n Andrés Aubry y Angélica Inda n

La teología india

A la respuesta del Papa a los reporteros en el avión que lo traía a México (sobre ''la teología india que se está aplicando en Chiapas''), el cardenal de México, vía Internet, dio su peculiar interpretación de la lacónica cátedra de Juan Pablo II al inferir una enérgica condena de ''ese intento de sustitución de la teología de la liberación por una teología indigenista''.

La argumentación del arzobispo primado es ''la raíz marxista'' de ambas, a las que contextualiza dentro de los vicios del new age, de la ''simplificación radical'' del ''macroecumenismo interreligioso'' expresado en el Grito de Riobamba firmado por don Samuel Ruiz (delegado al efecto por unos 30 obispos de varios países) que invita a dialogar también con el hinduismo y el budismo, de ''la moda cultural'' de un ''fundamentalismo indígena no menos intransigente que el de los ayatolas'', y de una peligrosa tendencia, denunciada por el cardenal Ratzinger (quien encabeza en el Vaticano la Congregación de la Doctrina y la Fe, ex Santo Oficio de la Sagrada Inquisición) a ''sustituir la ortodoxia por la ortopraxis''. ''El vivero'' de estas confusiones, según monseñor Rivera, es el Chiapas del obispo Samuel Ruiz.

Sin enfrascarnos en este debate teológico, algo de historia arrojará luz. El diálogo con las religiones y el monaquismo asiático fue explícitamente solicitado a los misioneros por el papa Paulo VI. Antes de ello, en la primera sesión del Concilio Vaticano II, en la que no estaba monseñor Rivera, se instauró un gran debate liberador, inspirado en la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII, en torno al Mensaje al mundo (Ad omnes, del 20 de octubre de 1962); en su elaboración se discutía críticamente la colusión de hecho de la Iglesia con las élites sin hacer el mismo caso a los pobres, cuya práctica se refugiaba en ''movimientos históricos'' que no supo discernir la institución eclesiástica. En esos momentos calientes del Concilio se vaciaba de repente el plenum, porque los obispos y sus asesores, en conversaciones animadas, llenaban la cafetería de la Basílica de San Pedro; su tónica era precisamente lo que rebate monseñor Rivera: que el momento de la Iglesia invitaba a prestar ahora a la ortopraxis la misma atención que antaño a la ortodoxia. El padre Ratzinger (entonces no era cardenal, solamente teólogo asesor) es testigo de ello.

En esta misma columna, para celebrar el 30 aniversario de la Conferencia de Medellín, recordamos con hechos y testimonios que el abuelo de la teología de la liberación no es Marx, como opina el primado de México, sino Paulo Freire. Lo mismo se ha de decir de la teología india: su abuelo no es un materialista dogmático, sino el primer obispo efectivo de Chiapas, fray Bartolomé de las Casas.

Anacrónicamente después de los acuerdos de San Andrés que sustituyen lo indigenista (la obra de no indígenas hacia ellos) por lo indígena (como ''actor de su propia transformación''), el arzobispo la llama ''teología indigenista''. Las Casas, por supuesto, no la llamaba así, sino, en buen latín, theologia indorum, la teología de los indios, la que producen los indígenas. ƑCómo extrañarse de que ''su vivero'' sea ahora su diócesis, la de Chiapas, con su sucesor actual?

El principal editor de esta teología india fue un fraile que viajó con Las Casas en 1545, el padre Domingo de Vico; produjo tres tomos, elaborados en kakchikel desde la Verapaz (entonces parte de la diócesis de Chiapas), sucesivamente traducidos al quiché y al castellano. En pleno siglo XVII, pese a la prohibición de publicar las obras de Las Casas y hasta de aludir a su persona, se hacían nuevas copias y ediciones. Hoy parte de este trabajo todavía integra El Título de Totonicapán y el Título de Ilocab, que conservan celosamente como propios los indígenas guatemaltecos de esos lugares (hasta consintieron una edición, por Carmack, respectivamente en 1983 y 1985). ƑAcaso monseñor Rivera no cree en la fuerza de la tradición, no sólo en el sentido ''indigenista'' de costumbre, sino en su acepción eclesial de fuente de la revelación, por ser la huella, precisamente, de la ortopraxis?

Esta ''antigua palabra'', como dicen hoy los creyentes indígenas de Chiapas, tenía, según los principios del Unico modo de atraer a la verdadera religión (obra escolástica de fray Bartolomé, escrita y argumentada en latín), el objetivo de respetar y fomentar ''la natural inclinación'' de los pueblos a buscar la verdad y la trascendencia. El primer obispo de Chiapas se adelantaba al documento conciliar Ad Gentes (sobre la obra misionera) que ve en las tradiciones precristianas de los pueblos ''las semillas de la palabra de Dios'' (No. 11). Las Casas tenía la intuición de que la antigua sabiduría maya podría fungir como una especie de Antiguo Testamento propio. Así como hay una Iglesia y una patrísitica latina, otra oriental, otra griega o siria y aramea, con reflexión teológica propia, sin que rompa la unidad, así la teología india no desea una copia colonial de la Iglesia, sino que surja una maya, una náhuatl, o quechua sin dejar de ser una.

ƑQuién negará el valor humanista de estos presupuestos? Quienes, al parecer, disienten, son los militares y los funcionarios de Migración, pues los primeros en los retenes del campo, y los segundos en sus citatorios, hacen las veces de monseñor Rivera: preguntan al sospechoso qué opina de la teología india.