n Reunión mundial de organismos ambientalistas y campesinos en Cuernavaca
Alerta de investigadores en torno al avance masivo de semillas trasgénicas
n Los gobiernos dejaron en manos de trasnacionales el control del sistema alimentario, advierten
Ciro Pérez Silva, enviado, Cuernavaca, Mor. n Responsable de daños ecológicos irreversibles, y sin que se conozca el deterioro que a largo plazo pueden provocar a quien los ingiere, los organismos genéticamente modificados (OGM) continúan avanzando en el mundo con la "complacencia de gobiernos que dejan en manos de las firmas multinacionales el control del sistema alimentario", advirtieron ayer representantes de más de 50 organizaciones ambientalistas, de granjeros y de campesinos de Asia, Europa y América.
Reunidos en esta ciudad, los investigadores alertaron sobre la introducción masiva de semillas trasgénicas de soya, algodón, jitomate y papas en los ecosis- temas, que eventualmente podrían interferir en el desarrollo de especies naturales, particularmente en la agricultura, terminando con el ciclo de reproducción de las especies que durante años han sido la base de la alimentación mundial.
Rechazo generalizado
Con apenas 15 años de experimentación en granos, tubérculos y verduras, y poco más de tres en los mercados de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e India, entre otros, las especies genéticamente manipuladas "han generado un rechazo casi generalizado tanto de productores como de consumidores, ante la poca información y dudosas ventajas" que las compañías agroindustriales ofrecen para el uso de sus productos, sostuvo Helena Norberg-Hodge.
Miembro de la International Society for Ecology and Culture de Inglaterra, la especialista mencionó que una reciente investigación en papas producidas con semillas genéticamente manipuladas reveló que ratas alimentadas con este producto "presentaron una disminución en el tamaño del cerebro y del hígado, y un crecimiento anormal del páncreas que pudieran repetirse en seres humanos que consumen esos productos".
Entre las agroindustrias multinacionales responsables del diseño y distribución de semillas transgénicas destaca Monsanto, primera en vender el concepto de biotecnología al público europeo y que, de acuerdo con una encuesta realizada en 1988 en Europa, fue ubicada entre "las 10 peores empresas, por introducir a la cadena alimenticia productos genéticamente manipulados sin haber realizado las pruebas adecuadas y exponiendo a los consumidores a riesgos indeterminados".
De acuerdo con Peter Rosset, director ejecutivo del Institute for Food and Development Policy, con sede en Oakland, California, en México se han iniciado trabajos de investigación con semillas producidas por Monsanto "a través de una donación de un millón de dólares que esta agroindustria entregó al Cinvestav".
Sin embargo Ana de Ita, miembro del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam), "existen en México muchas zonas que aplican esa tecnología" aunque no existe un registro de ellas. En el mismo sentido, Fernando Bejarano, de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México, "no hay información suficiente en nuestro país sobre estas prácticas".
Los promotores del uso de estas semillas afirman que la transferencia artificial de genes en ellas para modificar su estructura garantiza "una mayor rentabilidad a corto plazo con ganancias superiores al 100 por ciento", ya que por una parte son semillas más resistentes, y por tanto reducen la necesidad de aplicación de herbicidas "hasta en 50 por ciento".
Sus detractores aducen que esa resistencia a los herbicidas a la larga provocará que los agentes que atacaban esa semilla "se hagan también más fuertes", y por tanto se haga necesario aplicar un herbicida "aún más potente, que dañará aún más los cultivos y los mantos freáticos".
Mencionan también que las semillas contienen un gen resistente a la penicilina, antibiótico utilizado para el control de bacterias patógenas que atacan al hombre. "ƑQué sucederá cuando un organismo consuma esos productos con el gen resistente a la penicilina? Necesariamente habrá una alteración del individuo con respecto a ese antibiótico". La lista de "beneficios" es muy amplia, casi tanto como las "desventajas" que en estos productos encuentran ambientalistas, ganaderos y productores.
Monsanto y el
Agente Naranja
Ubicado en San Luis Missouri, es el laboratorio de biotecnología más grande del mundo, y en el que se han invertido alrededor de 300 millones de dólares y 10 años de investigación. Es en este lugar donde los científicos aislan un gen de la bacteria que produce un insecticida conocido como "Bt" y lo transfieren al maíz, al algodón, y logran que la planta exude su propio insecticida. Si se toma en cuenta que por cada nueva semilla genéticamente manipulada que tiene éxito en el campo fallan 10 mil, se hace urgente recuperar esa inversión.
De acuerdo con un artículo publicado el 3 de febrero en The Washington Post, para recuperar esa inversión Monsanto optó por no vender las semillas genéticamente alteradas, sino "rentarlas" para que fuesen usadas una sola vez, persiguiéndo judicialmente con la anuencia del gobierno a quien no obedezca esta regla, con lo que se deja en manos de las transnacionales la soberanía alimentaria.
Un ejemplo del control que podrían tener las compañías que desarrollan la biotecnología sobre el abastecimiento de alimentos en el mundo en el curso de los próximos años es el de los granjeros de Estados Unidos y Canadá, quienes habiendo utilizado las semillas genéticamente modificadas enfrentan hoy demandas en las cortes de sus respectivos países.
Las demandas fueron interpuestas por Monsanto, gigante de la biotecnología, bajo la acusación de "piratería". Y es que las semillas adquiridas por medio de estas empresas sólo pueden ser utilizadas un año, pues al siguiente se debe adquirir nuevamente la semilla para reiniciar el ciclo agrícola, por lo que la milenaria tradición agraria de guardar semillas de una cosecha para replantarlas en los campos, hoy es un delito.
En India, según relata Vandana Shiva, del Research Institute for Natural Resourde Policy, las comunidades "se han levantado" contra esta compañía y han quemado los campos sembrados con esta semi- lla, además de obligar al gobierno a distribuir semillas naturales en buenas condiciones para la producción.
"El peligro es que se quiera presionar a los campesinos a utilizar la semilla no natural, proveyéndolos de una semilla natural de baja calidad" advierte Shiva, "por lo que iniciamos varios procesos judiciales para defender el derecho de las comunidades de continuar con una labor que no sólo es más rentable que la llamada semilla mejorada, sino que no interfiere con nuevas reglas de mercado que benefician sólo a las transnacionales".
Brasil también "ha sufrido esta invasión", comentó Arnoldo Anacleto de Campos, de la asociación Departamento de Estudos Socio-Económicos Rurais (Deser-Riad), quien añadió que algunos municipios han sido declarados "libres de semillas genéticamente alteradas" y explicó que, entre otras razones, "en la soya, por ejemplo, hay más de dos mil genes, y únicamente se conocen cerca de veinte, de tal suerte que al manipularlos no sabemos qué consecuencias puedan tener para el consumo humano".
Terminator
Monsanto es dueña también de la tecnología genética de la llamada Semilla Terminator, semilla estéril diseñada para programar el DNA de las plantas para que maten a su propio embrión, dejando inútiles las semillas para replantarse y obligar a los granjeros y campesinos a adquirir "semillas frescas" cada año. También cuenta entre sus bienes con la hormona de crecimiento para mejorar la producción de lecha y carne de bovinos, entre otros.
Los investigadores urgieron a los organismos gubernamentales que están encargados de abastecer de semillas a los agricultores, a defender los derechos de los pequeños productores "pese al jugoso negocio de proteger los intereses de las empresas transnacionales aún a costa de dejar en sus manos la alimentación mundial en el tercer milenio".