n Arnoldo Kraus n

ƑQuién genera la violenia?

Es muy probable que la violencia sea el mal que preocupa más a los mexicanos. La miseria, la contaminación, el sida, la corrupción, las huelgas de maestros, la impunidad, la venta de la compañía de electricidad y, en el futuro, el remate de la industria petrolera, son bretes no menos alarmantes, pero que no hermanan.

Quienes viven en la miseria ni tiempo tienen de enterarse de los fraudes priístas en Guerrero; los que cruzan ilegalmente la frontera hacia Estados Unidos arriesgando su vida poco les importa el índice Imeca y, a los indios chiapanecos que mueren por anemia o tuberculosis difícilmente les preocupará el caso Cabal Peniche.

Son tales las disparidades dentro de la nación y tan profundas las diferencias entre la población, que las urgencias de unos ųla cotidianidad como supervivencia para los pobresų poco o nada tienen que ver con las angustias de otros ųƑmoriremos los defeños por cáncer pulmonar variedad Distrito Federal?, o bien, Ƒvivirán nuestros vástagos una década menos por haber nacido en la capital?

La violencia social tiene explicaciones precisas: las inequidades culturales, sociales y económicas han polarizado a la comunidad ad infinitum. No existe en las mayorías ųhablo del país, no de sindicatosų un concepto claro acerca de lo que debería ser la "conciencia de nación".

Para fomentarla se requiere tiempo, disminuir las lacras anteriores, y, sobre todo, desbancar al PRI de la Presidencia. ƑSerá también esa endeble conciencia, esa débil opinión, esa atonía comunitaria un propósito trazado por nuestros gobiernos?

La agresión, inimaginable, imparable, su ascenso y su presencia en todos los sectores de la población ha rebasado lo que alguna vez se pensó tolerable. La posibilidad de toparse con ella en cualquier momento, la noción de que las calles asaltan y los semáforos son aliados de la criminalidad, "los ajustes" de cuentas entre miembros de las policías o su correlación con el narcotráfico, son parte cimental e ineludible del panorama nacional y preocupación obsesiva de la gran mayoría de los habitantes de nuestro país. Ha penetrado y dañado a los más ricos y a los más pobres.

Es preclaro que las campañas y medios anunciados desde las cúpulas gubernamentales para combatir la violencia han fracasado. Por eso no es fácil seguir pagando impuestos cuando se duda que éstos se utilizan adecuadamente, ni es ético amarrarse la boca cuando la cotidianidad revela reiteradamente que el país vive momentos de extrema fragilidad.

Basta recordar los logros de nuestros economistas, que parecen empeñarse en perpetuar y reproducir la pobreza: entre 1994 y 1998 se destinaron 448 mil 500 millones de pesos para el pago de la deuda, mientras durante el mismo periodo 194 mil 500 millones fueron usados para combatir la pobreza. Además de la brutal diferencia hay otra no escrita: no hay duda que el dinero utilizado para pagar la deuda llegó a su sitio. Pero el de la pobreza Ƒhabrá seguido la ruta real? La deuda importa dos veces más que 50 millones de mexicanos. Y la miseria, es y seguirá siendo semillero de agresividad.

El viejo, muy viejo, y ahora inservible lema del PRI que aseveraba que una de sus mayores virtudes era haber preservado la paz social, se ha hecho añicos. El número de actos criminales, asesinatos, violaciones, raptos y otros avatares exigen que el gobierno replanteé su propaganda. Y exigen también que la comunidad cavile en relación con los orígenes de la violencia.

Aunque habrá algún anodino ministro que asegure que la violencia se gestó por generación espontánea, las apuestas de la población favorecen a los gobiernos presentes y de las últimas décadas como los responsables. Pocos piensan que la brutalidad sea producida por empresarios, por fuentes extranjeras o por las guerrillas. La violencia social emerge cuando justicia y derecho son pisoteados. La violencia social también nace cuando son demasiados los millones de pobres y míseros.