasores misteriosos, como ``Casa tomada'' (1946) del escritor argentino Julio Cortázar.
En la sexta parte se hace una comparación y contraste entre el realismo mágico y el surrealismo, basándose en un estudio comparativo de los cuentos de Truman Capote que aparecen en su libro Un árbol de noche y otros cuentos. Con esto, Menton comprueba que en los textos, donde los protagonistas son casi siempre niños, el realismo mágico está presente, mientras que en los cuentos donde los protagonistas son adultos se revelan rasgos surrealistas. Aquí también se analiza la novela corta Retrato de Jennie (1940) de Robert Nathan con quien, según García Márquez, Capote tiene cierta deuda literaria. Por otro lado, no deja de llamar la atención que Menton considere que la novela documental A sangre fría de Capote ``puede apreciarse mejor considerándola dentro del realismo mágico''.
En el séptimo capítulo, se trata de poner en claro las diferencias entre el realismo mágico y lo real maravilloso. Para esto, Menton aplica sus hipótesis a novelas escritas por mujeres a partir de 1970. Encuentra una fusión entre lo real maravilloso y lo mágicorrealista, como las novelas So far form God (1993) de la chicana Ana Castillo y Dreaming in Cuban (1993) de la cubana-estadunidense Cristina García. Estas obras, por ejemplo, indican la vigencia del realismo mágico como una de las tendencias en la novela universal.
El octavo y último capítulo es el más breve, pero no por eso el menos rico e interesante. Aquí se analizan dos de los mejores cuentos que se han escrito en México que, según esto, pertenecen al realismo mágico: ``Luvina'' de Juan Rulfo (1918-1986) y ``El guardagujas'' de Juan José Arreola (1918). También en esta parte se sintetiza la postura del autor ante el realismo mágico y se desafía a quienes no creen en este término: ``incrédulos del mundo entero, me siento obligado a resumir la visión del mundo y los rasgos esenciales del realismo mágico''.
Mientras tanto, yo me quedo con las afirmaciones de Menton; sobre todo porque me llevan a valorar las obras literarias (y también pictóricas), y por la invitación a un diálogo creativo -no descalificador-; y en mucho de esto ha de radicar la crítica literaria.
Rosario Ferré,
Vecindarios
excéntricos,
Planeta,
México, 1998.
Rosario Ferré (Ponce, Puerto Rico, 1938), publica su nueva novela, Vecindarios excéntricos, y sigue consolidándose como una de las narradoras más importantes de su país. Aunque ya desde Maldito amor, novela ganadora del Premio Liberatur de la Feria del libro de Frankfurt, y con su novela anterior La casa de la laguna, demuestra ser una narradora que conoce a sus personajes más allá de las páginas de cada uno de sus libros, virtud que hace que sus personajes no sean sólo creíbles, sino dueños de obsesiones que prefieren encontrar la muerte antes que ceder a ellas.
En Vecindarios excéntricos cada personaje es parte del rompecabezas de la vida de Elvira, la narradora. La historia de sus tíos, sus abuelos, sus bisabuelos y sus padres la determinan. Cada una tiene independencia anecdótica, pero cada una, al mismo tiempo, va dando sentido al desenlace de la historia.
Novela histórico-social, recrea el ambiente en el que vivían las familias puertorriqueñas en este siglo. Las circunstancias tienen un peso determinante: ya sean fenómenos naturales, la economía mundial, las dos guerras o la lucha política entre ser norteamericano o puertorriqueño. La vida alrededor de las fincas azucareras dibuja el vaivén en que los personajes se ven envueltos debido a la inestabilidad económica y a los malos manejos de las propiedades y el dinero. Vaivén que acelera la entrega de la herencia atávica que cada personaje desperdicia a su manera.
Rosario Ferré plantea la narración en una primera persona que no se detiene en detalles innecesarios. Las anécdotas de cada uno de los parientes de Elvira viajan con naturalidad y son tan singulares que mantienen al lector embebido sin saber que esos desenlaces parciales determinan el último encuentro. La vida aristocrática y la confrontación con su madre convierten a Elvira en una mujer infeliz que tratará de escapar de su propia historia. Conforme van avanzando las páginas del libro, se le van cerrando las puertas por donde podría escapar y tiene que enfrentarse, finalmente, con su madre y consigo misma.
Un universo de personajes tan variados donde algunos viven amparados en las modas europeas, otros en la política, otros viven para hacer dinero y conquistar mujeres, alguno otro quiere desenterrar el pasado de los indígenas Taínos, y en donde ni siquiera falta la empleada mulata que ve el sufrimiento de la familia Rivas de Santillana a través de una bola hecha con restos de jabones abigarrados.
Los Rivas de Santillana y los Vernet, dos familias que si bien van por caminos diferentes, su historia está determinada por los fracasos. Parece que Elvira atisbaÊun rayo de esperanza cuando su padre triunfa en la política, aunque dicho triunfo es la causa del encuentro final con su madre. Entonces descargará el odio contra todos los que no le permitieron vivir como ella quería y que la encadenaron a ese mundo perfecto en donde lo único que le hacía feliz eran las lágrimas de su madre.
Vecindarios excéntricos parece tener la estructura de un embudo por donde los personajes alejados del presente no pueden pasar, y al final sólo serán dos los que importan. El sobreviviente creerá haber ganado su libertad al pasar por el abismo del embudo, pero no encontrará tierra firme más que en todos aquellos que quedaron atrás y que sin ellos de todas maneras estaría en el vacío.
David Martín del Campo,
Tu propia
sombra,
Joaquín Mortiz,
México, 1998.
