Héctor Aguilar Camín
Lección terminada
Los maestros presos que rompieron las puertas del Senado, privaron de la libertad a los que estaban dentro y se robaron algunos ob- jetos del recinto, fueron puestos en libertad por ``desvanecimiento de pruebas'', con el acuerdo negociado del Senado de la República. Mientras estaban en prisión, los seguidores de los maestros presos desquiciaron la ciudad dos veces con sendas manifestaciones de protesta. Al parecer por estas presiones, la parte acusadora revisó sus cargos y los suavizó para permitir que sus acusados pudieran alcanzar la libertad bajo fianza.
Los senadores explicaron al público su decisión mediante un desplegado de prensa: ``En una actitud benevolente miembros de este cuerpo colegiado aportaron elementos con el propósito de precisar las acusaciones contra los maestros, para que el juez contara con mayores datos, a fin de que pudieran obtener la libertad bajo fianza''. Un senador priísta, Manuel Toraya, hizo el resumen de todo diciendo que ``no operó la justicia, sino que prevaleció la razón política''. Agregó un argumento que describe el corazón de la vieja cultura política mexicana, la cultura de la negociación y el acuerdo por abajo, por encima o aun a costa de la ley: ``Hubo una salida política y jurídica. Yo creo que buscando la paz, la concordia y la tranquilidad, no operó la justicia y creo que era necesario hacerlo, ya que se estaban generando más problemas en la ciudad''. (El subrayado es mío. Las declaraciones en Crónica, viernes 5 de febrero de 1999).
Parecería entonces que los senadores exageraron su primera acusación para escarmentar a los maestros. Es decir, formularon su acusación y tomaron la ley tan a la ligera como los maestros agresores, que juzgaron legítimo delinquir si eso aumentaba la visibilidad de su protesta. La nueva presión de los maestros, violando otra vez los derechos de terceros con sus manifestaciones en la capital, indujo a los senadores a admitir, al reducir sus cargos, que habían ido también más allá de lo que la ley les permitía.
Todo el mundo parece haber quedado a gusto con esta típica solución a la mexicana. El secretario del ramo consideró ``muy bueno'' que se hubiera liberado a los maestros presos y externó su deseo de que no se vuelvan a repetir aquellos hechos. Malas noticias: algunos de aquéllos se repetirán. Los maestros quizá no vuelvan a forzar el Senado violando chapas y derribando cercas, pero harán otras cosas. El día de su salida de prisión, con las manos en alto haciendo la V de la victoria, los líderes amenazaron de nuevo a los capitalinos con ``más muestras de fuerza'', el reinicio de sus movilizaciones y una concentración en la Plaza de la Constitución para que la PGR se desista de los delitos que quedan pendientes aunque no ameritan prisión obligatoria.
Hace un mes escribí en este mismo espacio un artículo sobre la lección de anticivismo que los maestros daban violando la ley y exigiendo impunidad política por sus delitos a cuenta de la justicia de su protesta. La lección ha sido completada por el Senado de la República al reconocer implícitamente, ``en aras de la concordia y la tranquilidad'', que sus miembros también abusaron de la ley exagerando sus acusaciones.
El resumen de la lección anticívica del Senado y de los maestros puede hacerse como sigue: por razones políticas los maestros violaron la ley asaltando el Senado. Cargando las tintas de los hechos, los senadores acusaron a sus agresores con delitos que implicaban cárcel obligatoria. En exhibición de su fuerza política los mentores castigaron a la ciudad con manifestaciones desquiciantes. El Senado decidió entonces matizar su acusación de manera que la cárcel no fuera obligatoria. Los maestros vieron desvanecidos los cargos mayores y salieron de la cárcel prometiendo más movilizaciones y muestras de fuerza, es decir, más atentados contra la tranquilidad y los derechos de terceros.
La lección de anticivismo está terminada. Queda claro para los espectadores, una vez más, que la política está por encima de la ley y que la ley puede manipularse o violarse exitosamente si se tienen la fuerza y la ``voluntad política'' suficientes para hacerlo. Sólo falta subrayar que quienes nos dan esta antilección en público son maestros encargados de la educación cívica de los mexicanos y legisladores encargados de producir las leyes que los mexicanos deben respetar. El mundo al revés.