La Jornada lunes 8 de febrero de 1999

HUSSEIN: AUSENCIA PREOCUPANTE

La muerte del rey Hussein de Jordania introduce un preocupante factor de incertidumbre en el siempre agitado escenario de Medio Oriente y en los inconclusos procesos de paz entre árabes e israelíes.

En lo interno, la desaparición de este veterano de las guerras, la política y la diplomacia regionales plantea para Jordania varios riesgos inocultables de desestabilización y, acaso también, de desintegración.

No puede escatimarse la relevancia que tuvo Hussein como factor de moderación, de mediación y, a fin de cuentas, de paz, en la convulsionada zona. En los momentos más críticos de la confrontación árabe-israelí, el monarca hachemita pugnó por abrir las puertas de la solución negociada. Otro tanto hizo ante la invasión y la anexión de Kuwait por parte de Irak, lo que le valió ser calificado como aliado de Saddam Hussein, tanto por las monarquías de la Península Arábiga como por la alianza occidental que, a la postre, liberó Kuwait y arrasó Irak.

Tras la guerra del Golfo Pérsico, Hussein fue un impulsor decidido del proceso de paz que echaron a andar en 1993 Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, proceso del que siguió participando hasta semanas antes de su muerte.

El protagonismo mediador del rey jordano estuvo siempre relacionado con el precario equilibrio interno y externo en el que ha debido vivir su país durante toda su vida independiente. Jordania comparte fronteras con Israel, Siria, Irak, Arabia Saudita y los territorios palestinos ocupados. Es decir, se ha encontrado casi siempre entre las guerras de Medio Oriente, y ha participado en varias de ellas.

Caracterizada, en lo general, como una dictadura benévola, su autoridad está marcada por lo que muchos consideran una mancha indeleble e imperdonable: la matanza de palestinos de 1970 ųepisodio conocido como Septiembre Negroų, que Hussein realizó para contrarrestar el poder que la Organización para la Liberación de Palestina había adquirido en territorio jordano.