A lo largo de casi toda la obra novelística de David Martín del Campo (Ciudad de México, 1952) existe una línea temática que nos muestra una de las obsesiones fundamentales del narrador y con la cual Graham Greene estaría de acuerdo: viaje como búsqueda de la identidad.
Ahí están tanto el piloto que recorre el sureste de México en los feroces años posrevolucionarios como los encuentros de un viejo fotógrafo en el Paricutín, o Mazatlán como el único puerto mexicano donde un solitario puede dar rienda suelta al complejo de Gauguin, y aquel periplo que lleva a una hija a descubrir otra caraÊde la personalidad de su padre. El viaje -así sea el más corto- sigue siendo como en el pasado remoto un hecho extraordinario; al salir de nuestra cotidianidad, recuperamos la condición nómada y primigenia.
Somos como plancton, dice Homero Siller, el protagonista de Los amantes de Kim, la primera de las dos noveletas -o ``nouvelles''- que componen Tu propia sombra, libro editado por Joaquín Mortiz en el cual Martín del Campo explora nuevamente los caminos de la identidad y el viaje.
Siller es un vagabundo que ha perdido la memoria: sólo posee el retrato de una estrella de Hollywood, Kim Novak, y es ese el rumbo que toma para descubrir que su verdadera vida -marcada por la tragedia del `68- está en otra parte, en el centro del país. En ese recorrido, Siller encontrará la violencia, la codicia, la solidaridad y quizá el amor. Otras historias se mezclarán con la suya obligándolo a recordar no sólo la muerte de su hermano en una playa de Acapulco, sino también la de su amada en la Plaza de las Tres Culturas. Siller es un hombre que regresa del pasado para encontrarse.
Los amantes de Kim está escrita con la desenvoltura propia de un narrador que se encuentra en el mejor dominio de su arte; no obstante hay algo que suena artificial en la novela: como excelente armador de tramas -no en balde su protagonista es arquitecto- Martín del Campo ha construido su novela por acumulación, las escenas se suceden vertiginosamente y no dan tiempo para que los personajes secundarios -por cierto, tanto o más interesantes que el protagonista- crezcan en la historia. Parecen simples líneas que se cruzan pero cuya huella es muy tenue. Por si fuera poco ese recuerdo final de Tlatelolco -demasiado adecuado para el año en que vivimos- resulta, a nuestro parecer, excesivo.
Para nuestra fortuna, el encuentro de Homero con Kim nos reconcilia con la historia: todos aquellos amantes, todos aquellos hombres perdidos que llegan hasta la casa de Malibú de la estrella, con su foto como guía, se reconocen náufragos perdidos en ese mismo mar de la vida que, diría Leonard Cohen, nos hace a todos marineros.
Otra línea constante en las novelas de Martín de Campo es la veta histórica: sus personajes atraviesan un período muy preciso de nuestro pasado. Veracruz y Tabasco en la época del Sindicato de Inquilinos y de Garrido Canabal, los días anteriores al terremoto del `85 o los de aquel sudario negro en el paisaje. A esta vena pertenece La Bamba, segunda noveleta de Tu propia sombra. En ella el hijo de un esclavo y el ama blanca, Vicente Guerrero, mulato liberto y probablemente héroe independentista, regresa a la hacienda de Saltabarranca para cumplir la última voluntad de su madre y también para explicarse su pasado como descendiente de uno de los esclavos insumisos de Yanga.
En La Bamba, más allá de un entramado casi siempre exacto y de la búsqueda también de una identidad, encontramos una recreación lingüística por momentos fascinante: el narrador imagina el habla de las costas de Veracruz en los años de la colonia, esa lengua contaminada -afortunadamente- por el canto de los esclavos negros y por los silenciosos rezos de los indígenas. La Nana Blanca, la narradora de esta historia, es la encargada de dar cuerpo a esta recreación que desemboca en el nacimiento de La Bamba, ese himno veracruzano que bien podría ser -de acuerdo al autor- el emblema de nuestro mestizaje aun cuando algunos de los parlamentos que dan origen a la canción resultan en ciertos momentos inverosímiles.
El resultado es, por supuesto, atractivo: el amor imposible entre un esclavo que baila para la Memba y su ama, que se cumple tan sólo como una pausa en la dilatada sucesión de desgracias vividas por Vicente Memba. No cabe duda que David Martín del Campo posee un gran oficio narrativo, no obstante, por momentos las dos noveletas adolecen de apresuramiento -quizá les haga falta algo de la lentitud narrativa que Kundera añora o un poco del arte de la digresión decimonónica- y de cierto impulso didáctico que empaña en algunos momentos el desarrollo de la historia.
De cualquier manera, Tu propia sombra significa una excelente oportunidad de acercarnos a la obra de un narrador en pleno dominio de su estilo y quien, por derecho propio, forma parte fundamental de nuestro paisaje literario.
Ensayo (literario)
Del tañido al arte de la fuga. Una lectura crítica de Sergio Pitol, Luz Fernández de Alba, textos de Difusión Cultural. Serie El Estudio, Coordinación de Difusión Cultural/Dirección de Literatura/UNAM, México, 1998. 131 pp.
Ensayo (sociológico)
Estado, Sociedad y Medios. Reivindicación de lo público, Adrián Gurza Lavalle, Plaza y Valdés Editores/Universidad Iberoamericana, México, 1998, 277 pp.
Narrativa
Ciudad por entregas, Norberto de la Torre, 1» edición en Verdehalago, México, 1998, 134 pp.
La Cuaresma, Augusto Orea Marín, serie Novela. 1, Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco, México, 1998, 75 pp.
Poesía
Con olor a Mozart, Eusebio Ruvalcaba, Verdehalago/UAM, México, 1998, 75 pp.
CG-T