Enrique Calderón Alzati
¿Quién pagará los costos de la elección?
El pasado fin de semana tuve la oportunidad de visitar el estado de Guerrero, y en particular Acapulco, en virtud del proceso electoral que allí se realizó. Nuestro propósito era realizar una encuesta de salida, para la cual contábamos ya con observadores ubicados en 37 municipios, que previamente habíamos seleccionado para asegurar la representatividad del estudio y la confiabilidad de sus resultados. Se pudo realizar sin problemas mayores gracias al apoyo del Consejo Estatal Electoral. La consulta se realizó así sin tropiezos en las más de cien casillas que habíamos identificado para tal fin.
La experiencia resultó por demás interesante, en un par de días pudimos observar una mezcla de fenómenos sociales, conocidos y comprensibles unos, sorpresivos y difíciles de entender otros. ``¿Quién piensa usted que va a ganar las elecciones?''... ``Pues, mire usted, a la buena Félix, a la mala René''... ``¿Y cómo cree usted que será?, ¿A la buena o a la mala?''... ``No, pues allí sí que no hay duda de nadie''...
Mi impresión sobre Aguas Blancas es totalmente equivocada, yo pensaba en un pueblo agraviado y en un alto costo político para el PRI, ``no pues mire, a esos los mataron porque se dejaron matar, aquí, así pasa todos los días, qué le vamos a hacer...'', pareciera un pueblo sin memoria.
Aun en Acapulco, para una buena parte de la gente, vender su voto a cambio de una despensa, de un saco de cemento o de algún dinero no tiene importancia; así lo han hecho siempre y nada malo tiene; incluso para los pequeños líderes y operadores locales del PRI, la práctica les parece más que correcta, es parte de su trabajo y lo realizan con entusiasmo, sin plantearse un conflicto ético en ningún momento, aunque sí sabiendo que ellos recibirán un beneficio, un premio y un reconocimiento de sus jefes.
¿Qué tanto tiene que ver en todo esto que en Guerrero el promedio de escolaridad sea de cuarto año de primaria, o que en muchos de sus municipios, como los de la Costa Chica y de la Montaña más de 80 por ciento de sus adultos no hayan terminado la primaria?
En estas condiciones, el avance que ha tenido el PRD a partir de 1989 parece sorprendente y sin embargo es real, en las elecciones federales de 1997 logró 42.6 por ciento de los votos, contra 45.4 del PRI, los puntos de diferencia representaron apenas 20 mil votos, por lo que en Acapulco la gente consideraba que aun con los recursos económicos de que el PRI puede disponer, en esta ocasión el PRD lograría ganar.
En este ambiente se dieron las elecciones y con ellas nuestra encuesta de salida, que nos permitió contar con información durante toda la jornada electoral. Hasta las 11 de la mañana el PRI llevaba una pequeña ventaja de tres puntos sobre el PRD, pero la situación se revirtió totalmente durante la siguiente hora y a las 12 pm la situación era de 40 por ciento para el PRI y 52.7 para el PRD con 2055 personas entrevistadas en 23 municipios. En las seis horas siguientes el PRI fue recuperándose lentamente y a las 5:00 pm había logrado 42.28 contra 46.4 por ciento del PRD. La ventaja era de un poco más de cuatro puntos porcentuales y con pequeñas fluctuaciones, así se mantuvo hasta el final del proceso, a las 6:30 pm, en que llegamos a contabilizar 14 mil 225 personas.
Según nuestros resultados, al final de la jornada el PRI había alcanzado 43.2 por ciento de los votos contra 46.34 del PRD, unos 30 mil votos de ventaja para este último. Los resultados oficiales le dan en cambio una ventaja de 18 mil votos al PRI, de manera que la diferencia entre nuestros resultados y los del Consejo Electoral, fue de cerca de 50 mil votos, algo así como 5 por ciento del cómputo total. La explicación que encuentro en esa diferencia está en las limitaciones naturales de las encuestas de salida: con ella no es posible contabilizar los votos comprados, porque si un ciudadano vendió su voto lo último que haría es reconocerlo, y éstos son votos para el PRI que no registramos. No es el único caso, las encuestas de salida tampoco sirven para contabilizar los tacos de votos, ni las urnas embarazadas, ni las actas sustituidas o alteradas. De hecho, se trata de un mecanismo muy simple, que sólo cuenta los votos declarados por los ciudadanos pero que en este caso seguramente reflejan mejor la voluntad ciudadana que los resultados del consejo.
Alterar en 50 mil votos una elección es algo que sabe y puede hacer el PRI, lo ha hecho en otras ocasiones y las condiciones socioeconómicas de Guerrero lo hacían posible. ¿Quién pagará las consecuencias de este proceso desaseado? ¿El pueblo de Guerrero en actitud solidaria a quienes vendieron su voto? ¿El PRD lanzándose a manifestaciones y actos políticos que violentan la vida cotidiana y productiva? ¿O será en este caso el PRI, porque se descubra ante la sociedad, la serie de marrullerías que aparentemente cometieron?