n Ilán Semo n

Nuevo realismo

Las transformaciones que aguardan al Fondo Monetario Internacional en la proximidad de este año son inciertas. Su director actual insiste, después de la reunión de Davos, que no habrá cambios. Soros, Milton Friedman y Peter Lafontaine, tres voces sin sospecha de complicidad, aseguran lo contrario. ƑA quién creer? La ventriloquia es el arte esencial de todo funcionario sobreviviente. Camdessus lo sabe. En la economía, como en la política, quien habla no decide y quien decide no habla. La distancia entre la agenda pública de una institución (es decir, las expectativas que puede prometer) y su agenda real ųu oculta- (es decir, las expectativas que puede cumplir) hacen de toda opinión ''oficial'' un recurso de la ilusión. Por lo demás, en el juego del mercado hay ilusiones que producen realidades.

En rigor, el Fondo se halla (aprox.) en medio de la nada. Desde hace dos años Friedman exige su desaparición. La razón es sencilla y compleja a la vez. El FMI ha dejado de ser un sistema de estabilización monetaria de las economías centrales ųfunción que acaso desempeñó desde su fundación después de la II Guerra Mundial hasta los años 80ų y se ha transformado en un cartel ųléase: un monopolio- de las megafusiones financieras promovidas, sobre todo, por la banca norteamericana (Citicorp y Bank of America a la cabeza). En la teoría neoclásica, un monopolio ųcualquier monopolio- equivale a una suerte de VIH económico. Sólo que en un gigante se teme que el síndrome de inmunodeficiencia financiera tenga efectos también gigantes. Cierto, en Friedman nunca se sabe dónde termina el ideólogo y dónde comienza el teórico.

Peter Lafontaine, jefe de las finanzas alemanas, no es un monetarista sino un socialdemócrata, y sobre todo es un europeo. ''ƑTiene remedio el FMI?'', se preguntó en Davos. Cinco ''rescates'': cinco paisajes lunares. Un marcador infalible. Los efectos tequila (México), vodka (Rusia), dragón (Indonesia y Malasia) y samba (Brasil) hablan de una ''institución fuera de control'' inmovilizada por dos males: ineficiencia financiera e insensibilidad social. Sin embargo, el origen del dilema no es obvio. ƑSe halla en la orientación actual o, por el contrario, en las ''estructuras profundas'' del Fondo?

A Lafontaine no lo desvela la teoría. Gunther Grass lo definió alguna vez, a propósito de su pragmatismo, como un ''surfer de la política europea''. Sus móviles son más pecuniarios, aunque no de menor alcance. Hasta hace poco, las finanzas de los países europeos no representaban, por separado, un reto a los equilibrios internos del Fondo. Reunidas en torno al euro y a un solo banco la historia es distinta. La pregunta más general es: Ƒdesplazará Europa gradualmente a Estados Unidos ųcomo hace medio siglo éstos lo hicieron con Inglaterra- o, como sueña Soros, asistiremos a la emergencia de una ''economía atlántica''? La moneda está en el aire. Sin embargo, el euro tiene mucho que perder y poco que ganar en el FMI de hoy. De ahí también la vehemencia de la eurocrítica durante la reunión de Davos.

Es notorio que la argumentación de esta crítica haya apelado a un nuevo realismo. Ser realista significa hoy, irónicamente, desistir de las políticas de ajuste, rehuir ''rescates'' del FMI, negociar y renegociar directamente con los bancos pasando por alto a Camdessus, vindicar cierto proteccionismo y desplegar políticas sociales. En suma, potenciar la inversión y el mercado internos. Cierto, una cosa es el ''mercado interno'' del euro (que se basta a sí solo) y otra muy distinta y muy menor el de México o Argentina.

Vistos en detalle, los recientes ''rescates'' del Fondo hacen ver a los ''capitales golondrinos'' de los 80 como simples primerizos. En su lugar ha aparecido el capital langosta ųuna suerte de Atila financiero. Imponer a economías emergentes una política de altas tasas de interés y tipos cambiarios bajos equivale a una forma de usura como las que prohibieron las legislaciones modernas desde el siglo XVIII. Es decir, el acreedor arriesga poco, el deudor todo. Aquí (y ésta es la novedad) el especulador es el propio FMI que, además, se comporta como un megabanco y no como un acuerdo monetario entre deudores y acreedores. La versión mexicana de una alternativa a esta situación sería: šno me rescates, compadre!

Para quien logre escucharlo, el mensaje de Davos a corto plazo es bastante simple: 1) nada peor que una ''operación rescate''; 2) evitar la tentación (o el vicio) de los ''apoyos'' del Fondo; 3) reducir tasas de interés, mantener flexible el tipo de cambio y, como los capitales de corto plazo dejarán de ser atraídos, renegociar deudas, pero no con el Fondo sino con los bancos directamente; 4) diversificar los compromisos y las inversiones internacionales para, como Brasil, poderse dar el lujo de presionar ųcuando a Atila se le pase la mano- con una negociación express de pagos. La última ironía de este siglo sería que Itamar Franco pasara a la historia no como un ''aventurero irresponsable'', sino como el precursor de un nuevo orden financiero.